49.- Deseo.

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Su piel, sus besos débiles, principiantes, sus ojos semiabiertos, y sus labios. ¿Cómo podía haber dejado que la relación entre ambos se haya estrechado más de lo que él una vez planeó?

Pero no le importaba, en ese momento dejó que su mente dejara de preguntarse cosas, dejó de ser tan estricto consigo mismo.

Sus manos lentamente le agarraron la cara para acercarla a él y sin dudar la besó con más fuerza. Podía serntir su respirar, su aliento pegar con su rostro, al mismo tiempo que sus manos soltaban cada botón de su camisa mientras que ella se iba subiendo en su cintura.

Sintió su peso sobre él, y no dudó en sujetarle el muslo derecho mientras que, despegando su espalda de la cama se incorporó para poder desvestirla.

Solo le bastó soltar tres amarres de su camisa de dormir y sacarle la ropa por encima de su cabeza. En cuanto ella lo hizo levantó sus brazos para que la tela pasará, pero él la detuvo dejando aquella ropa en su rostro para besarle el cuello y bajar hacia sus senos impidiéndole el sentido de la visión. Sus labios en contacto con su piel tibia, como sus pezones se ponían duros por su toque hizo que el hombro perdiera rápidamente la tranquilidad en su interior.

—Tarikan.

—No...llámame por mi verdadero nombre.

La mujer soltó un gemido mientras logró sacarse la ropa, luego de eso abrazó el cuerpo del hombre mientras se frotó contra él y lo terminaba de desvestir.
Sentir nuevamente su cuerpo desnudo sobre su piel hizo despertar todos los deseos de la carne que había tenido suprimido.

—Solo mételo Tarikan.

—¿Qué? No...—Si, eso se escuchaba lo suficientemente irreal para tomar conciencia.

Mirando a la mujer sobre él la detuvo mientras su respirar salía violentamente por su boca.

—Te estoy esperando, Thari.

El duque abrió los ojos con rapidez y se sentó, en cosa de segundos volvió a la realidad. Se encontró con una oscuridad que solo era iluminada con la luz de la luna hacia ver los barrotes que ya eran parte de él.

Miró a todos lados pensando que incluso podía haber sido el tacto de la reina que lo hizo tener ese tipo de sueño, pero estaba solo, el cual hizo que soltara un suspiro de alivio.

Agitado y sudado se quedó ahí unos segundos, ¿en qué momentos había comenzado a desear íntimamente a su esposa?

Se tapó la cara al recordarla, podía sentir su corazón latiendo y todo su cuerpo bombeando sangre a lugares que realmente lo hacía sentir más sencible. La forma en la que sentía su cuerpo era extraña, como aquel deseo estaba en toda su plenitud, aunque intentó controlarse y volver a su calma era la primera vez que sentía aquello por una persona.

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Aynoa no sé sorprendió cuando le anunciaron lo del duque, de hecho las criadas tampoco lo habían tomado como algo nuevo. Conociendo ya a su esposo, problemas debía haber sido su segundo apellido, ya que matar a un hombre en el mismo castillo del rey también era condenado, supuso que solo por ser él, se le encerró tres días en los calabozos.

Tarikan apareció el cuarto día en la noche, y pidió ectrictamente que no se le informará a su esposa de su llegada ya que no quería molestarla.

Aynoa había salido a tomar aire disfrutando que hoy había una hermosa luna, el lugar se estaba poniendo bastante fresco, pero no lo suficiente para llegar a sentir frío. Con una túnica de lana miró la noche estrellada, del balcón se podía ver todo Castilville, las luces de cada casa brillando como si fueran luciérnagas y lo oscuro de los bosques a lo lejos.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora