El rey de ojos verdes había vuelto a ser mi sombra desde la visita de la bruja. Me seguía a todas partes o bueno, a los pocos lugares a los que iba. Prefería mantenerme en mi aposento o estar sentada frente a los envases llenos de pintura durante horas. Sin embargo, cuando me desplazaba de un lado a otro él me seguía a unos pasos de distancia.
— ¿Cuánto durará su malestar? — Preguntó a mis espaldas. — Le he dicho que lo lamento.
No, no lamentaba haberme encerrado. Lo único que tal vez podía lamentar era lo que sucedió después, eso que yo no recordaba.
— Estoy perdiendo la paciencia, mujer. — Gruñó, logrando que los soldados se pusieran tensos. — Debemos ir a la ejecución.
Detuve mis pasos en medio del pasillo y volví mis manos un par de puños. No estaba de acuerdo con aquella ejecución, Alaric no tenía pruebas suficientes a pesar de que efectivamente, era sospechosa la presencia de Enma justo antes de lo ocurrido en el baño.
— No puedo permitir que esa mujer viva después de su traición. — La seguridad en su voz era molesta.
Traición...
Traición...
Esa palabra se repetía una y otra vez en mi cabeza pero, ¿por qué?
— Debo protegerla. — Una risa seca se me escapó. — Me he disculpado con usted y sigue sin aceptarlas.
Y no lo haría hasta que todo mi malestar desapareciera.
Caminé hacia la salida, en donde Alaric apresuró su andar y se posicionó a mi lado. No tenía pensado colocar mi mano sobre su brazo pero lo pensé mejor. Si no lo hacía iban a comenzar a correr chismes por todo el pueblo y posiblemente fuera de éste, volviéndonos un blanco fácil para atacantes.
Mi mano liberó su brazo tan pronto llegamos a los tronos frente al lugar de las ejecuciones. De tan solo pensar que observaría nuevamente la muerte de alguien se me revolvía el estómago.
Enma fue llevada casi arrastras y lanzada frente a nosotros. Su rostro se veía magullado y sus vestimentas estaban sucias.
— Majestad...— Susurró ella con la mirada fija en mí.
— Silencio. — Ordenó Alaric como si supiera que estaba por desmoronarme frente a todos. — Usted está siendo juzgada por traición a su reina. Fue la única mujer que ingresó al aposento de la reina y poco después ella yacía bajo en agua, prácticamente muerta.
La multitud de expectantes jadearon con muecas de horror en sus rostros. Para ellos la imagen de la reina era importante, una conexión entre el rey y su pueblo, alguien que debía tomar el papel de intermediario en privado.
— Majestad, juro que nunca heriría a la reina. — Se acercó un poco más, arrastrando las rodillas en la nieve. — Jamás le haría daño, mi reina.
A mí no me tenía que demostrar nada porque le creía, el problema era Alaric. Él desde un inicio la había visto como una amenaza y ser la única persona en estar conmigo ese día no le beneficiaba, a los ojos del rey la hacía culpable y por lo mismo, merecía morir.
— ¿Cómo explica lo sucedido con la reina? — Escupió con rabia.
Ese asunto le molestaba bastante porque sucedía en su castillo, bajo su nariz y protección. Sentía que se estaban burlando de él, que lo veían como un rey inútil incapaz de poder proteger o castigar como era debido.
— No... No lo sé. — No era una buena elección de palabras. — Ella se encontraba bien al ingresar y salir. No le hice nada... Debe creerme.
Bajé la mirada a mi regazo, intentando que las lágrimas que comenzaban a acumularse no fueran notadas por nadie.
— Britmongh. — El rey se puso de pie. — La decisión es suya. Si fuera por mí, esta mujer habría muerto. Ustedes como pueblo deben elegir si desean proteger a la reina o si desean esperar a que ella sea asesinada. — Su cuerpo se giró hacia mí por lo que tuve que levantar la mirada. — La bruja desea matar a mi esposa, ¿permitirán que alguien más quiera herirla? — Dijo sin alejar sus ojos de los míos.
Era la primera vez que lo observaba directamente a la cara desde lo sucedido y debía admitir que no me esperaba verlo así. Tenía ojeras bajos los ojos, sus labios se encontraban resecos y su expresión era mucho más intimidante de lo habitual.
Al parecer no había sido la única que había pasado una noche complicada.
Bajé la mirada nuevamente a mi regazo para evitar sentirme culpable por mi forma de actuar y terminar cediendo. Sí, había cometido un error al dejarla entrar pero eso no le daba el derecho a Alaric de encerrarme.
— ¿Vive o muere? — Preguntó con un tono de voz mucho más alto del que había estado utilizando.
Su cuerpo seguía girado hacia mí como si esperara algo.
— ¡Muere! — Gritó un hombre y desde ese momento todo se descontroló.
Gritos, abucheos y demasiado ruido, todo eso cargó el ambiente. La gente estaba sedienta de venganza mientras que la víctima solo deseaba que el nudo en su garganta desapareciera.
— Que así sea. — Enma gritó, pataleó y suplicó por su vida pero a ninguna de esas personas parecía importarles.
Y yo... Yo tenía un gran cargo de conciencia porque sabía que no era lo correcto.
Tan pronto Alaric volvió a sentarse coloqué mi mano sobre su brazo. Bajo mi tacto su cuerpo se tensó más no dijo nada.
— Déjela vivir. — Pedí. — Siento que es inocente.
— Sus sentimientos no permiten que tome decisiones correctas. — Levantó la mano, listo para dar la señal.
— ¿Eso es lo que cree? ¿Cree que mis sentimientos son un problema? — Su mano flaqueó ligeramente.
Yo pude ver ese movimiento involuntario porque estaba cerca pero el resto de los presentes no pudieron.
— No se preocupe, mis sentimientos no volverán a ser un problema para su toma de decisiones. — Me puse de pie con toda la elegancia posible e hice una leve reverencia al rey y al pueblo antes de darme la vuelta e ingresar al castillo.
Si iba a matarla no lo haría frente a mí. No iba a permitir que mis estúpidos e innecesarios sentimientos fueran una piedra en su camino.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...