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Desperté debido a que escuchaba constantemente el crujido de la nieve muy cerca de donde me encontraba. Al girarme me percaté de que me encontraba sola así que supuse que Alaric había ido a hacer guardia.

Antes de salir de allí me estiré y abrigué bien pues era muy temprano y el frío a esas horas era asqueroso. Tan pronto moví la tela de la entrada para poder salir de la casa de campaña, los ojos de cientos de hombres estuvieron sobre mí.

— Buenos días. — Murmuré, sintiéndome intimidada y avergonzada por tanta y tan repentina atención.

Los ojos de Alaric estaban fijos sobre un chico delgado que aparentaba algunos dieciséis años. Lo observaba como si quisiera cortarle el cuello.

— Le dije que no se acercara. —Escupió con malestar. — Le advertí que si llegaba a despertarla lo mataría.

No supe si dejarme adormecer por la ternura y las millones de sensaciones que aquellas despertaron en mí o si debía intentar salvarle la vida a la persona que creía, me había despertado con sus pisadas.

— No importa, estaba despierta. — Alaric me acribilló con la mirada y bufó antes de volver a mirar al chico y hacerle una seña para que desapareciera. — ¿Qué está haciendo? — Le pregunté mientras caminaba hacia él. — ¿Se alimentaron?

— Guardia y no. — Masculló entre dientes. — ¿Por qué mintió?

Vaya, se había molestado...

— Voy a ver que puedo preparar para todos. — A su lado se encontraban los sacos de comida así que no tuve que moverme más de lo necesario. — Cariño, no es necesario que mate a todo el mundo y mucho menos por haber caminado.

— Deje de proteger a todos. — Se cruzó de brazos y giró la cara hacia el lado contrario al que me encontraba.

Sí... Estaba un poco molesto pero al menos se había quedado a mi lado.

Tomé algunas verduras, pedazos de pollo, especias, agua y recipientes para poder hacer una sopa que les ayudara a recuperar el calor que habían perdido. Se tardó un poco pues de debían ablandar las verduras pero al final valió la pena. No era un gran plato pero todos lo bebían como si lo fuera.

Mamá y papá habrían estado orgullosos de mi humilde platillo...

No me senté a comer hasta que el último soldado tuviera su ración, solo entonces me acomodé cerca de Alaric y pude alimentarme.

— ¿Qué tal? ¿Aceptable para el paladar del rey? — Asintió de inmediato.

— Al regresar a Britmongh ordenaré que todas las mujeres abandonen el castillo. — Dijo justo cuando me encontraba bebiendo el caldo.

Al parecer el líquido se me había ido por el galillo viejo porque comencé a toser como si mi vida dependiera de ello. Recibí un par de palmaditas en la espalda por su parte pero eso no evitó que le dedicara una mirada reprobatoria tan pronto me calmé.

— ¿Por qué? ¿Para qué? — Alzó sus hombros levemente.

No estaba siendo frío conmigo pero su cambio de actitud era bastante notable. Comprendía perfectamente que estaba intentando mantener su imagen de rey cruel e inquebrantable, por eso sus reacciones eran débiles, imperceptibles e incluso inexistentes. Aunque lo comprendía, de cierta forma me parecía un poco absurdo porque en Britmongh lo habían visto siendo alguien bastante atento y afectuoso, no mucho, pero siendo algo más que un caparazón vacío.

— Porque confío en usted y en sus alimentos. — Pobres mujeres, si supieran que Alaric estaba pensando en sacarlas para dejarme a cargo de sus comidas...

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora