🏹56🗡️

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La nieve crujía bajo mis pies descalzos mientras avanzaba por un camino que se encontraba entre los árboles. Pese a no llevar zapatos ni ropa abrigadora, no sentía frío sino una leve brisa fresca.

Era todo realmente extraño, sobre todo cuando del cielo comenzaron a caer gotas de color rojo carmín y los árboles se hicieron mucho más altos, tanto que no podía ver sus copas. Estaba sola o eso quería pensar a pesar de estar escuchando unos pasos a pocos metros de mí. Continué caminando durante un poco más hasta que mi cuerpo tomó la decisión más sabia posible para intentar sobrevivir a ese lugar, observar hacia atrás.

— ¿Por qué me sigues? — Pregunté a quien hasta ese momento había sido una presencia desconocida.

— Estaba preocupado por ti. — ¿Preocupado por mí? ¿Por qué?

— Estoy bien, no debes temer. — Extendí las manos hacia el cielo, dejando que mis palmas se llenaran de aquel líquido que olía a metal.

— Tu camino se tiñe de rojo sangre, es normal que me preocupe. — Él caminó hacia mí, reduciendo la distancia que nos separaba. — Me preocupo por mi esposa, Thabita.

Mi ceño se frunció profundamente al escuchar esas palabras. No, era imposible que estuviéramos casados, principalmente porque en mi dedo anular no había...

Un anillo...

— Por tu expresión puedo ver que olvidaste el día que nos casamos. — Una risa seca y un poco desilusionada salió de su boca. — No te culpo, esto de estar en el medievo y lidiar con cosas sobrenaturales debe ser una mierda que te mantiene con la cabeza ocupada. — Sus comisuras se elevaron un poco en lo que pareció ser una mueca de desagrado. — No me gusta mentirte así que te diré que no estamos casados pero es lo que deseo.

— Yo...— Negó lentamente con la cabeza.

— Escucha, yo esperaré por ti el tiempo que sea necesario. — Murmuró, tomándome de las manos.

— Ian, nadie está seguro de que pueda volver. — Volvió a negar, solo que en esa ocasión tenía una sonrisa en los labios.

— Sé que volverás y cuando eso ocurra no voy a parar hasta que te enamores de mí. — Aseguró sin apenas pestañear.

— Ian... Ya hemos hablado de esto. — Sus manos soltaron las mías y se apoderaron de mi rostro, uno que acariciaban sin parar.

— Ese anillo en tu dedo tomará mucho más valor y seremos una pareja feliz. — La duda en mi rostro fue como una patada en su orgullo. — A él lo dejaste ponerte un anillo en el dedo a pesar de todo lo que te ha hecho... Te ha herido, gritado y menospreciado, pero aceptaste ser su esposa sin dudarlo. ¿Por qué conmigo no eres así? ¿Por qué no aceptas que ese anillo en tu dedo es una muestra de amor? Podríamos ser felices, yo me encargaría de eso.

— Porque yo... Te veo como un amigo. — Susurré mientras agachaba la cabeza.

No quería herirlo pero si continuaba permitiendo que se hiciera ideas erróneas iba a terminar peor.

— A él deberías verlo como lo que es, un monstruo. — Escupió con desprecio.

— Tal vez, pero no puedo. — Aquello pareció molestarlo pues se alejó de inmediato y comenzó a pasar las manos por su cabello.

— ¿No puedes o no quieres? — Era una buena pregunta...

¿No podía verlo como un monstruo o no quería hacerlo?

— No puedo ni quiero. — Respondí después de haberme mantenido en silencio durante algunos segundos. — Él no es un monstruo y no puedo ni quiero verlo como tal.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora