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Alaric no había parado ni un solo instante de buscar en todos lados algo que pudiera ayudarme a recuperar la memoria. Sin embargo, no había tenido resultados.

Él gritaba, gritaba y seguía gritando a cada una de las personas que se pusieran en su camino o no obtuvieran resultados positivos. Inclusive un médico había perdido su mano derecha después de decirle que regresarme los recuerdos no era posible.

El rey estaba fuera de sí y haber dicho eso fue el gran error del hombre.

Sus soldados, sirvientes y los pueblerinos, evitaban a toda costa lidiar con Alaric porque temían terminar como el médico o peor, encontrarlo en su límite y que se desquitara con ellos.

Todavía recordaba las palabras que me había dicho antes de lidiar con el hombre...

— Thabita, dese la vuelta y cubra sus orejas. — Lo miré confundida pero le hice caso, no quería ser la próxima en recibir gritos.

Lo siguiente que vi y escuché fue a Alaric sacando rápidamente su espada y el grito ensordecedor del señor. El rey ni siquiera me permitió darme la vuelta nuevamente porque según él, la última vez que había herido a un hombre en mi presencia, mi reacción no había sido buena. Me guio hacia la salida, impidiendo que mis ojos pudieran ver otra cosa que no fuera la tela de su camisa que cubría su pecho.

— ¿Está...? Am... ¿El hombre está vivo? — Sus ojos verdes me observaron fijamente.

— Lo está. — Aseguró mientras asentía levemente. — Pero si así no lo desea...

— ¡No! No quiero que muera. — Su comisura izquierda se elevó un poco y no supe cómo tomar aquello. — Se ve cansado, debería descansar.

— Lo estoy, pero no me detendré a descansar hasta que encuentre una forma de ayudarla. — Con los pocos días que llevaba junto a él, podía decir que era tan terco como una mula.

— ¿Puedo acercarme? — Pregunté con timidez y asintió. — Si no quiere descansar entonces déjeme hacerle un masaje.

— ¿Masaje? — Asentí levemente. — Adelante.

Él no debía saber lo que era un masaje pero aun así me permitía hacerlo. Pude haberme ofrecido a matarlo, podría haber tenido intenciones de herirlo y huir de ese desconocido que se hacía llamar mi esposo, sin embargo, Alaric confiaba en mí. Debía conocerme bien para saber que no tenía malas intenciones y eso me agradaba porque podía significar que yo era una buena persona antes de perder la memoria.

O al menos debía estar cerca de serlo.

Llevé mis manos a sus hombros y comencé a masajear. Su cuerpo en un principio había estado tenso debido a una situación desconocida, pero poco a poco se fue relajando hasta cerrar los ojos y permitirme hacer con él lo que quisiera.

Viéndolo de cerca y detalladamente, era realmente guapo. Podía verse intimidante y un poco cruel pero eso no quitaba la belleza peligrosa que tenía. Su cicatriz en vez de espantarme me incitaba a mirarlo e incluso tocarlo. Era algo extraño pero todo Alaric en general parecía llamarme a gritos.

— ¿Puedo saber cómo obtuvo esa cicatriz? — Una pequeña y casi imperceptible sonrisa apareció en sus labios.

— Su curiosidad no se ha esfumado. — Murmuró.

¿Ya le había preguntado eso?

— El reino de Vornos atacó con cobardía a Britmongh hace mucho, cuando era un crío. Los soldados habían regresado de un enfrentamiento contra Agablia y fueron emboscados. — Explicó.

— ¿Qué pasó después? — Sus ojos se abrieron con una lentitud inquietante y se mantuvieron fijos en mi rostro.

— Fui atacado por el rey de los vornianos. — Asentí levemente mientras tragaba saliva.

Su mirada estaba oscurecida, prácticamente de color negra. Era como si estuviera recordando el momento exacto en el que le hicieron aquella herida que debió haber dolido demasiado.

— ¿Aún le duele? — Negó con la cabeza.

— Hace mucho dejó de doler. — No sabía si en ese momento hablaba de su herida o de lo sucedido aquel día pero preferí no preguntar más.

Lo menos que quería era incomodarlo o hacerlo enfadar, Alaric me había tratado muy bien como para hacerle eso.

— No preguntaré más sobre eso. — Continué con mis masajes de forma lenta pues ya había destensado su cuerpo.

— Usted puede preguntar lo que desee. — Aseguró sin titubear. — Solo usted.

En días y momentos anteriores habíamos tenido espacios para hablar y conocernos pero aquel se sentía completamente distinto. El ambiente a nuestro alrededor era íntimo y muy cómodo, nada parecido a la desesperación y frustración que se había estado sintiendo en el castillo.

— Venga. — Su mano se cerró alrededor de mi muñeca y lentamente fue bajando hasta tocar mis dedos, en donde volvió a cerrarla.

Sin decir nada me dejé guiar por él, quien parecía querer que estuviera de pie y a su lado. Sin embargo, me equivoqué. Tan pronto estuve junto a él mi mano fue jalada y con ello perdí el poco balance que tenía. Caía sentada en sus piernas, algo que no dudó en aprovechar.

— Como debe ser. — Murmuró mientras ocultaba su rostro en mi cuello y rodeaba mi cintura con sus brazos.

— ¿Qué ha... hace? — Sus labios besaron castamente mi piel, logrando que mi cuerpo fuera recorrido por cientos de corrientes eléctricas.

— Adorar a mi reina. — Alejó su rostro de mi piel sensible y lo mantuvo a escasos centímetros del mío. — ¿Realmente se ha olvidado de su rey?

— Lo lamento. — De inmediato movió su cabeza de un lado a otro, negándose a aceptar mis disculpas.

— No debe disculparse. Encontraré la forma para que no vuelva a olvidar al hombre que decía amar. — Acortó la poca distancia que había entre nosotros pero no hizo lo que pensaba que haría.

Por instantes me olvidé de que durante todos esos días Alaric no me había presionado ni un poco. Sin embargo, lo volví a recordar cuando dejó un beso en mi mejilla, muy cerca de mi comisura, pero mejilla al fin y al cabo.

— Esperaré por usted. Lo hice cuando rechazó ser mi mujer y lo haré en estos momentos que es mi reina. — Ese hombre era tan dulce... No me lo merecía, no merecía que alguien como él estuviera dispuesto a esperar a que volviera a recordarlo.

— ¿Por qué? — Su mano se posó en mi otra mejilla, aquella que no había sido besada.

— En antaño le dije que mataría por usted. — Sonrió levemente. — Pero también debe saber que daría mi vida por la suya. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora