🏹09🗡️

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Al llegar a casa me lancé al primer sofá que vi y me mantuve allí durante bastante. Me debatía entre acostarme toda pegajosa y apestosa o irme a bañar para dormir limpiecita y profundamente como un bebé.

Mis padres se habían ido a su cuarto así que yo también me fui al mío para quitarme el maquillaje y todo el sudor que había en mi cuerpo. Una vez bañada y con el pijama puesto salí a la sala y me detuve en un pequeño librero que mamá tenía, en donde se encontraban sus libros favoritos. Tomé el que desentonaba de todos y me senté en el asiento individual de papá.

Su portada era llamativa pero aun así eran muy pocos los que lograban encontrarlo. El color rojo del cuero y sus bordes dorados lo hacían ver como una reliquia y la especie de seguro que tenía le daba elegancia. Era una estrella y se encontraba justo en el centro, manteniendo sus páginas resguardadas. Quien había hecho ese libro tenía buen gusto y sabía cómo llamar la atención de las personas adecuadas.

Lo abrí aunque tuve la precaución de no leer nada, simplemente miraba la caligrafía y pasaba las páginas como si buscara algo en particular. Al no encontrar nada interesante lo cerré y levanté la mirada, encontrándome con los ojos entrecerrados de papá.

— ¿Qué? — No dijo nada pero se fue con los brazos cruzados y sin dejar de observarme con desconfianza.

Me mantuve observando el lugar en el que había estado de pie como si fuera a encontrar algo que pudiera responder el porqué me había mirado así, pero no. Cuando vi que algo de color naranja se asomaba desde la oscuridad supe que me había ido a acusar con mamá.

— Te estoy viendo. — De inmediato dejé de ver lo que creí que era su cabello. — Solo estaba ojeando.

Ninguno respondió.

— ¿De verdad voy a tener que levantarme? — Murmuré con fastidio. — Esos dos son tan raros...

Me puse de pie, llegando a la puerta de su habitación y abriéndola sin tocar. Lo primero que me encontré fue la mirada avellana y asustadiza de mi madre, luego pasé a observar su habitación en búsqueda de papá.

— No está aquí. — Respondió a la pregunta que se encontraba en mi cabeza.

— ¿Por qué actuaban así? — Sus ojos iban de un lado a otro pero nunca llegaban a mi rostro. — ¿Mamá?

— En la mañana iremos a ver a tu abuela y tío. — Fruncí el ceño al escuchar sus palabras.

¿Así de repente?

Visitábamos a la abuela bastante seguido pero nunca sin mencionarlo antes. Por lo general hacíamos planes dos o tres días antes, no de un momento a otro.

— ¿Así? ¿Sin vaselina? — Sus ojos dieron con los míos y fue suficiente para que alzara las manos en señal de rendición. — Perdón, pero a mí sin vaselina no me entra na...

— Cuidado con esos chistes. — Advirtió. — A mí no me agradan pero estoy segura que a tu papá le encantará escucharlos.

Mentira.

Iba a hacerme correr unas treinta veces por la ciudad para que se me quitara lo grosera y boca sucia. No sería la primera vez que me haría correr después de un chistecito.

— Elizabeth, no hay que llegar a esos extremos. — Me miró indignada al escuchar su nombre. — Pero sigues sin decirme en dónde está y por qué se comportaban tan extraño.

— Cosas de adultos. — Murmuró.

Estaba confundida, incluso comencé a plantearme que todo había sido culpa de mi imaginación pero tan pronto papá llegó, ese pensamiento se esfumó. Ambos nos miramos fijamente por algunos segundos antes de que yo saliera por la puerta de su habitación y fuera a mi cuarto. Me lancé a la cama y me quedé dormida a los pocos minutos mientras me seguía preguntando qué era lo que ocultaban esos dos.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora