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Nos encontrábamos acostado en el lecho con la mirada fija en el techo y sin emitir palabra alguna. Yo estaba pensando en lo que había soñado pero creía que Alaric solo me imitaba para darme mi espacio.

— Soñé que un crío me devoraba. — Murmuré, llamando su atención. — Luego caía y podía ver lo vivido por los otros viajeros. Mi madre, Dalila, Leigh y Archie...

— ¿Está segura? — Asentí.

— Conozco sus historias porque crecí escuchándolas, pero jamás las había visto y se sintió como si yo estuviera viviendo cada cosa...— Giré la cabeza para mirarlo. — Como si yo fuera mi madre, Dalila y cada uno de ellos.

— La bruja intenta enloquecerla. — Volví a asentir porque en más de una ocasión lo había pensado. — Nunca olvide que lo que sucede mientras descansa no es real. Si lo recuerda no perderá la cabeza.

— Tengo frío, encenderé la fogata. — Sus labios se volvieron una línea recta pero no dijo nada.

Por el nivel de frío que hacía creía que era de noche, cosa que confirme al entreabrir la puerta y mirar hacia el exterior. Estaba oscuro y los copos de nieve habían comenzado a caer nuevamente. Al menos estábamos resguardados de las inclemencias del tiempo.

— Está nevando. — Informé como si se me hubiera preguntado.

Luego de cerrar la puerta me dirigí hacia donde se estaban las ramas y hojas recolectadas, encontrándome con una montaña de piedras que se encontraban secas.

— La fogata que usted había hecho tenía piedras. — Respondió a la pregunta que no había formulado en voz alta.

A mi cabeza llegó el recuerdo de aquella fogata que había hecho cuando a Alaric le dio fiebre. Sí, la había rodeado de piedras para que la nueve no lograra apagar la llama pero no solo es, la fogata había sido hecha sobre una cama de rocas solo por si acaso.

— Lo necesitábamos, gracias. — Lo que pareció ser un momento lleno d esilencio fue reemplazado por el sonido de sus zapatos.

Se acercaba. Se seguía acercando y...

— ¿Cómo hace el fuego? — Se sentó a mi lado con toda su atención en mis manos. — Si usted enferma, mi deber será hacer fuego para no congelarnos.

Que utilizara el "para no congelarnos" me arrancó una pequeña sonrisa. Era algo que solía decirle pero jamás pensé que fuera a utilizarlo en una de sus oraciones.

— Tenga. — Le entregué dos piedras. — Hace esto...— Comencé a chocar las que se encontraban en mis mano y él me imitó. — Hasta que aparezca algo como... Una pequeña luz. Entonces va a seguir golpeándolas hasta que se enciendan las ramas y alimentará el fuego para que no se apague.

— No hay luz. — Su ceño se frunció profundamente porque en sus piedras no estaba apareciendo nada de lo que le había dicho.

— Tarda mucho tiempo. — Asentí rápidamente. — Yo estuve intentándolo bastante mientras...

— Me abrazaba. — Dejé de chocar las piedras cuando mis ojos se alzaron hacia él.

¿Eh?

Mi cabeza estaba en blanco.

¿Eh?

Al notar que me había dejado confundida sus comisuras se elevaron con una mezcla de burla y satisfacción.

¿Ehhhhhhh? ¿Estaba consciente?

— Gracias a usted mi cuerpo se sintió bien. — Aseguró sonriente mientras chocaba las rocas como si nada hubiera sucedido.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora