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— ¿Está...? ¿Está muerta? — Preguntó el rey de Krashnia, quien si bien había luchado, se mantenía distante de la bruja.

— ¿Por qué no viene y se asegura? — Murmuré mientras me hacía a un lado.

Al no ver movimiento de su parte, cosa que esperaba, me atreví a patear su pierna huesuda en repetidas ocasiones.

— ¿Anya? — Mis ojos viajaron a su rostro y fui testigo de cómo sus comisuras fueron elevándose.

— La bruja ha muerto. — Con un movimiento de su mano derecha lo que hasta entonces había sido el cuerpo inerte de la bruja, se convirtió en polvo.

Ese polvo era realmente oscuro y aunque de él salía un hedor inconfundible a muerte, lo que llamó nuestra atención fue que mientras era llevado por el viento, una esfera pequeña y luminosa se elevó hasta desaparecer en el cielo.

— Que en esta época descanse en paz el alma de la viajera que falleció. — Murmuró, siendo secundada por el aquelarre.

— Ya todo terminó, Leigh. — Después de esas palabras todos comenzamos a abrazarnos.

Para mí podían haber sido un año o dos, incluso tres, pero para ellos había sido tanto tiempo que no me consideraba capaz de poder explicar los sentimientos que debían estar atravesándolos en esos momentos. Muchos lloraban, ya fueran por la victoria o porque por fin podían llorar a sus fallecidos, sin embargo, la gran mayoría estábamos celebrando que por fin todo había terminado.

Las muertes, las pérdidas materiales y el sufrimiento, fueron vengados con su muerte.

Solo en ese momento cada alma podría descansar en paz, incluso la de mi pequeño Kail.

Me separé de la muchedumbre para ir con Alaric, quien se había mantenido relativamente distante del resto. No dudé en fundirme en un cálido y reconfortante abrazo con él.

— Lo hizo. — Murmuró cerca de mi oreja. — Kail habría estado orgulloso de tener una madre tan fuerte como usted.

Entonces recordé esas palabras que antes no había entendido.

"Mamá acabó con el mal". "Mi mamá es muy fuerte, no le tiene miedo a nada".

Y lloré, lloré como no lo había hecho desde la muerte de Kail. La única diferencia era que ya no estaba sola, Alaric estaba sosteniéndome mientras me dejaba llevar.

No, yo no había sido fuerte, había sido Kail. Él se había presentado en mis sueños y de cierta forma me había advertido que no iba a poder verlo crecer. Sin embargo, me mostró cómo hubiera sido con algunos cinco o seis años, incluso me dejó arrullarlo. Sin duda alguna el fuerte, valiente y maravilloso había sido mi bebé.

— Gracias bebé, mamá y papá te aman mucho. — Balbuceé entre llanto.

Los brazos de Alaric no dejaron de rodearme ni siquiera cuando logré tranquilizarme. Incluso después de eso continuó dándome apoyo a pesar de que no me estaba rodeando de forma protectora. Se mantenía a mi lado, con uno de sus brazos rodeando mi espalda y permitiéndome apoyar mi cabeza sobre su hombro.

— Le dije que cuando la bruja muriera le diría lo que es para mí. — Susurró con los labios sobre mi cabello. — Es mi mayor riqueza y daría todo lo que poseo por tenerla a mi lado.

— Lo amo mucho. — Volvía a abrazarlo, no sin antes besar sus labios.

Me sentía amada, protegida y valorada por él, algo que siempre había deseado sentir y que por fin tenía.

— También la amo, mi reina. — Sus leves caricias en mi espalda me adormecieron.

— ¿Puedo hablar con la reina? — Giré mi cabeza hacia mi lado izquierdo, encontrándome con Anya.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora