Cuando creí que había pasado suficiente tiempo como para que le hubiera sucedido algo y no poder regresar tomé la espada de mi padre y me dispuse a salir. La puerta estaba entreabierta así que si el o los atacantes seguían cerca no iban a poder escucharme.
La madera se encontraba entre mis manos cuando fue empujada, sacándome un gran susto y dejándome expuesta ante la mirada verdosa y el ceño fruncido de Alaric.
— ¿A dónde iba? — Preguntó cuando su mirada descendió de mi rostro a mis manos y de allí a la espada. — No le dije que saliera.
— Cuando comprenda que usted no me manda...— Me mordí los labios mientras bajaba la mirada por algunos instantes. — ¿Sucedió algo?
Su cuerpo me impedía ver hacia el exterior pero estaba segura de que si hubiera sido algo peligroso no estaría tan confiado ni se atrevería a darle la espalda al enemigo. Por eso, cuando se echó hacia un lado para que pudiera ver aquello que había estado cubriendo, no pude evitar contener la respiración.
— Alaric... Creo que estoy viendo cosas...— Susurré, mirándolo y luego observando lo que se encontraba en la oscuridad.
— Le dije que vendrían por nosotros. — Sus comisuras se elevaron con una especie de orgullo y arrogancia difícil de ocultar.
Estaba orgulloso de que su ejército no nos hubiera abandonado para elegir a un nuevo rey.
— Alteza. — Saludaron todos con una leve reverencia.
— Estoy tan feliz de verlos...— Intenté correr hacia ellos para abrazarlos pero el brazo de un Alaric ceñudo me lo impidió.
Oh... Con que iba enserio eso de alejarme de los soldados...
— Partiremos a Britmongh con el alba. — Informó el rey antes de hacerles una señal a sus soldados para que descansaran mientras que yo era llevada hacia el interior de la vivienda por él. — ¿Iba a lanzarse a ellos?
— Por supuesto que sí, vinieron a salvarnos así que es lo mínimo que puedo hacer. — Como si fuera una advertencia silenciosa, Alaric sacó su espada, puso su dedo índice en la punta y comenzó a girarla sin dejar de mirarme.
Que sensual se veía el desgraciado...
— He entendido. — Con una sonrisa falsa en los labios, un leve asentimiento y un movimiento de barbilla en dirección al lecho, me hizo saber que estaba ordenándome descansar. — Descanse señor...
— Descanse. — Masculló.
Poco después de acostarme sentí movimiento a mi lado. No era necesario abrir los ojos para saber que se trataba de Alaric, principalmente porque si fuera alguien más probablemente habría muerto con solo intentar entrar.
La calidez de las mantas y de la fogata fue abrazándome, llevándome con ella al mundo de los sueños.
Mis ojos se abrieron y pude ver un gran árbol de navidad frente a mí. Todo estaba adornado, la puerta, el árbol e incluso los marcos de las puertas tenían sus decoraciones.
Me encontraba sentada en el suelo con un par de guirnaldas en las manos. Era pequeña, tal vez no llegaba a tener ni siquiera tres años pero allí estaba, intentando ayudar en lo que podía. En unos momentos estaba simplemente mirándolas y en otros me encontraba dando vueltas alrededor de mamá, envolviéndola con el adorno.
Para mí se veía muy bonita con mi decoración y a papá parecía gustarle porque no dejaba de reír. Sus ojos brillaban como dos luces de navidad y siempre sonreía, incluso cuando lanzaba adornos y estos le caían en los zapatos.
El tiempo pasó muy rápido y por lo mismo ya no tenía dificultades al caminar, sino todo lo contrario. Corría como si mi vida dependiera de ello y de cierta forma era así porque papá me seguía de cerca.
— ¡No! — Grité cuando fui atrapada.
Rápidamente mis costillas fueron atacadas por sus dedos y las cosquillas comenzaron a hacer lo suyo. Mi risa se escuchaba por todas partes y aunque mamá estaba allí mirándonos, no hacía nada para que papá dejara de hacerme cosquillas.
— Querías hacer travesuras, ¿eh? — Preguntó divertido.
— Papá...— Me costaba hablar y sentía que me iba a hacer pipí.
Como si pudiera leer mi mente dejó de torturarme como siempre hacía cuando tomaba sus cosas y las ocultaba. Era nuestra forma de jugar, yo escondí sus relojes o las llaves del auto y él me perseguía para que se los entregara. A veces me seguía la corriente y hacía como si buscara sus pertenencias pero por lo general prefería provocar mi risa.
— Iré a preparar la cena, procuren no destrozar la sala. — Habló mamá, acercándose a nosotros para besar mis regordetas mejillas. — Malek, compórtate.
— Sí señora. — Respondió él con una gran sonrisa en los labios.
Cuando mamá se alejó papá sacó mis juguetes del cajón que siempre teníamos en la sala para guardar los que dejaba tirados por la casa.
— Bebita. — Colocó frente a mí tres de mis peluches favoritos. — Vamos a practicar, ¿sí? — Asentí rápidamente.
Me quedé mirando fijamente al osito de felpa que se encontraba en el centro. Ese me lo había regalado papá para mi segundo cumpleaños y sin él no podía dormir. Era rosa pastel, tenía un gran lazo sobre su oreja derecha que combinaba con el vestido amarillo que el osito tenía puesto.
Por más que lo miraba nada pasaba y lentamente mi labio inferior fue sobresaliendo en un puchero, cosa que no pasó desapercibida para papá.
— Está bien Thabita, solo piensa en...— Con el ruido de unos zapatos acercándose a nosotros los peluches desaparecieron de mi vista. — Secreto.
— Secreto...— Susurré mientras llevaba mi dedo índice a mi boca.
— ¿Por qué están tan callados? — Apareció mamá con el ceño fruncido y una sonrisa.
— Por nada. — Los ojos de mamá pasaron de estar en papá a mirarme.
— Thabita...— Comencé a jugar con mis dedos porque papá me había dicho que era un secreto pero mamá...— ¿Qué estabas haciendo con papá?
— Jugando. — Cuando se sentó frente a mí papá y yo nos miramos.
— ¿Otra vez jugando a los superhéroes? — Mis ojos se abrieron con exageración. — Malek.
Nos había descubierto.
— Puedo explicártelo. — Me llevé el pulgar a la boca mientras era tomada en brazos por mamá y sentada en su regazo. — Solo quería saber si...
— Han pasado tres años desde que te dije que podía tener poderes pero era una broma. Deja de intentar ver si en algún momento podrá mover cosas con la mente porque es una niña completamente normal, sin poderes, dones fuera de lo común o cualquier otra cosa que pase por tu mente. — Mi cabeza descansaba sobre el pecho de mamá y mientras los escuchaba hablar mis parpados fueron cayendo.
— Solo tenía curiosidad. Después de todo no es muy normal viajar al pasado y formar una familia con un hombre de allá. — Masculló. — No lo volveré a hacer.
— Promételo. — Sus meñiques se entrelazaron. — Iré a acostarla.
— ¡No! — Saltó, asustándome un poco. — Lo siento, Lucecita. — Besó mi frente con suavidad. — Yo la acuesto, sabes que es una de mi cosa favorita... No seas mala, anda. — Estiró los brazos hacia mí. — Ven Thabita, ven con papá.
— Todo lo que tenga que ver con ella es tu cosa favorita. — Murmuró pero al final terminé entre los brazos acogedores de mi padre. — Ve, le daré de comer dentro de un par de horas.
Después de eso todo se volvió oscuro y silencioso. Solo volví a ver cuando abrí momentáneamente los ojos y me encontré con papá dormido a mi lado. Puse mis pequeños brazos sobre mi cara y volví a dormirme junto a él.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...