Al despertar y con la salida del alba sobre nuestras cabezas emprendimos el camino a casa. Por evidentes razones caminábamos rodeados de soldados pero aun así Alaric iba adelante mientras que yo me encontraba a unos cuantos metros de él. Podían llamarme loca, persona con demasiada imaginación o con poca autoestima, pero esa distancia me hizo recordar la diferencia abismal que había entre nosotros.
Alaric era el rey de Britmongh, un hombre de la época medieval y yo solo una extraña en tierras desconocidas. Podía ser hija de reyes pero al lado de él no era nadie. Siempre lo molestaba con que la corona en su cabeza era más mía que suya pero la realidad era que yo no sabría manejar un pueblo. Ni siquiera podía controlar mi vida...
— ¿Alteza? — La voz de Kamal me hizo levantar la mirada.
Mierda, todos me estaban viendo y con obvias razones, había dejado de caminar.
— Ya voy, lo siento. — Murmuré, evitando aquella mirada verdosa que era capaz de encontrar a pesar de haber tantas personas de por medio.
Él era perfecto para el cargo. Autoritario, con mano de hierro, difícil de manejar y poco temperamento, un rey perfecto para controlar a las masas de los tiempos medievales.
— ¿Desea beber agua? — Mis pensamientos se apagaron con la sola mención de ese líquido preciado.
Inmediatamente mi cabeza se giró hacia Kamal, quien sostenía una pequeña copa con agua. Sin pensarlo dos veces la sujeté con ambas manos pero justo cuando estaba por darle un sorbo el envase se me fue arrebatado.
— ¡Ey! — Me quejé.
— Puede beberla usted. — Le dijo Alaric a Kamal. — Mi copa será la de la princesa.
— Como ordene, majestad. — El soldado dio un par de pasos hacia atrás hasta formar parte de los hombres que nos rodeaban.
— Eso era innecesario. — Ignoré por completo el hecho de que él estuviera tendiéndome su copa y continué con mi camino.
Tenía demasiada sed pero por orgullosa no iba a beber, no de donde él lo hacía.
— Thabita...— Dijo mi nombre con un tono de advertencia pero al ver que no tenía una respuesta prefirió volver a actuar como un rey. — ¡Thabita de Edevane!
El silencio se hizo presente. Los soldados habían dejado de reí y de hablar e incluso el viento dejó de hacer bailar las ramas de los árboles.
Con las manos hechas puños y la mandíbula a punto de estallar fui girando lentamente hacia él. Destetaba que me gritara y me tratara como si yo fuera otro de sus soldados pero al parecer todo lo que había dicho durante ese tiempo había sido para no aburrirse.
Que tonta había sido...
— ¿Sí, majestad? — Mascullé entre dientes.
La confusión se apoderó de su expresión facial como si nunca se hubiera esperado que le hablara así.
— ¿Tiene alguna orden para dar o puedo continuar? — Sus ojos quedaron ocultos detrás de sus parpados mientras que con su mano me indicaba que podía seguir. — Imbécil. — Susurré para mí.
El camino se mantuvo silencioso y tenso durante todo el día. Avanzábamos entre altos troncos secos y sobre grandes cantidades de nieve. Pequeños copos caían sobre nosotros y aunque era algo hermoso, no podía olvidarme de quién era la que causaba todo aquello.
— ¿Se encuentra bien? ¿Desea descansar? — Negué ante las preguntas de Jiram, otro de los soldados que siempre estaban a mi alrededor y al que peor le iba en los entrenamientos con Alaric.
Era un chico de no más de dieciséis años que siempre se preocupaba por todos, incluso por el hombre con rabia que siempre lo lanzaba al suelo y le gritaba. Jiram era el primero hijo de seis por lo que tenía que ocuparse de llevar alimento a la mesa y de proteger a su familia. Lo poco que pude averiguar sobre él fue que su padre había muerto en la guerra y que siendo el mayor había tenido que reemplazar a su difunto progenitor.
— Estoy bien, ¿usted lo está? — Asintió de inmediato. — De acuerdo...
Con Jiram no tenía mucha interacción debido a que por lo general era Kamal quien me acompañaba a todas partes pero a ese niño le había tomado un cariño especial, sentía la necesidad de protegerlo. Me parecía tan tierno y pequeño que rápidamente quería alejarlo de todo el mal. Ningún niño debía ir a la guerra, trabajar o casarse a temprana edad, nadie debería.
— Se ve tierno con la nariz roja...— Murmuré para mí.
Podía ser porque estuviera nevando o tal vez se debía al sueño que había tenido la noche anterior, pero me sentía muy sensible.
— Los extraño tanto. — Susurré mientras me separaba un poco del resto.
A papá le encantaba la navidad y si hubiera estado allí se habría aventado a hacer muñecos de nieve o a lanzar sus "proyectiles helados". Amaba con locura hacer bolas de nieves y lanzarlas a todos, incluso a quienes no conocía solo para molestar, reírse un rato y ver como el resto tiritaba de frío.
— Navidad, navidad, dulce navidad. — Tomé un poco de nieve, formé una bola con ella y la lancé hacia Jiram e hice lo mismo una vez más, esa vez para lanzársela a Kamal. — Na nana, na nana, na nanananaa...— Volví a tomar otro poco y la tiré justo cuando el grupo más serio apareció.
El grupo más serio eran esos soldados que nunca sonreían, ni siquiera cuando se les hacían bromas. Eran tan intimidantes que una sola mirada podía hacer que las piernas de cualquiera temblaran y esos eran los que siempre rodeaban al rey. Kamal pertenecía a ese grupo pero como era mi protector, debía estar junto a mí.
— Ah...— Las palabras no querían salir de mi boca.
Esos soldados no dudaron en sacar sus espadas y aunque no me apuntaban con ellas, me estaban advirtiendo. Mientras que ellos lo rodeaban, Alaric mantenía los ojos entrecerrados y mirando hacia el suelo como si allí se encontrara toda la paciencia que no tenía.
— Perdón, yo no...— Mi intención jamás había sido golpearlo, mucho menos en la cara.
Para mi sorpresa, Kamal se fue colocando frente a mí en la misma posición en la que estaban los hombres que protegían a Alaric, solo que él me estaba resguardando detrás de su cuerpo.
— Lo lamento. — Susurré.
Era una tonta, solo a mí se me ocurría comenzar a jugar con la nieve sin medir las consecuencias.
Mi modo sumiso se activó como una forma por intentar sobrevivir y no causar más problemas. Mantuve la cabeza gacha, los ojos en el suelo y las manos entrelazadas frente a los muslos.
Estaba esperando un grito de guerra, ver la sangre correr o algo que me recordara lo imprudente que era pero no, solo sentí una leve presión en mi cara, algo que me quemaba el rostro mientras lo humedecía y luego, frío.
— Andando. — Ordenó Alaric mientras pasaba por mi lado y se sacudía la nieve que quedaba entre sus dedos.
¿No me iba a matar? ¿Ponerme nieve en la cara era su forma de vengarse por mi falta de respeto?
— Procure que mis soldados no vuelvan a alzar su espada en mi contra. — Masculló antes de alejarse.
Pobre Kamal, lo estaba metiendo en demasiados problemas con su rey.
ESTÁS LEYENDO
Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...