La familia estaba reunida en la mesa, comiendo las deliciosas galletas que hacía la abuela y hablando sobre todo y nada. A pesar de haber un ambiente jocoso y acogedor, también había un poco de nostalgia, al menos por mi parte.
— ¿Todo bien? — Susurró mi tío, quien se encontraba a mi lado. — ¿Acaso extrañas las muñecas que solías traer aquí?
— Estoy bien y no extraño mis juguetes, tío Raúl. — Él se llevó la mano al pecho, abrió la boca y se echó hacia atrás con exageración.
Detestaba su nombre y aunque su apodo fuera algo humillante, prefería que lo llamaran Topito a Raúl.
— No sé si sacaste esa maldad de tu madre o de tu padre, pero eres maligna. — Entrecerró los ojos mientras se acercaba como si el conde Drácula se estuviera levantando de su ataúd. — Diabólica.
— Mamá dijo que no hiciera mis chistes. — Le advertí. — No me provoques demasiado.
— Vamos, no seas aguafiestas, vine aquí por esos chistes que nos darán la entrada directa al infierno. — Me mordí la lengua con algo de fuerza. — Solo uno, anda.
— ¿Te conté el de la Santa Cena? — Negó pero toda mi atención se fue hacia papá, quien había escuchado nuestra conversación.
— Ni se te ocurra. — Advirtió. — Y tú deja de molestarla.
— Solo son chistes, ¿qué tiene de malo? — Mamá negaba lentamente. — ¿Qué tan fuerte puede ser un chiste sobre la biblia y gente muerta?
— Raúl. — Lo riñó la abuela. — Respeta la santa escritura y a los difuntos.
Santa...
Santa, Santa, Santa.
Me mordí las mejillas con fuerza y bajé la cabeza, intentando acallar la voz en mi cabeza que me exigía contar el chiste sin importar las consecuencias.
— ¿Son fuertes? — Me preguntó con la mirada puesta en el cabello que me cubría el rostro.
— Tanto que Pedro no se atrevería a negarlo. — Mascullé entre dientes.
Mis padres no lo habían escuchado pero por la forma en la que se reía mi tío era evidente de que él sí. Me mantuve tranquila, riendo por dentro mientras mi padre solo podía imaginar lo que había dicho.
— No quiero ni pensar en lo que dijo. — Le murmuró mi madre a Pilar, quien observaba a su hijo como si le hubiera salido un mechón de cabello en la mejilla.
A comparación con otros chistes, ese ni siquiera se podía considerar uno. Solo había dado un dato bíblico, nada más.
Después de ese momento cómico para unos, incómodo para otros, continuamos charlando hasta que el sol estuvo azotando con todo. Sería medio día o la una cuando decidimos volver a casa para que yo pudiera organizarme.
Después de todo iba a irme esa misma noche.
Habíamos intentado no hablar sobre eso pero la realidad era que la fecha se había puesto hacía ya un par de meses y no iba a ser cambiada.
— Bueno...— Mamá intentó romper la tensión que se formó en el interior del auto cuando llegamos a casa. — Voy a tu habitación. Lek...
— Lo sé. — Dijo con pesar. — Andando pequeñaja, acompáñame al garaje.
El garaje era como su segunda oficina o más bien su pequeño laboratorio. Allí dentro se podía escuchar de todo, desde una cierra hasta burbujas y martillazos. Parecía exageración de mi parte pero bueno, tal vez papá solo practicaba en casa lo que tenía que hacer en el trabajo.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...