Después de ese momento íntimo, Alaric el gruñón volvió a hacer acto de presencia. Estaba molesto, rojo del coraje por no encontrar nada útil y se desquitaba con sus soldados, quienes caían al suelo después de algunos segundos de estar luchando cuerpo a cuerpo contra él. Algunos decían que estaba siendo más busco de lo normal porque intentaba impresionarme y otros murmuraban que se encontraba con un humor terrible porque no lo recordaba.
Lo cierto era que no importaba lo que estuviera alimentando esa fuerza y coraje desmedido, los pobres hombres eran los que estaban pagando por todo. Además de ser lanzados, eran obligados a ejercitarse y a correr por prácticamente todo el pueblo, algo que los dejaba sin aliento a mitad del recorrido.
Britmongh era enorme y que Alaric los hiciera correr por todas partes era como invitarlos a matarse.
— Camine. — Masculló entre dientes mientras pasaba por mi lado y tomaba mi mano.
No estaba siendo grosero pero del afectuoso hombre que había visto anteriormente no había nada.
¿Podía ser esa la segunda cara de Alaric? ¿Esa que llevaba a todas partes y le mostraba a cualquier otra persona?
De ser así, comprendía el motivo por el que todos bajaban la mirada cuando él aparecía.
— ¿A dónde vamos? — Estaba siendo prácticamente llevaba arrastras hacia los aposentos.
— A su aposento. — Y con ello no volvió a abrir la boca ni siquiera para maldecir a sus sirvientes.
Cuando entramos a mi aposento comenzó a buscar algo por todas partes, ya fuera entre mis vestidos o debajo de los pequeños lienzos pintados que se encontraban apoyados contra la pared. Luego de no encontrar nada allí se dirigió hacia la cama y no dudó en arrojar las mantas al suelo.
— ¿Qué hace? — Estaba destrozando mi lugar de descanso. — ¿P... Por qué? — Mis ojos comenzaron a picar.
No entendía nada. ¿Acaso había hecho algo malo para que estuviera lanzando mis cosas?
— Escuche. — Dejó de buscar y se centró en mí como si hubiera sabido lo que pasaba por mi cabeza. — Estoy buscando un objeto extraño que le pertenece a usted pero no sé dónde lo ocultó. Me lo ha mostrado antes, solo debo encontrarlo. — Asentí levemente. — Lamento no haberle dicho lo que estaba sucediendo.
— Está bien... Le ayudaré a buscar. — Juntos movimos cada cosa, incluso buscamos debajo del lecho pero no encontramos nada.
¿Dónde rayos había guardado esa cosa desconocida?
Me detuve un momento para observar mi reflejo, me veía pálida y tenía los labios partidos.
No era una buena imagen la que...
— Lo encontró... — Susurró con los ojos muy abiertos.
— ¿Es esto? — Asintió repetidas veces antes de acercarse a zancadas y besarme.
Me estaba besando.
Me estaba besando.
Alaric me estaba besando.
¿Cómo era posible que quisiera besarme con el aspecto que tenía en esos momentos?
Debió haberme visto en peores condiciones para que no le resultara horrenda o posiblemente mi imagen se debía a las heridas y por eso no le prestaba atención.
— Deme su mano. — Y lo hice, estaba tan sorprendida por su reacción que no era capaz de manejar mi propio cuerpo. — Usted solo lo sostuvo... — Lo giró entre sus dedos y lo volvió a girar porque ningún de los dos había notado algo diferente.
— Majestades. — Una tercera voz a nuestras espaldas puso a Alaric a la defensiva. — Lamento lo sucedido con la reina pero espero poder servirle de alguna forma.
— ¿Quién es usted? — La mujer señaló el espejo entre sus dedos. — La bruja...
— Que forma tan despectiva de llamarme. — Se quejó. — No, rey de Britmongh, mis hermanas y yo preferimos ser llamadas hechiceras, las brujas son las malas. — Sus ojos viajaron a los míos y una sonrisa triste apareció en sus labios. — Lamento todo lo que ha tenido que vivir pero le aseguro que en ambas situaciones no había nada que hacer. Su hijo, el príncipe Kail estaba destinado a morir y usted fue alcanzada por la bruja.
— ¿De qué está hablando? — Si no fuera porque en una mano sujetaba el pedazo de espejo y la otra estaba entrelazada con la mía, estaba segura de que la habría tomado del cuello.
— La bruja quiso matar a la reina, rey de Britmongh. De no haber sido porque estaba descansando, lo habría logrado. — Tomó aire como si se estuviera preparando para hablar y prosiguió. — El mundo de los sueños es complejo, el mal puede aparecer pero más allá de hacerle daño a la reina, no podría matarla. Sin embargo, con lo sucedido la bruja ha descubierto que no puede matar a su esposa mientras ella descansa así que posiblemente ataque pronto.
— ¿Por qué intenta atacarla a ella? — Era una buena pregunta, una muy buena.
— La reina no debió nacer. — Lo dijo con tanta seguridad que algo en mi pecho se contrajo. — Si la reina Elizabeth no hubiera encontrado el libro, el rey Malek de Edevane y ella no se habrían conocido jamás. Cada uno hubiera tenido su descendencia y la historia habría continuado. Sin embargo, eso no sucedió y he aquí al fruto del amor entre dos épocas. Lo mismo podríamos decir del conde de Sdon y sus hermanos, todos hijos de una viajera del tiempo y el conde Reli Fracci...
— ¿Qué pasaría si me mata? — Nuevamente aquella sonrisa triste hizo acto de presencia.
— Si la bruja logra asesinarla, Europa y todo lo que conoce desaparecerá. El pasado, el presente y el futuro no habrá existido porque si consume su vitalidad, podrá consumirlo todo. Si el conde Einar hubiera sido el primer nacido de dos épocas, él habría tenido que temer pero como fue usted...— Explicó.
— Soy la llave para la extinción. — Asintió.
— De acuerdo, intentaré olvidar que ha dicho que mi hijo estaba destinado a morir y Thabita no debe hacerlo pero, ¿hay una forma para que recuerde? — A Alaric poco parecía importarle el fin de todo.
— Solo debe recordar quién es... Ver, visitar y hacer algo que haga que sus recuerdos vuelvan. — Entrecerré los ojos ante una explicación tan vaga como aquella.
— ¿Quién es usted? ¿Quiénes son las hermanas de las que habló? — Sus comisuras se elevaron en una sonrisa genuina como si hubiera estado esperando esa pregunta.
— Mi nombre es Anya y junto a mis hermanas somos parte del aquelarre que formó Galia, quien dejó el libro visible en la biblioteca para que su madre lo encontrara. — Alaric casi explota al escuchar la palabra "aquelarre". — No somos brujas, rey, Galia no lo fue y nosotras hemos seguido sus enseñanzas por largas generaciones así que tampoco lo somos. Le servimos a cada viajero que nos necesite o bueno, a la eterna princesa y actual reina de Britmongh. — Hizo una prolongada reverencia. — No dude en tomar el espejo cuando necesite hablar o manos para luchar contra el mal que desea destruir nuestras tierras.
— ¿Acudirá siempre? — Asintió sin dudarlo.
— Nuestra lealtad está con usted y por consecuencia con Britmongh. Cuando se reúnan con los líderes aliados, díganles que las hechiceras estarán frente a los soldados, protegiéndolos. — Se dio la vuelta como si fuera a irse pero levantó su dedo índice. — Perdieron a uno, majestades, pero el destino recompensa a aquellos que han sufrido las pérdidas de sus seres amados. Reina, su gran amigo tendrá a su hija de vuelta. — Aseguró. — Y usted...— Sonrió. — Larga vida a la familia real.
La mujer se esfumó frente a nuestros ojos como si nunca hubiera estado allí. Alaric lanzó el espejo a mi cama antes de limpiarse la mano una y otra vez.
— Malditas brujas. — Masculló entre dientes. — Estoy cansado de encontrarme con ellas.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...