Dormir con Alaric tenía sus ventajas, entre ellas estaba descansar calentita y lo cómodo que era su cuerpo. Se veía musculoso pero era tan suave y cómodo como un oso relleno de felpa. Yo solía moverme demasiado o eso decían mis padres pero él no se quejó en ningún momento y tampoco me despertó para que me hiciera a un lado. Al contrario, cuando abrí los ojos sus brazos estaban rodeándome y su cuerpo pareció adaptarse a mis posturas.
Después de despertar nos propusimos encontrar alimentos, una tarea para nada sencilla cuando lo único que había era un gran bosque cercenado y sin señales de vida.
Llevaba días sintiéndome cansada pero esa mañana en particular me sentía extremadamente débil. Mientras caminábamos por los alrededores en búsqueda de alguna planta relativamente viva para poder comerla, mis pasos se fueron volviendo torpes. En un par de ocasiones perdí el equilibrio pero comencé a preocuparme cuando la cabeza me empezó a dar vueltas.
— Thabita, ¿qué ocurre? — Sentía sus manos tocar mi rostro como si intentara que lo viera a los ojos.
No, no iba a abrirlos.
No podía mirar a un punto en particular sin sentir que todo giraba.
Estaba delgada y lo sabía pero no creía que estar sin comer o beber agua durante tanto tiempo se sintiera así. Era horrible y el futuro no parecía sonreírme.
— Estoy bien. — Llevé las manos a mi boca cuando una arcada me atacó. — Es por la falta de alimento. Solo deme un momento y podré continuar.
— No me mienta. — Su voz se escuchó cerca de mi oreja y no entendí el motivo hasta que fui alzada. — Encontraré alimento. — Aseguró. — Usted descanse.
No supe lo que ocurrió después de que Alaric estuviera prácticamente corriendo por el bosque conmigo en brazos. Mi cabeza se fue en blanco por completo y lentamente la oscuridad se fue apoderando de todo hasta que la respiración de él se dejó de escuchar.
Para cuando mis ojos se abrieron tenía el estómago completamente cerrado. Podía moverme y veía pero seguía sintiéndome débil.
— Ha despertado. — Habló mientras exhalaba ruidosamente.
— ¿Qué pasó? — Por sus ojeras podía intuir que no había dormido.
— Usted no abría los ojos y creí que...— Dejó de hablar y miró hacia algo que se encontraba a sus espaldas. — He encontrado alimento pero no tenemos a una mujer que...
— No sabe cocinar. — Era de esperarse, después de todo era un rey al que le cocinaban, preparaban los baños y obedecían en todo. — Lo haré yo.
— No. — Su respuesta fue brusca y tajante. — No puede, se encuentra débil.
— Pero no inútil. Si cocino ambos estaremos bien. — Pese a sus constantes intentos por mantenerme en el lecho, terminé sentada frente a la fogata y con un Alaric malhumorado siguiendo mis instrucciones.
Se había negado a que yo hiciera el trabajo pero al menos había aceptado que le diera indicaciones mientras él obedecía obedientemente.
— Gracias. — Murmuré, apoyando mi cabeza sobre su hombro. — Gracias por todo.
— No me agradezca. — Recibí un casto beso en mi cabello sin que dejara de preparar lo que había encontrado.
Esperábamos en silencio a que el ave estuviera listo para ser devorado. Ambos mirábamos la llama que lentamente doraba la piel del animal, perdidos en el olor que comenzaba a pasearse por la vivienda.
Según me había explicado, había encontrado al ave muerto, cosa que me alarmó pues si tenía alguna herida o lesión consumirlo podía ser perjudicial para nuestra salud. Por suerte para nosotros al quitarle las plumas no encontramos ningún tipo de herida, lo que podía significar que había muerto por causas naturales o por algún encuentro con la bruja.
No era un banquete pero nos devolvería un poco de los nutrientes que habíamos perdido con el paso de los días y mantendría nuestros estómagos contentos.
Improvisamos un asador. Siguiendo mis instrucciones, con una rama traspasó al ya desplumado animal y se mantuvo girándolo sobre las llamas hasta estar seguros de que estuviera bien hecho. Solo entonces y después de largos días sin probar bocado, el paladar se me hizo agua y toqué el cielo con las manos.
Éramos dos salvajes alimentándonos como si nunca hubiéramos probado bocado. Debía confesar que desde el primer mordisco que le había dado a la carne del ave, mi paladar, cuerpo y mente se habían vuelto locos. Deseaba comer y ensuciarme era una de mis menores preocupaciones.
— Comida. — Murmuré con la boca llena, dejándome llevar por el éxtasis que me producía estar comiendo.
Era un verdadero milagro que ninguno de los dos no nos hubiéramos llevado un pedazo de carne del otro al estómago.
— Aliméntese. — Me extendió parte de la pechuga, causando que la boca se me hiciera agua.
— Usted también debe alimentarse. — Alzó uno muslo en respuesta. — Gracias. — Besé castamente su mejilla mientras sentía que su mano libre me acariciaba la espalda y los hombros.
Por algunos instantes me sentí como en algunas de las historias que leía, esas en donde el señor le proveía a su mujer. En mi defensa, esas historias no eran basadas en tiempos modernos y... Tampoco es que fuera la mujer de Alaric, solo había recordado esas historias y nada más.
Solo eso...
La carne prácticamente se deshacía en mi boca con cada mordida. Podía parecer una locura pero desde el primer bocado me había sentido revitalizada. Tal vez eran cosas de mi cabeza, ya fuera sugestión o pérdida de cordura, pero mi cuerpo se sentía tan fuerte y enérgico que podía ser capa de caminar sin cansarme por un buen tramo.
Continuamos comiendo como dos animalillos desesperados y no paramos hasta saciarnos. Mi vientre se había inflamado debido a la cena pero el que había caído rendido fue el rey. Éste se había acostado en el suelo, junto a la fogata y con la cabeza sobre mis muslos. Por la forma en la que subía y baja su pecho asumía que se había quedado dormido pero con él nunca se sabía. Podía parecer inconsciente o medio muerto pero días después tal vez confesaría que estaba consciente y atento a su alrededor.
— ¿Está despierto? — Susurré tan bajo que una persona dormida sería incapaz de escucharme, sin embargo, él asintió con lentitud.
Qué bueno que no había dicho nada fuera de lugar... Si me hubiera atrevido a abrir la bocota, radio Alaric lo habría escuchado todo.
— ¿Algún día me dirá cómo ocurrieron sus cicatrices? — Su cuerpo se tensó y supe que era un tema poco agradable.
— ¿Cómo las vio? — Uy, por hablar de más había sido atrapada.
— Pues, cuando estábamos en Britmongh y lo hice caer en la lucha cuerpo a cuerpo. — No era del todo una mentira.
Si bien esa había sido la primera vez en que las vi, no fue la única. Al caer su camisa se había alzado un poco y pude ver un par de largas cicatrices pero al dormir junto a él noté unas pocas más. No me había atrevido a mencionarlo o preguntar por ellas hasta ese momento aunque no sabía muy bien por qué.
— No lo estoy obligando a decirme nada, está en todo su derecho a negarse. — Hablé rápidamente cuando el silencio se fue prolongando. — Solo fue curiosidad, algo tonto a lo que no debería darle importancia. Soy muy preguntona, disculp...
— Le diré. — Sus ojos se abrieron, encontrándose con los míos de inmediato, como si todo ese tiempo hubiera sabido hacia dónde estaba mirando.
La intensidad de sus ojos verdes no me gustaba. Era como si me estuvieran advirtiendo de que lo que iba a escuchar no me iba a agradar.
Comenzabaa arrepentirme de haber sido curiosa.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasia💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...