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Los días podían pasar muy rápido cuando se tenía la mente en otro lugar. No recordaba el momento exacto en el que habíamos puesto una fecha para la boda pero ahí estaba, siendo vestida para esa gran fecha que tenía a todo el mundo corriendo.

Estaba nerviosa y mis manos sudaban como si se trataran de dos regaderas. Me encontraba de pie, esperando a que mis damas, quienes eran vigiladas por una mujer de confianza de Alaric, terminaran de ajustar un poco el vestido que llevaba puesto. A simple vista podía decir que era una pieza hermosa. Era de color rojo y tenía unos bordados en dorado que lo hacían lucir como lo que era, el vestido de bodas de una futura reina.

Al principio debía admitir que me pareció extraño pues estaba acostumbrada a ver vestidos blancos que representaban la pureza de la novia y chalala. Sin embargo, que Alaric hubiera decidido que nuestras vestimentas fueran de color rojo era un cambio bastante radical porque hasta el momento nadie había contraído nupcias con algo que no fuera blanco o crema.

Tenía muchas dudas sobre su decisión pero después, cuando me lo puse y me entretuve con aquellas mangas largas y amplias, mi perspectiva de él cambió.

— Se ve hermosa, alteza. — Sonrió Enma, quien había dejado de tocar el vestido para ver si todo estaba bien al frente.

— ¿Lo cree? — Letta asintió mientras se posicionaba al lado de su compañera.

— Realmente hermosa. — Mi mirada y la de mis damas fueron hacia la cuarta mujer en esa habitación.

— El rey quedará sin palabras. — Aseguró, aprobando mi aspecto.

Alaric sin palabras... Eso sería bastante divertido y entretenido de ver.

— Mi señora, el rey ha llegado. — Las damas y la otra mujer se colocaron frente a mí, haciendo una reverencia cuando la puerta se abrió y desapareciendo antes de que él ingresara.

— Majestad. — Hice una corta reverencia al hombre que no había dado ni un paso hacia el interior de la habitación. — ¿A qué debo su visita?

— He venido por usted. — Murmuró sin dejar de observarme con detenimiento. — El pueblo nos espera.

A pasos lentos me acerqué a él para sujetar su brazo y ser guiada hacia el lugar en donde nos casaríamos y a su vez, que haría mi juramento, otra decisión de Alaric. Él había dicho que si hacíamos dos eventos distintos corríamos mayor riesgo de que algo sucediera y prefirió hacerlo todo de una vez antes de afrontar un posible peligro.

— ¿No se molestarán por los ropajes y la juramentación? — Los ojos de Alaric me observaron por algunos instantes antes de volver la vista al frente.

— Soy el rey y usted pronto será reina, nadie se atreverá a contradecirnos. — Asentí un poco más tranquila. — Y si alguien se atreve a hacerlo lo mataré.

— No puede hacerlo. — Murmuré mientras colocaba una leve sonrisa en los labios.

— Le dije que mataría por usted. — Repitió aquellas palabras que estaban cargadas de tantas cosas confusas. — Sería capaz de cortar las cabezas de todos los hombres y mujeres que osen a faltarle el respeto. — Eso lo había dicho mientras observaba a los soldados.

— No será necesario. — Me adelanté a decir antes de que alguno de ellos se desmayara frente a nosotros.

Continuamos nuestro camino en silencio, observando hacia adelante como si no estuviéramos nerviosos.

Lo que en un principio había sido un gesto de caballerosidad por su parte, se había convertido en prácticamente lo que me mantenía de pie. Mis piernas temblaban tanto que avanzar sin tropezar era un reto. Sentía que iba a desmayarme y si no fuera porque mi mano descansaba sobre el antebrazo de Alaric, tal vez habría caído inconsciente hacía bastante.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora