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El rey de Britmongh había dejado su orgullo a un lado para revisarme o mejor dicho, para asegurarse de que no me estuviera muriendo. A sus oídos había llegado que estaba durmiendo demasiado y en vez de enviar a un médico prefirió verme él mismo.

Desde el día que toqué su rostro no lo había visto y de eso ya habían pasado algunos amaneceres, tal vez más de los que podía recordar.

— He escuchado que descansa más de lo debido. — Habló con seriedad mientras me observaba con los ojos entrecerrados.

— Sí, eso dicen. — Lo imité.

— ¿Se encuentra bien? — Asentí levemente sin dejar de igualar sus gestos.

— Así es. — Ambos nos mantuvimos en silencio, mirándonos fijamente como si estuviéramos retándonos.

— ¿Su herida ha mejorado? — Volví a asentir. — ¿Cuándo cree que pueda ir a luchar?

— Dos o tres albas. — Aseguré sin temor a equivocarme. — Solo para evitar que la herida se abra.

— En un par de albas partiremos. — Mi cabeza se movió de arriba a abajo en respuesta. — Debería alimentarse.

— Lo hago. — Salté a defenderme rápidamente. — Pero...

— ¿Pero? — Negué con lentitud.

— Nada. — Su mirada verdosa estaba fija en mi cara y eso por algún motivo desconocido, me ponía nerviosa. — No es nada.

Con un leve y desconfiado asentimiento emprendió su camino hacia el exterior del aposento.

Si en un par de albas íbamos a irnos al campo de batalla, debía practicar. Lentamente me levanté, mis piernas temblaban y mi cuerpo se sentía como si estuviera hecho de plastilina pero me mantuve de pie y firme gracias a la pared. Mis pasos eran lentos y vestirme fue un martirio, sin embargo, lo logré.

Ya estando vestida salí del aposento con el arco y las flechas entre mi brazo derecho y mi costado mientras que con la izquierda me sujetaba.

— ¿Princesa? — Una voz conocida a mis espaldas me dio tanta curiosidad que tuve que detener mis pasos. — ¿Se encuentra bien?

— Kamal, es bueno verlo con vida. — Sonreí porque era sincera, realmente me alegraba verlo bien y con vida.

— Le agradezco. — Hizo una leve reverencia antes de acercarse a mí. — ¿Va a alguna parte? No se ve bien, alteza, debería descansar.

— Llevo descansando largos días y me hago débil. — Reí sutilmente pero a él no pareció hacerle gracia mi comentario. — ¿Podría ayudarme a llegar al exterior? Quiero practicar un poco.

— Debería decirle al rey. — Negué de inmediato.

— El rey tiene muchos problemas que resolver. — Y Kamal lo sabía, no por nada era uno de los soldados a los que Alaric le encargaría su vida a ciegas.

Ellos dos podían no tener una gran relación ni intercambiar más de tres palabras al día, pero Kamal era leal a su rey y éste lo sabía, por algo confiaba ciegamente en su soldado.

Con la ayuda de Kamal logré llegar al exterior sin tropezar, caerme o hacerme algún tipo de daño. Mientras me preparaba, el que había sido el guardián de las celdas se mantuvo a mi lado. En el fondo creía que lo hacía porque me veía tan débil que prefería quedarse por si llegaba a sentirme mal que no me encontrara sola y sin ser escuchada. No era su obligación ser mi niñera pero siempre era agradable estar acompañada en ese gran y peligroso lugar que se había convertido Europa.

— ¿Irá con nosotros? — Mi pregunta lo tomó por sorpresa. — A luchar.

— ¿Usted irá? — La sorpresa en su voz y mirada me daban a entender que solo Alaric sabía que yo iba a ir con ellos. — Pero usted es...

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora