🏹05🗡️

244 36 1
                                    

Recorría la escuela con tranquilidad, como si la mochila que colgaba sobre mi hombro no pesara. Sonreía y aspiraba el aroma de prácticamente todas partes menos los baños, ahí no iba a hacerme la valiente.

Me sentía nostálgica y en más de una ocasión había sentido cómo un nudo se instalaba en mi garganta. Iba a extrañar a todas esas personas, las conociera de años o de tan solo meses. Mi cuerpo, cerebro y corazón eran conscientes de que dentro de poco tendría que partir y a pesar de haber estado entusiasmada en un inicio, en esos momentos solo deseaba llorar y aferrarme a los cuerpos de mis amigos.

Ellos reían como si nada y yo solo los imitaba. Intentaba imitar sus sonrisas, sus risas y alegrías porque en mí no había más que temor.

¿Qué pasaría si no volvía? ¿Qué sucedería con mis amigos y con mis padres? ¿Todas esas personas me recordarían? ¿Mi abuela y mi tío se acordarían de mí? ¿Qué tal mis padres? ¿Recordarían que tenían una hija o sería borrada de cada uno de sus recuerdos?

— ¿Thabita? — Levanté la mirada de la mesa tan pronto escuché mi nombre.

— ¿Qué? — Si habían estado hablando conmigo no me había enterado de nada.

— ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras? — Llevé las manos a mi rostro y efectivamente, estaba llorando.

Para que Dylan se diera cuenta de que algo no andaba bien debía haber sido bastante notable y lo que menos deseaba era preocuparlos. Él era alguien bastante enfocado en lo suyo, que eran las artes, pero con el resto de cosas era como hablarle a la pared. Todo se le olvidaba y no notaba nada, ni siquiera lo que ocurría frente a sus narices y por eso mismo, que él específicamente hubiera notado mis lágrimas tenía a mis amigos ceñudos.

— No sucede nada. — Reí levemente pero ninguno se rio conmigo. — Tal vez no pestañeé lo suficiente y por eso la lagrimilla pero todo está bien.

— Si vas a mentir... — Murmuró Linnie, una de mis mejores amigas.

— Al menos hazlo bien. — Terminó de decir su gemela, Rinnie.

— Puedes decirnos lo que sea. — Mis ojos viajaron hacia Ian, quien era el que más preocupado parecía.

A ese chico lo conocía desde que entramos a primaria y habíamos sido muy unidos hasta el momento. Hacía un par de meses me había dicho que le gustaba pero dos simples cosas me habían llevado a dejarlo en la zona del amigo. Para empezar, yo no lo veía como una posible pareja, sino como un amigo al que amaba con todo mi ser. En segundo lugar estaba el hecho de que no deseaba arruinar la amistad de tantos años por un "vamos a ver qué pasa".

Consideraba que era más importante mantener nuestra unión a destrozar todo por ver si éramos compatibles o no.

Por suerte Ian siempre había sido muy comprensivo y no volvió a tocar más el tema.

— Bueno... Saben que pronto nos graduaremos. — Dije con cierta dificultad.

— ¿Y estás así porque nos separaremos? — Asentí levemente ante la pregunta de Rin. — Eres tan hermosa... Siempre podremos hablar y hacer planes para encontrarnos, no te preocupes. — Volví a asentir para que la atención volviera a estar en otro lado.

Ella no lo sabía pero ese era el problema, que yo no podría enviarles mensajes para planear porque no iba a estar allí, en esos tiempos. Además, dudaba mucho que estando en la época medieval a mi celular llegara señal por obra y gracia divina.

Moví la cabeza de un lado a otro para alejar cada uno de esos pensamientos y me dediqué a fingir que estaba bien. Lo complicado no era sonreír, lo difícil era mantener la sonrisa sin que me temblaran los labios.

Después de esa conversación cada cual se fue a su respectivo salón y antes de la hora de salida nos reunimos de nuevo. Las gemelas hablaban con Dylan de lo que habían hecho en clase de plástica y solo Ian y yo estábamos callados escuchando. Era extraño porque él siempre se sumaba a cualquier tipo de conversación pero en esa ocasión solo estaba de pie a mi lado y con su cabeza sobre la mía.

— Estoy contigo para lo que sea. — Susurró. — Y así seguirá siendo sin importar a dónde vayas o cuánto tiempo pase.

¿A dónde vaya? ¿Había escuchado bien?

Giré mi cabeza hacia él y alcé la mirada para poder verlo a los ojos. Por más que lo miraba no parecía saber nada, al menos no del libro.

— No te alarmes, es evidente que si estabas llorando es porque estarás más lejos de lo que ellos creen. — No, no sabía nada pero no estaba del todo equivocado. — Como te dije, aquí estaré.

— Gracias. — Me aferré a su torso como si en esos momentos fuera mi salvavidas, uno que pronto iba a desinflarse y me dejaría chapoteando en medio del mar.

Llegué a mi casa prácticamente corriendo y una vez en el interior tiré la mochila sobre el sofá de dos espacios. Mis pisadas llamaron la atención de mamá, quien se asomó desde la cocina y solo recibió un asentimiento de mi parte en forma de saludo.

— Entrenemos. — Fue lo primero que dije cuando abrí la puerta de su despacho.

Eran pocas las veces en las que entraba allí porque me parecía un lugar demasiado serio y aburrido a pesar de la cantidad absurda de libros interesantes que allí se encontraban.

— De acuerdo. — No protestó ni mostró confusión.

Golpe fallido, patada bloqueada y caía. Desarmada y acostada en el suelo. Sudada, adolorida y molesta. Todo eso había pasado en una sola tarde y no dejamos de intentarlo hasta que mamá fue a buscarnos porque era de noche.

No podía rendirme, debía aprender a luchar y ese era el momento. Al día siguiente me levanté temprano para practicar con un saco de boxeo que papá tenía en la cochera. Luego de haber sudado fui a bañarme, me preparé y salí a la escuela.

Eso se volvió una rutina estricta y cada minuto era contado y utilizado con mucho cuidado.

— ¡Atrás! — Mi cuerpo se echó hacia atrás, siguiendo la orden en el momento justo. — ¡Golpe! — Golpeé con fuerza. — ¡Salta y atrás! — Lo hice, me moví antes de que fuera golpeada. — Bien hecho...

Llevábamos unas semanas practicando arduamente y por fin comenzamos a ver los frutos de nuestro continuo trabajo. Era capaz de esquivar golpes y ya no era desarmada, cosa que a papá le alegraba más que nada porque no iba a ser la primera en morir asesinada.

Lo bueno era eso y lo malo, que al día siguiente me graduaba.

— Si alguien intenta ir directo... — Echó la espada hacia adelante, apuntando a mi estómago.

— Hacia atrás e interceptar, incluso podría llegar a cortar su costado, lo sé. — Asintió con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos.

— Ten mucho cuidado. — Ahí estaba el motivo por el cual su sonrisa no era sincera.

— Aún no me voy. — Intenté hacerlo reír pero solo recibí una mueca.

— Lo sé. — Dejó la espada caer y se acercó a mí, abrazándome de inmediato. — Lo sé, es solo que... Cuídate mucho y no olvides que eres la luz de mis ojos.

— Lo haré, lo prometo. — Le devolví el abrazo y nos mantuvimos así durante bastantes minutos.

No quería verlo a los ojos porque sabía perfectamente lo que estaba pasando allí. En su interior había una tormenta que no lo dejaba tranquilo. Aún se preguntaba si era buena idea dejarme ir y correr el riesgo pero también era consciente de que no teníamos tiempo para pensar demasiado.

Tampoco deseaba alzarla mirada porque no era tonta, sabía que el movimiento de su cuerpo no era soloporque nos estuviera meciendo, lo hacía para que no notara que lloraba ensilencio tal y como lo estaba haciendo yo en ese momento.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora