56.-Estrellas en un día soleado

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No, esto no era verdad, no estaba ocurriendo, esto es imposible...

La cálida carne caliente se deslizó abriendo cada uno de sus pliegues, cuando el duque se empujó contra ella sus labios inferiores se abrieron y cuando el se retiró parecía una flor que volvía a cerrarse.

Aynoa sintió como el se resbalaba entre sus piernas, aquella acción hizo que sus dedos se enterraran en sus hombros tratando de entender nuevamente está nueva sensación.
El duque dejó su boca y lentamente bajó por su cuello mientras que su mano derecha se deslizó entre su cadera hacia su seno.

Lo próximo que el hombre hizo fue hecharse hacía un costado, tomó la muñeca derecha de ella y mientras la miraba, llevó su mano a agarrarle el miembro.

Aynoa se sobresaltó un poco, estaba segura que no le había tocado, la sensación era un tanto extraña, en un principio no sabía que hacer, pero el hombre puso su propia mano sobre la mano de ella que agarraba su eje y con movimientos lentos comenzó a subir y bajar en torno a él.

Tarikan pacientemente la observó mientras que ella continúo estimulandolo. Cuando ella debilitaba su agarre el volvía a agarrarle la mano para que lo apretarse más fuerte. Entonces ella se dió cuenta que mientras más rápido y fuerte lo hacía, los músculos de su abdomen más se apretaban.

Un beso húmedo dejó el hombre en su cuello, la extraña sensación hizo recorrer un estumecimiento que subió hacia su oreja y se esparció por su nuca.
Pero aquello no fue lo único, mientras aceptaba aquella caricia una mano pesada y grande le tocó el seno derecho frotándose contra ella, aturdida abrió los ojos solo para volver a recibir los labios de él.

Los músculos de sus brazos se tenzaron y se apretaron alrededor de ella y suavemente fue arrastrada unos centímetros más bajo él.

Aquella muestra de pasión fue su primera experiencia, Aynoa instintivamente lo soltó y se aferró a su cuello acarició su pelo sedoso al mismo tiempo que sintió una de sus manos acariciándole el abdomen inferior. Lentamente el duque maniobró haciéndose paso por sus piernas.

La primera reacción inhata de Aynoa fue juntarlas, pero solo logró apretar su cadera antes que un pinchazo le clavara el estómago, Tarikan logró llegar a su destino y movió sus dedos entre sus pliegues íntimos.
La sensación volvió a embriagarla, era la misma que había sentido cuando ambos "actuaron" detrás de la puerta para engañar a los demás, un sentimiento creciente y extraño.

Ajeno a eso, Aynoa tímidamente movió sus manos por la espalda del hombre, podía sentir la diferente textura que tomaba su piel con el tatuaje, pero también sintió surcos de mediana profundidad atravesando su espalda. Subió, y bajó hasta llegar a sus gluteos, pero fue ese momento dónde las punzadas en su abdomen inferior se acentuaron.

Tarikan no abandonó su delicada carne y continúo torturando su parte baja, sin una sola pisca de dolor, Aynoa respiró agitada mientras cerró los ojos y negó con la cabeza. No podía aceptar tal sensación, era un tanto desesperante e intentó volver a empujarlo lejos.

—Relajate —le susurró mientras le besó la mejilla—. Continua así.

La última vez también él le había dicho algo parecido, pero no estaba segura si era lo mismo, está vez sentía como su cuerpo comenzaba a calentarse, sus piernas a temblar y sus pies encorvarse. Parecía que sus extremidades se debilitaban al pasar los minutos. Los dedos de Tarikan aumentaron sus movimientos y la presión que le ejercía, mientras ella se mantuvo confundida, abrazó su cuerpo fijando los ojos en el cielo. Un azul hermoso quedó en su mirada justo cuando aquello se incrementó, posó rápidamente sus labios en el hombro de él ahogando un gemido atrevido mientras levantó la cabeza.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora