El sonido de los latigazos rompía el silencio de la noche. Eran golpes llenos de ira y de desprecio, azotes dados por un rey furioso que deseaba castigar a quien había traicionado su confianza.
Todo el pueblo estaba presenciando cómo Mara era duramente castigada por sus actos. Había sido arrastrada, humillada, atada y juzgada frente a todos por brujería, traición a los reyes e intento de asesinato. Eso eran tres condenas de muerte pero como solo podía morir una vez, Alaric estaba desquitándose.
Con cada latigazo que recibía su espalda, mi cuerpo se sobresaltaba al recordar lo horrible y doloroso que se sentía aquello. Sin embargo, no bajé la mirada en ningún momento. Como víctima principal y reina, mi deber era estar presente y presenciarlo todo porque al final lo que Alaric estaba haciendo era vengándome por todo lo sucedido.
Habían sido tantos meses de angustia y temor y por fin todo eso estaba por terminar.
— No le temo a morir, rey. — Murmuró sin borrar la sonrisa que había tenido desde un principio. — No soy quien peligra.
— ¡Silencio! — Bramó, azotando con brutalidad la espalda completamente sangrante de la bruja.
— Los viajeros no debieron llegar a nuestras tierras. A pesar de que su sangre me fortalece, que tengan descendencia con los nuestros es una aberración. — Rio como si no sintiera dolor. —Todavía recuerdo a ese viajero...
Algo en mi cabeza comenzó a correr, intentando unir cada una de las piezas. El único viajero que existía era Arch y si esa zorra había tenido algo que ver con su sufrimiento...
— ¿Lo conoce, majestad? — Preguntó con la mirada fija en mí y por consecuencia los ojos de Alaric y los de todos los presentes cayeron sobre mí. — ¿Conoce al viajero que vio la muerte de los críos?
— Cierre la boca. — Ordené mientras apretaba los puños para no levantarme de mi trono y patearle la cara.
— No debió llevarse a la reina de Prifac...— Canturreó. — Esos críos no habrían muerto si ese hombre no hubiera traicionado al rey.
— ¡Cierre la boca! — Mi grito enmudeció la noche.
— ¿Pero sabe? — Continuó hablando a pesar de que Alaric estaba intentando callarla a fuerza de azotes. — Matar a la cría fue agradable...
Matar a la cría, matar a la cría, matar a la cría...
No podía pensar, no era capaz de dispersar toda la rabia que sentía en mi interior. Ella había sido la causante del mayor tormento de mi mejor amigo, de mi hermano de otra madre.
Mi pobre niño había sufrido por su culpa...
— Fue usted... — Susurré, poniendo en alerta a Alaric.
No sabía cuándo o cómo había llegado una espada a mis manos pero ésta era arrastrada con lentitud mientras avanzaba hacia ella.
— Entonces le tengo un mensaje. — Sonreí falsamente, colocando el filo de la espada en su cuello. — La reina y el príncipe se reunieron con el viajero y la niña nacerá pronto, muy pronto. — Su sonrisa titubeó por primera vez. — Él no pudo venir pero yo estoy aquí en su nombre. — En un rápido movimiento alejé la espada de su cuello y la clavé en su estómago hasta que el filo salió, atravesándola por completo. — Esto es por mi hermano, mi cuñada y mis sobrinos, zorra. — La saqué y volví a clavarla, esa ocasión en sus manos.
— Es suficiente. — Alaric alejó mis manos del mango del arma y fue colocando su brazo frente a mí para hacerme retroceder.
Era consciente de que me había permitido atacarla por lo que había escuchado salir de la boca de la mujer y porque comprendió que tenía mis motivos. Sin embargo, después iba a preguntarme sobre el tema y posiblemente me regañaría por haberme expuesto de esa forma.
A mí no me iba a importar, la satisfacción que sentía al verla escupir sangre, herida y con las manos clavadas al suelo no podía arrebatármela nadie. Esa había sido mi venganza, un regalo para mi Archie.
— Ha llegado el momento. — La espada no fue sacada de sus manos, la dejó allí para que el resto viera que yo también podía castigar de una forma tan o más cruel que él.
Movió su espada de un lado a otro como si estuviera calentando, preparándose para el momento que había estado esperando desde hacía bastante. No había asesinado a Enma, algo que le había dejado un sabor amargo en la boca, pero en ese momento tenía a la verdadera culpable a su merced y no iba a permitir que nada ni nadie le quitara a su presa.
Era una noche preciosa que se fue oscureciendo más de lo normal hasta que poder ver nuestras manos fue todo un reto. Algo estaba pasando, algo realmente malo deb...
— ¡Bruja! — El grito de un hombre se escuchó desde la distancia segundos antes de que un gran estruendo nos alertara.
Todo el mundo comenzó a correr hacia cualquier parte. Buscaban su propia salvación detrás de los cuerpos de los soldados, en el interior de las estructuras o escondiéndose en los rincones más oscuros que habían.
A ciegas intenté llegar hacia algún aliado pero lo único que pude ver fue a la bruja traidora corriendo despavorida. Esas malditas... Estaba segura de que ambas se habían compinchado, una para matar a gusto y la otra para huir de lo que habría sido una muerte delirante.
Intenté ir tras ella, aprovechando que estaba gravemente herida y no podría causarme daños, sin embargo, mi persecución fue interrumpida abruptamente por un esquelético y aterrador ser. Mi cuerpo comenzó a temblar mientras yo intentaba retroceder lo suficiente como para tener un mínimo de posibilidad de poder huir.
Estaba sola, desarmada y sintiendo unas inmensas ganas de llorar.
Lo único que podía hacer era caminar despacio hacia atrás y cubrir mi vientre. Si me mataba, si esa bruja acababa conmigo, esperaba que mi bebé sobreviviera. Sabía que Alaric se encargaría de cuidarlo y le contaría lo mucho que lo amé.
— Reina de Britmongh. — Su voz me erizó los vellos de la nuca. — Ha pasado un tiempo...
— Aléjate. — Susurré, tratando de que no notara que estaba a nada de echarme a llorar.
— ¡Vas a morir! — Bramó mientras frente a mis ojos se alzaba sus grandes, putrefactas y filosas manos.
Como pude protegí mi vientre con los brazos. Prefería terminar destrozada a que mi bebé recibiera algún daño. Prefería morir a vivir sin la personita que se encontraba en mi interior.
Estaba esperando a sentir las garras arrancándome la piel, no escuchar algo parecido a una bandera siendo ondeada por el viento. Abrí los ojos con lentitud, encontrándome con la amplia y fuerte espalda del hombre que movía la antorcha de un lado a otro, alejando a ese ser de nosotros.
En un par de ocasiones intentó quemarla pero la bruja no estaba dispuesta a salir herida esa noche. Las espadas no le hacían daño, pero sí la antorcha que sujetaba y manipulaba Alaric. Viendo que los soldados comenzaban a tomar antorchas y a acercarse, ella desapareció no sin antes dedicarme una mirada.
— Oh, por Dios. — Susurré, llevándome las manos a la boca para continuar reteniendo mi llanto.
— Lo lamento. — Murmuró mientras me encerraba entre sus brazos y me acercaba a su pecho. — Lo lamento, debí asegurarme de que usted se encontraba a salvo, debí alejarla. Lo lamento... — Su voz quebrada y murmurada contra mi oreja me estaba rompiendo en mil pedazos. — Perdóneme.
Me aferré a él, a su camisa y a su cuerpo por dos motivos. El primero era el más evidente y era que tenía tanto miedo que ni siquiera podía hablar y el segundo era para que notara que además de un susto, nada me había sucedido gracias a él.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...