El día que perdí a mis padres fue uno de los días más oscuros que pude vivir. Desde las primeras memorias de sus abuelos, los monstruos y demonios habitaban en la tierra. La gente al principio no pudo con ellos, las ciudades eran arrasadas completamente si no había ni un hechicero o guerrero que pudiera enfrentarlos y vencerlos.
Las grandes ciudades crearon muros gigantes para poder proteger a la humanidad, aquello con el tiempo hizo más fácil estudiar a los monstruos y sus distintos comportamientos, pero mientras más peligrosos eran, más hechiceros se iban creando. Cuando por fin pudieron controlar a estos seres, las personas poco a poco dejaron las murallas. Los animales de vez en cuando salían de los bosques y atacaban, pero eran reducidos fácilmente.
Aquel día fue distinto. Vivía en la provincia de Abeul, al norte del Castillo del marqués Tristán, él era el responsable de su gente. Había tomado el título de marqués al casarse con la prima del Rey, un hombre bastante risueño y alegre, pero mi pueblo Sinova descubriría bastante tarde su doble cara.
Despertamos a mitad de la noche con gritos de pánico, tan temibles que de un salto salimos de la cama y corrimos fuera de la casa. Mi padre tomó mi mano agitándome y arrastrándome lejos de allí. Fue la primera vez que el miedo traspaso cada parte de mi cuerpo, sintiendo como agujas clavándose en mi piel, los bellos de mis brazos se endurecieron, mi cuerpo no respondió y cuando abrí mi boca ni siquiera salió un grito de ella.
Un enorme gigante de pelo negro y largo atacó el pueblo. Su sonrisa enorme y sus ojos de un amarillo tan brillante como el sol devoró a más de una persona masticándolas como si fuera cualquier pedazo de carne.
La gente como loca corrieron hacia las murallas de Abeul, quedaba a casi un kilómetro, su enorme fortaleza se podía ver con facilidad, ellos eran los únicos que podían protegernos, pero recuerdo que aquel día se festejaba el nacimiento de la primogénita del marqués. Cuando mi gente gritó por ayuda y con desesperación corrieron hacia ellas, las puertas se cerraron y las campanas que anunciaba algún monstruo sonaron haciendo eco por el lugar. Ningún soldado fue capaz de hacer girar las cadenas y abrir las puertas, por más que la gente gritó por ayuda y clemencia mirando hacia arriba, ellos no hicieron nada más que mirar.
Recuerdo que mi madre gritaba mientras se aferraba al cuerpo de mi hermana pequeña, mi padre no sabía qué decir ni que hacer. Los pocos soldados del pueblo eran insuficientes para aquel monstruo, ya que no había algún hechicero cerca.
Todos estaban en la ceremonia, se podía escuchar entre los gritos, la música; entre el pánico, la felicidad, y entre el llanto, las risas. Un segundo gigante llegó por las colinas, fue cuando la gente comenzó a disiparse. Se podía escuchar sus pisadas en los temblores de la tierra, y la mínima esperanza llegó a nuestros oídos, pero fue aplastado despiadadamente.
El marqués Tristán se asomó en el adarve de la muralla, lo vi con mis propios ojos cuando tambaleante se rio de nuestra agonía. Ebrio a más no poder soltó palabras insultantes hacia Sinova y gritó con fuerza la alegría que sentía de no tener que gastar un peso más en nosotros. Sus propios soldados trataron de contenerlo, pero aquello solo fue una sentencia de muerte.
Los gigantes en cosa de minutos estaban sobre nuestras cabezas, agarrando gente con sus manos, llevándola a sus bocas, pisándolas y produciendo sonidos, al igual que hace una rama al romperse. Tal vez fue mi cobardía, mi baja altura y mi incapacidad de pronunciar algún tipo de ruido o simplemente un poco de suerte.
Corrí, corrí lo más que pude, mi alma fue lo primero que se fue de mi cuerpo, moviéndose de forma automática con los temblores aún en mis pies y el eco de los gritos en mis tímpanos, me eché a correr sin mirar atrás.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...