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Me encontraba observando cómo Alaric lanzaba al suelo sin piedad a la mayoría de sus soldados. Si bien ya no caían tan fácilmente, seguían siendo lo suficientemente débiles o lentos como para que él pudiera hacerlos caer a pesar de haber estado entrenando y luchando con cada uno.

Los entrenamientos se habían vuelto fuertes pues estábamos a nada de enfrentarnos con la bruja y necesitábamos estar fuertes y ser ágiles para intentar sobrevivir.

Yo también estaba entrenando pero por obvias razones no era tan fuerte como con ellos. En más de una ocasión había luchado contra Alaric y para la sorpresa de todos, logré mantenerme en pie bastante tiempo e incluso lo hice caer una sola vez. Llevábamos muchos días así, pero su caída era como un chicle que jamás perdía su sabor.

— Descansen. — Ordenó después de haber hecho caer a Kamal.

— Bien hecho. — Alcé mis pulgares para darles ese ánimo que el rey nunca les daría. — Han trabajado muy duro. — Recibí cortas reverencias mientras iban alejándose hacia el castillo. — Alaric, debe tratar de ser un poco más amable con los soldados, se han estado esforzando mucho y usted ni siquiera los felicita. — Le dije cuando los hombres estuvieron lo suficientemente lejos como para no escucharnos.

— Es su deber, los soldados deben esforzarse. — Negué lentamente con la cabeza en desaprobación.

— Haga lo que desee entonces pero con mi pequeño Jiram y con Kamal, no. — Su mirada verdosa comenzó a taladrarme el rostro. — Son mis protegidos, mis pollitos. Pio, pio.

— Usted no...— Me puse de puntitas para poder besar sus labios castamente.

— Y si llega a tocarlos tendrá prohibido poder besarme o tocarme. — La comisura izquierda no tardó en elevarse con fastidio.

— ¿Me niega lo que por derecho me pertenece y puedo hacer? — Asentí rápidamente.

— Piense en esto. Necesito a mis protectores sanos y salvos para que nada malo me suceda. — Volví a asentir bajo su inquisidora mirada. — Si los lanza, los hace correr, lastima y agota, tendrán mayor resistencia pero estarán demasiado cansados como para cuidar de mí.

— ¿Qué es lo que obtendré? — Sonreí abiertamente, lista para dar mi oferta.

— No pido que no entrene con ellos, solo que deseo que no los lastime demasiado. —Asintió, comprendiendo lo que deseaba. — Si puede hacer eso, si puede cumplir mi pequeño deseo, tan pronto matemos a la bruja podremos discutir tranquilamente las posibilidades de iniciar nuevamente una familia... Ya sabe, descendencia...

— Júrelo. — Sabía perfectamente que Alaric deseaba tener familia, desde un principio me lo había hecho saber y no iba a dejar pasar esa oportunidad, no cuando lo único que tenía que hacer era causarle menos daño a mis guardianes.

— Lo juro. — Entrelazamos nuestros meñiques.

Tan pronto nuestros dedos se separaron mi mentón fue sujetado con firmeza y poco después de entre los labios se escapó un suspiro. Me encantaba cuando me besaba con brutalidad pero cuando era lento y amoroso era algo completamente diferente, lo amaba.

Mis manos recorrieron sus marcados abdominales sobre su camisa. No podía verlos pero sí sentirlos y me gustaba lo que estaba pudiendo tocar.

Cuando se levantaba del lecho completamente desnudo o sin camisa, me quedaba admirándolo. Orgullosamente podía decir que era fanática del dios que había tallado a ese hombre.

Mi amorcito no tenía ni una sola imperfección. Poseía un carácter bastante fuerte pero eso era parte de las cosas que más me gustaban de él, aparte de su mirada felina, de su cuerpo, forma de ser y manera de besarme, tocarme, mirarme y... Todo Alaric me parecía perfecto.

— Entremos al castillo o ambos enfermaremos. — Tomé su mano y tiré de ésta para que me siguiera.

Habíamos estado sudando durante el entrenamiento y si no nos dábamos un buen baño con agua caliente, las frías temperaturas acabarían con nuestra salud.

— Va a caerse. — Negué sonriente.

Estaba caminando de espaldas, con la mirada en él y no en el camino.

— Va a caerse. — Repitió y volvía negar.

— No lo haré. — Rodeé su costado con mis brazos. — Ahora no.

— ¿Qué hace? — Sus comisuras estaban elevadas en una pequeña pero hermosa sonrisa.

— Si voy frente a usted puede que caiga pero si caminamos así, usted no lo permitirá. — Le guiñé el ojo.

Caminar pegadita a su cuerpo era incómoda para ambos pero de cierta forma era divertido.

— ¿Quiere escuchar otro chiste? — Sus ojos fueron cubiertos por su mano en una señal de desaprobación.

— No. — Mi sonrisa se hizo aún más amplia.

— ¿Qué le dice un martillo a otro martillo cuando no puede sacar un clavo? — Su ceño se frunció. — Debe responder a mi pregunta con un qué.

— ¿Qué? — Eso era otra cosa que me gustaba, que solía estar en contra de mis caprichos y ocurrencias pero al final me seguía la corriente.

Dejaba de lado su papel como rey con mano de hierro para consentirme.

— Ni los clavos de Jesucristo se aferraron tanto. — Me mordí las mejillas para no reír. — Ent...— Fui interrumpida por su mano sobre mi boca.

— Debe detenerse. No sé lo que dice pero algo en su rostro me hace pensar que a su madre no le habría gustado escuchar sus palabras. — Me quedé mirándolo fijamente, preguntándome una y otra vez cómo era posible que lo supiera. — No puede ser...— Masculló al darse cuenta de que había dado en el clavo.

¿Ehhhhh? ¿Se entendió? ¿Clavo?

Bueno, era mejor parar.

— ¿Cómo lo supo? — Formulé con dificultad.

— Ordenaré que sus chistes sean prohibidos en toda Europa. — Mis ojos se abrieron con exageración cuando emprendió nuevamente el camino hacia el castillo.

— ¡No! ¡No, Alaric! ¡No sea malito! — Corrí, aprovechando que llevaba uno de sus pantalones y salté a su espalda, aferrándome de su cuello como todo una buena lapa. — ¡No puedes hacerme esto!

Mientras yo luchaba por mantenerme sobre él, Alaric reía. En ese momento más que nunca se notó la diferencia de tamaños y el cambio que había en su forma de ser. Sin embargo, todo momento bueno tenía su fin y ese fue el nuestro.

—Majestades. — Los pasos de Alaric se detuvieron abruptamente cuando ambosescuchamos la voz de Anya y posteriormente la vimos, de pie a unos pasos denosotros. — Ha llegado el momento. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora