Me encontraba mirando fijamente aquello que Alaric consideraba que era importante para mí. Habíamos estado tomando y descartando cosas con el pasar de los días pero nada parecía resultar.
— ¿No? — Moví la cabeza en una respuesta negativa.
— No, nada. — Sus labios se volvieron una línea recta mientras alejaba el arco y las flechas que supuestamente me había hecho mi padre. — Lo siento.
Si ni siquiera era capaz de recordar un regalo que según Alaric, adoraba, ¿con qué más podría hacerlo?
— Encontraremos algo. — Ya ni siquiera se escuchaba convencido de lo que decía.
Los primeros días estaba decidido a lograr que recuperara la memoria pero al tercero... Todo se fue hacia abajo cuando me entregó la manta con la que había dormido nuestro hijo y no pude reconocerla.
Me sentía perdida y frustrada. Era una completa desconocida para mí misma que se encontraba rodeada de personas que sabían quién era yo. Era patético que alguien más supiera más de una persona que ella misma.
Poco después de que se llevaran el arco, Alaric se fue a su despacho, en donde permaneció toda la tarde. Tenía responsabilidades y no podía dejarlas completamente de lado solo porque su esposa no recordaba nada.
Habían sido días agotadores. Con cada objeto que era alejado me iba a dar vueltas por el castillo con el único objetivo de encontrar algo que me resultara familiar, pero lastimosamente no había tenido resultados positivos.
Entré nuevamente a la que había sido la habitación de Kail y me mantuve allí durante bastante tiempo, pasando mi dedo por los bordes de la cuna o tocando los pocos mantos que había llegado a utilizar. No lo recordaba pero eso no quería decir que no sintiera un vacío impresionante en mi pecho. Lo había perdido y ni siquiera era capaz de recordar su rostro...
¿Qué clase de madre había sido?
No.
¿Qué clase de madre era? Porque él podía haber fallecido pero no por eso dejaba de ser mi hijo.
Había ido al lugar en donde se encontraba enterrado que era capaz de llegar sin necesitar prestar atención al camino. Siempre quitaba la viene que lo cubría y me quedaba allí durante horas, hasta que el cielo se oscurecía. Sin embargo, ese día no fui a visitarlo, al menos no después de ir a su aposento. Primero deseaba ver si podía recordar algo para poder contárselo como seguramente lo habría hecho si estuviera con nosotros.
— Veamos...— Murmuré mientras salía de la habitación a la que solo Alaric y yo podíamos ingresar.
Él me había dicho que personalmente se había encargado de que todo estuviera como yo lo había dejado. Me repitió una y otra vez que los servidores del castillo únicamente podían ingresar si yo lo autorizaba y los supervisaba pero como eso no había sucedido hasta el momento, entonces nadie más había puesto un pie allí.
Caminé y continué caminando hasta llegar a mi espacio de creatividad, ese que tenía muchos envases llenos de pintura, pinceles hechos a mano en diferentes tamaños y grosores y muchas telas en las que pintar.
Me gustaba ese lugar y como según había escuchado, Alaric me lo había obsequiado como regalo de bodas, podía estar allí cuanto quisiera.
Era un lugar precioso con unas vistas espectaculares. Si las copas de los arboles hubieran estado repletas de hojas, aquel bosque se habría visto magnífico.
— Ojala dejara de nevar... — Murmuré por lo bajo.
Mis ojos estaban fijos en los troncos secos de los árboles, cuando algo más llamó mi atención. Era oscuro, bastante grande y rápido como para ser un animal. Entonces, después de que se moviera de un lado a otro, escaló uno de los arboles más grandes y se dejó caer sobre la muralla como si no le hubiera costado ningún esfuerzo.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...