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Alaric me había arrastrado al comedor después de notar que estaba intentando encontrar algo en aquella habitación en donde había visto a esas dos personas. Al principio me había dejado rebuscar en el espacio vacío pero luego de un tiempo se cansó.

Comió y bebió en silencio, observándome en todo momento como si quisiera comprobar que no estaba perdiendo la cabeza. Él podía dudar de mi palabra pero yo estaba segura de que no había vivido aquello anteriormente. De hecho, la piedra de diferente color la había visto en algunas ocasiones cuando caminaba por el castillo sin rumbo alguno pero jamás me había detenido en ese lugar, al menos no antes del sueño.

Cuando la oscuridad en el exterior fue prácticamente completa todos se encontraban descansando menos yo. No podía, no importaba cuántas vueltas diera en el lecho, no lograba conciliar el sueño.

Mi dedo índice daba vuelvas sin cesar alrededor del broche que se encontraba en el centro del libro. No tenía la intención de buscar nada en particular, simplemente deseaba distraer mi mente aunque fuera por unos pocos segundos.

— No puedo más. — Me quejé mientras tomaba la mochila para guardar el libro.

Teniendo mucho cuidado de no despertar a nadie fui caminando por los pasillos. Habían algunos guardias pero la mayoría se encontraba custodiando los alrededor y afueras de Britmongh.

A medida que pasaba frente a ellos hacían una leve reverencia y luego volvían a su posición inicia, esa en la que parecían estatuas. El castillo estaba en penumbras y el silencio de la noche no ayudaba en nada. Debía admitir que daba mal rollito, sobretodo esas esquinas en las que la iluminación de las antorchas no llegaba.

Avanzaba con la seguridad de que si algo llegaba a suceder los soldados actuarían rápidamente. Sin embargo, mis pasos se detuvieron frente a aquel pasillo, justo al lado de la piedra que me servía de guía.

No había absolutamente nadie, ni un solo custodiaba esa área.

— Mierda. — Las piernas me empezaron a temblar como un aviso de que lo que estaba por hacer era una reverenda estupidez.

Di un paso al frente y con ello sentí que el alma se me salía del cuerpo.

— Eres valiente. — Intenté darme ánimos y continué avanzando.

Mis manos se volvieron puños con cada paso que daba hacia aquella oscuridad absoluta. De pronto una luz naranja se fue encendiendo, iluminando tenuemente lo que quedaba alrededor.

Era esa habitación otra vez y en esa ocasión no estaba soñando.

Era un mal momento para que algo así sucediera. No había nadie cerca de mí y tampoco tenía armar para defenderme, algo que de seguro le iba a encantar a Alaric si llegaba a enterarse de mi caminata nocturna.

Hec est oblatio mea. — La piel se me puso de gallina tan pronto aquella voz llegó a mis oídos.

Las llamas se alzaron en respuesta, iluminando aún más el camino. No logré llegar a la habitación por dos motivos: mi instinto de supervivencia había hecho que mis pies se clavaran en el suelo al reconocer un peligro mayor y porque alguien se había movido hacia mi dirección.

Todo pasó muy rápido, tal vez demasiado para que mi cuerpo pudiera reaccionar. Lo único que supe fue que a pesar de que nadie apareció frente a mis ojos, fui atacada. Algo me atravesó y no se trataba de un arma, fue como algo frío que me derribó casi al instante.

Se había sentido como una brisa helada que me calara hasta los huesos y se robara toda la calidez que había en mí.

Cuando mi cuerpo cayó al suelo y mis parpados fueron cayendo a medida que murmullos comenzaban a escucharse, un par de zapatos aparecieron frente a mis ojos.

Hoc novum offer... — Fue lo último que pude escuchar antes de perder el conocimiento.

La cabeza me dolía como nunca antes y ni hablar de lo molestas que eran las constantes punzabas que sentía. Abrí los ojos con pesadez pero volví a cerrarlos por lo molesto que me había resultado la luz del día.

¿Era de día? ¿Cuándo me había dormido?

— Ha despertado. — La voz de esa persona desconocida me molestó.

Quería silencio y cuanto más mejor.

— ¿Se encuentra bien? — Negué con lentitud.

— Me duele mucho la cabeza. — Mi voz salió ronca y solo entonces me percaté de que tenía la garganta seca. — ¿Qué pasó?

— ¿No lo recuerda? —Volví a negar. — La encontraron en el suelo...

La puerta del aposento se abrió con fuerza y se cerró con mucha más. Las punzadas se hicieron mucho más fuertes debido al ruido innecesario y tuve que llevarme las manos a las orejas en un pobre intento porque cesara.

— Salga. — Ordenó Alaric o más bien rugió.

Abrí los ojos nuevamente para poder ver cómo un hombre de baja estatura y bastante regordete salía del aposento en silencio sin observar al rey.

— ¿Qué hacía fuera de su aposento cuando todos descansaban? — Preguntó poco después de que el hombre salió e inmediatamente fruncí el ceño.

¿Había salido? ¿Para qué? ¿Por qué no podía recordarlo?

— ¡Responda! — Sus manos vueltas puños temblaban del coraje.

— No sé qué decirle. — Fui sincera con él. — No recuerdo haber salido.

— No mienta. — Negué con lentitud.

— Alaric, realmente no recuerdo haber salido. — Todo el coraje que había en su rostro se transformó en confusión. — Estaba aquí, pasando mi dedo por la carátula del libro que me trajo aquí y luego... Nada. No recuerdo haber salido.

— La encontraron cerca del aposento que vio mientras descansaba. — Me informó al mismo tiempo en que llevaba las manos a su cabello y lo echaba hacia atrás.

¿Cerca de ese lugar? ¿Acaso había presenciado algo y por eso no recordaba?

Por la expresión facial que tenía Alaric suponía que estábamos pensando en lo mismo. Si eso era cierto, si realmente había visto algo, mi vida no se encontraba segura y él lo sabía. Desde ese momento debía tener mucho cuidado y desconfiar de todos porque estaba segura que en algún momento iba a ser atacada.

Mi padre siempre me había dicho que debía ser precavida porque las peores traiciones venían de quienes estaban más cerca... Nunca quise prestarle demasiada atención porque después de todo él había nacido en tiempos diferentes a los míos, pero en ese momento fue la primera vez que admití que mi padre tenía razón.

Se había confirmado que alguien nos estaba traicionando pero la pregunta era quién. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora