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Estaba de pie en medio del bosque. Desde donde me encontraba podía apreciar la parte superior del castillo, esa que se alzaba con elegancia sobre las copas secas de los árboles. Lo que en un comienzo parecía una caminata sin sentido ni rumbo se transformó en una persecución.

Nuevamente ese niño...

Caminaba de un lado a otro buscando al niño rubio que había aparecido frente a mí pero que en cuestión de nada se escondió. Era un lugar peligroso para jugar a las escondidas, mucho más para un niño que no debía tener más de tres o cuatro años. Por algún motivo que desconocía me preocupaba demasiado que le sucediera algo. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba encontrar de nuevo esa melena rubia mientras que todos mis sentidos estaban concentrados en mantenerlo a salvo.

Era tan extraño...

Me gustaban los niños pero no lo suficiente como para ir detrás de uno que recorría el bosque sin temor a ser devorado. O eso había creído hasta ese momento.

— Niño...— Susurré, tomando una rama del suelo para usarla como arma.

Si algo intentaba atacarme iba a llevarse un buen golpe, incluso ese niño si se ponía gracioso e intentaba asustarme.

— Niño, es peligroso. — A mis espaldas escuché que las ramas secas grujían y al girarme lo encontré sonriendo. — Debemos irnos.

— No es peligroso. — Aseguró sin dejar de sonreír. — Mamá acabó con el mal.

— ¿Tu mamá? — Asintió mientras caminaba hacia mí y me tomaba de la mano. — ¿Quién es tu mamá?

— Mi mamá es muy fuerte, no le tiene miedo a nada. — Eso lo dudaba mucho pero entendía que para un niño de su edad sus padres iban a ser los más fuertes y maravillosos.

Lástima por él porque los mejores eran los míos.

— Eso no fue lo que pregunté. — Murmuré entre cortas risas. — Te llevaré a casa.

— No, no puedo ir a casa. — Murmuró con la cabeza gacha. — Ella no me dejará.

— ¿Quién? — Él negó con la cabeza, moviendo aquellos cabellos rubios y lacios que bailaban con el viento.

— Mi mamá es fuerte. — Su voz se quebró, llamando mi atención.

Ya no sonreía, en ese momento se encontraba llorando y no pude evitar abrazarlo. Sus brazos se aferraron a mi cuello como si intentara salir de aquello que lo entristecía. La nostalgia se instaló en mi pecho, creciendo a un nivel tan sofocante que comencé a acompañarlo en el llanto.

Sentía su tristeza como mía, como si...

Desperté sintiendo un par de punzadas constantes entre mis piernas que eran acompañados por un ardor bastante molesto. Me mantenía con los ojos cerrados, disfrutando de lo agradable que se sentía la textura de la última manta sobre mi cuerpo.

La pregunta que me había estado haciendo desde que me encontré consciente fue simple. ¿Dónde estaba Alaric?

Sus brazos no estaban rodeando mi cintura y a mi lado no sentía ni un solo movimiento. Si se hubiera marchado lo habría sentido pero si se quedaba junto a mí también. Como si algo en mí hubiera llamado la atención, el lecho a mi lado se movió sutilmente.

— Sé que ha despertado. — Una voz realmente profunda se escuchó. — Ha dejado de verse preocupada.

¿Había dejado de qué?

— ¿Eso quiere decir que me ha estado observando? — Pregunté sin girarme o abrir los ojos.

— No. — Mis comisuras se fueron elevando con lentitud.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora