🏹47🗡️

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Después de colocar los sujetos de práctica y lanzar un par de flechas bajo la atenta mirada del rey, ambos ingresamos al castillo y nos separamos para hacer nuestras respectivas cosas.

Ya habían pasado un par de días desde nuestro regreso a Britmongh y Alaric había tomado un algo extraño, no sabía si llamarlo costumbre o rutina, pero consistía en hacerme compañía durante un par de horas. Siendo rey eso era algo difícil pues tenía más responsabilidades que cualquier otra persona en ese lugar, sobre todo porque su reino era uno de los más grandes. Sin embargo, no parecía estar atareado las cientos de veces que lo veía pasear por todo el castillo o cuando me acompañaba, ya fuera a lanzar flechas o simplemente a sentarme en las escaleras de la entrada mientras nevaba.

— Tengo una pregunta. — Mascullé en mi aposento, sintiéndome completamente segura de que mis damas de compañía estaban atentas. — ¿Por qué me dan capas?

— Ah...— Emitió la más callada de las dos. — Verá...

— Las capas las usan los reyes, alteza. — Mi mente se quedó en blanco cuando de la boca de la misma mujer que me había estado dando el agua de lavanda salieron tales palabras.

— ¿Reyes? — Ambas asintieron. — Entonces, ¿por qué las he estado utilizando?

— El rey lo ha ordenado. — Había estado intentando contenerme desde que escuché que los reyes eran quienes usaban capas pero mi tolerancia se había agotado. — Usted es su prometida.

Que hijo de perra...

Desde nuestro regreso me había estado presentando como prometida y yo sin tener idea. Había sido ingenua al pensar que solo era un buen gesto sin ningún tipo de intención oculta.

— ¿Dónde está el rey? — Pregunté sin pizca de gracia.

— En su trono mi señora. — Con pasos bruscos y ligeros salí del aposento.

No me gustaba ser tomada por idiota y ese imbécil lo había estado haciendo, se había estado riendo a mis espaldas.

Pasaba junto a los soldados como si no existieran y tan rápido que me era imposible identificar a quién estaba dejando atrás. Estaba molesta, no, me sentía tan jodidamente iracunda que apenas podía calmar el temblor de mis manos.

— Dame una razón...— Murmuré por lo bajo tan pronto ingresé al lugar, sintiendo cómo la ira se iba apoderando de mí. — Dame una razón para no incrustarte una flecha entre las cejas.

— ¿Así le habla a su rey? — Prácticamente me arranqué la capa que estaba ligeramente sujeta de mis hombros.

— Métete tus protocolos y formalidades por el trasero. — Bramé. — Estoy harta de que pases sobre mí cuantas veces te dé la gana. — Lancé la capa hacia donde se encontraba con tanta fuerza que cayó sobre su regazo. — Estoy cansada de que creas que puedes hacer conmigo lo que quieras.

— Thabita, tenga cuidado. — Advirtió con seriedad aunque la confusión por mi forma de hablarle se reflejaba en su rostro.

— ¿Cuidado? — En esos momentos me detesté como nunca.

Si algo odiaba de mí era que no podía discutir sin echarme a llorar, algo que había adquirido de mi madre.

— ¿Crees que puedes tratarme como a una estúpida? ¿Qué puedes ordenar que me vistan según te convenga? ¿Te pusiste a pensar siquiera en si era lo que quería? ¿Alguna vez pasó por tu cabeza que no soy solo un adorno? — Lancé todas las preguntas que pasaban por mi cabeza. — Estoy harta de que intentes manejarme a tu antojo y de que no me consultes las cosas, sobre todo si tienen que ver conmigo. He... He ignorado, he intentado hacerme la ciega pero ya no más Alaric. — Bruscamente borré cada una de las lágrimas que habían estado bajando por mis mejillas. — Me cansé de tus jueguitos. — Después de soltar todo lo que había estado taladrando mi pecho con tanta rabia me dispuse a irme.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora