Desperté sobre saltada e inmediatamente me llevé las manos al cuello. Seguía viva, prácticamente sentenciada a muerte pero aún continuaba respirando.
Ese no había sido un buen comienzo.
Dejé de sujetarme el cuello y me senté para poder observar el lugar en donde me encontraba. Estaba oscuro, húmedo y sucio. Incluso era capaz de escuchar a las ratas royendo algo.
Ese maldito me había encerrado.
— No puede ser... — Susurré para mí. — Estamos perdiendo el tiempo.
No había llegado hasta ahí para ser encerrada. Había cosas más importantes que hacer que estar sentada en el suelo de una fría y solitaria celda.
— ¡Oye! ¡Necesito hablar con tu rey! — Grité.
No veía a nadie en particular pero dudaba mucho que los calabozos estuvieran sin vigilancia. Como si la vida me hubiera respondido, un hombre se acercó a mi celda y le dio una patada a los barrotes para que me callara.
— Son tan amables. — Murmuré para mí. — ¡Es importante!
Nada. Solo había ido para patear y luego volvió a desaparecer.
Estuve pegándole a la pared y haciendo ruidos durante horas pero nadie apareció. Si la paciencia no era lo suyo y no me habían atacado por estar molestándolos, significaba que se habían ido lo suficientemente lejos como para no escucharme.
Aprovechando la ventaja de serles indiferente comencé a toquetear los barrotes en un intento por descubrir en dónde exactamente se encontraba ubicada la cerradura y cómo podía destrabarla. Al final me rendí. No había encontrado nada, ni siquiera una mísera aldaba.
En el interior de la celda comenzó a filtrarse un frío mortal, de esos que podían congelar a cualquiera y matarlo de hipotermia en pocas horas.
— Me estoy congelando, ¿podrías al menos traer una manta? — Pregunté a la nada. — Si me enfermo no le gustará a tu rey, a tu verdadero rey. — Murmuré más para mí que para quien quiera que estuviera escuchando.
Nada, ni un solo ruido.
Podía ser que se hubiera muerto y que nadie fuera a hacerme caso hasta el cambio de turno, cuando encontraran el cadáver del otro guardia.
No sé si fue por el aburrimiento o porque la soledad no era lo mío, pero comenzaba a sentirme observada. Era como si no estuviera sola en aquella celda oscura y eso me aterraba. Pensar en que le había estado dando la espalda a alguien que podía haberme matado era horrible.
— ¿Hay alguien aquí? — Acerqué mi espalda a los barrotes para poder observar el interior del lugar.
Tomando el valor suficiente me acerqué y toqué cada rincón, pudiendo respirar tranquila al ver que me encontraba sola.
Como pude me acurruqué para intentar mantener mi cuerpo relativamente calientito y a los pocos minutos me quedé dormida.
Estaba corriendo por mi vida. Algo me seguía de cerca pero no quería ver lo que era.
Mis piernas dolían y mi pecho quemaba. No podía más, ya no más. Caí al suelo y esa cosa comenzó a arañar mi cuerpo con sus inmensas garras. Me arrancaba la piel a trozos con las manos e incluso con sus filosos dientes. Mis gritos y suplicas no causaban nada en la bruja y nadie acudía en mi ayuda.
— ¡Mía! — Gritó a centímetros de mi cara y yo no pude evitar gritar cuando lo hizo.
Su boca se hacía más y más grande frente a mis ojos. De un momento a otro mi cabeza estuvo en el interior de su boca y sus dientes se incrustaron alrededor de mi cuello, decapitándome en el acto.
Abrí mis ojos presa del pánico y llevé nuevamente las manos al cuello. Se había sentido real, demasiado para mi gusto. Estuve sentada con la espalda pegada a la pared más cercana e intentando tranquilizarme durante lo que parecieron horas.
Tenía hambre, frío y quería ir al baño. Tres males que estuvieron atacándome constantemente hasta que me fui a una esquina y me deshice de uno de ellos. Tres que estuvieron acechando durante el tiempo que estuve allí encerrada.
No sabía si habían pasado días desde mi llegada o tan solo unas pocas horas pero me sentía débil. La falta de comida, de agua y la constante exposición al frío me tenían acostada en el suelo sin poder levantarme y sin poder levantar la mirada.
Cuando un soldado pasó por mi celda tomé todas las fuerzas que pude recolectar y me senté.
— No soy una espía, mi nombre es Thabita de Edevane. — Murmuré cuando justo pasaba. — Mi padre es el eterno rey de Britmongh y solo vine a ayudarlos...
Me había escuchado, de otra forma no se hubiera detenido. Sin embargo, no pude confirmar nada porque luego de eso mis ojos se cerraron y lo último que pude sentir fue el impacto de mi cabeza rebotando contra el húmedo suelo del lugar.
Mi cuerpo estaba ardiendo y lo que tenía sobre mi frente no ayudaba en nada. Me sentía muy mal y solo quería que mi mamá me preparara una de sus teses milagrosos mientras papá me cuidaba.
— Mamá...— Me escuché balbucear.
— ¿Es una Edevane? — Preguntó una profunda y lejana voz.
No podía identificar de dónde provenía y tampoco quién hablaba porque ni siquiera podía abrir los ojos para ver en dónde me encontraba.
— Papá...— Susurré con dificultad.
— Veamos si usted es o no, una Edevane. — Susurró y en esa ocasión lo escuché muy cerca de mí.
Luego no escuché nada más. Por suerte no volví a tener pesadillas con la bruja ni soñé con nada en particular ni relevante que pudiera recordar. Por primera vez en meses había podido descansar sin levantarme en mitad de la madrugada asustada y sudando.
— Diga mi nombre. — Escuché esas palabras que se habían vuelto algo recurrentes.
— A...— Intenté decirlo pero no pude, nunca podía.
Y aunque podía ser frustrante, en ese momento solo me llenó de tranquilidad. Algo en esa voz desconocida me tranquilizaba y me hacía sentir segura incluso cuando estaba muerta de miedo.
Me moví levemente y lo que tenía sobre la frente se cayó a un lado, siendo recogido casi de inmediato y vuelto a colocar en donde estaba. No me encontraba sola y aunque en esos tiempos cualquier compañía era peligrosa, me sentí protegida.
Por eso terminé de dejarme abrazar por el cansancio. Dejé de pensar, sentir y escuchar.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...