🏹48🗡️

241 31 1
                                    

Tardamos un poco en ponernos de pie e ingresar al castillo pero cuando lo hicimos nos encaminamos hacia su despacho. Según podía ver, quería hablar sobre temas privados y prefería hacerlo en el que consideraba el lugar más seguro en todo Britmongh.

Ambos nos encontrábamos sentados frente al otro, él detrás del escritorio y yo al frente, donde se sentaba cualquier persona importante que quisiera hablar con él. No abríamos la boca para nada pero tampoco apartábamos la mirada. Era como si quisiéramos saber lo que pensaba el otro sin interactuar verbalmente.

— ¿Y bien? — Mascullé cuando la tensión pudo conmigo.

— Dijo que no estaba molesta. — Asentí con lentitud porque era cierto pero no entendía el motivo por el cual sacaba ese tema. — Pero luce como si lo estuviera.

— No estoy molesta pero mi confianza...— Moví la cabeza de un lado a otro mientras buscaba las palabras exactas.

No estaba exagerando aunque eso pudiera parecer. Podía confiar ciegamente en una persona nada más conocerla pero si me mentían o engañaban, esa confianza se desvanecía por completo.

— Solo quiero... Solo quiero saber cómo y cuándo pensó que ordenar que me entregaran capas era buena idea. — Sus comisuras se elevaron un poco y aunque intentó ocultarlo, no fue lo suficientemente rápido.

— No lo había pensado hasta que le puse mi capa. — Claro, ese había sido el momento en que sus engranajes comenzaron a moverse. — No volverá a ocurrir, al menos no hasta que usted lo desee.

— ¿Por qué desearía llevar algo que utilizan los reyes? — La precaución que había mostrado hasta ese entonces se esfumó con aquella pregunta.

— Usted conoce por qué las utilizará. — Fue claro y directo.

— De acuerdo, dejemos de hablar de eso por un par de días. — No sabía si lo que iba a decir era parte de hacer lo correcto. — Debo decirle algo importante... He ocultado algo y bueno, tiene que ver con lo ocurrido hoy.

— ¿Qué ocurre? — La expresión impasible del hombre que reinaba con mano de hierro había vuelto.

— Bueno, ¿recuerda que he desaparecido antes? — Asintió lentamente. — Pues fue porque una mujer extraña apareció de la nada con un objeto que no es de su tiempo, sino del mío y hoy tuve curiosidad, lo tomé y volví a verla.

Las palabras salían de mi boca como si estuvieran arriba de un cohete. Estaba tan nerviosa que hablar despacio no era una opción.

— ¿Qué? — ¿Había hablado demasiado rápido? — ¿Ha enloquecido? — Ah, sí que había entendido.

— Le iba a decir. — Sus manos golpearon con fuerza la madera oscura de su escritorio.

— Diga todo lo que sabe antes de que pierda la cabeza, Thabita. — Se estaba conteniendo, lo podía notar por la vena que sobresalía en su cuello, un poco más abajo del inicio de su cicatriz.

— Ella conoce cosas... Sabe de la mujer que le entregó el libro a mi madre, esa que acabó con la primera bruja. También dijo que era aliada, que el mal se ceñía sobre mí y que tenía que elegir en quien confiar. Me explicó el funcionamiento del objeto y el motivo por el cual usted no puede verme cuando lo tengo. — Mierda, tenía la comisura izquierda elevaba y los ojos prácticamente de color negro. — Iba a decirle pero sucedieron tantas cosas... Ataques, prácticas, nos perdimos, discutíamos todo el tiempo...

— Usted quiere ser asesinada. — Escupió con un bajo y peligroso tono de voz. — ¿No pensó que podría ser una emboscada? ¿Qué hubiera hecho sola y desprotegida?

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora