104.-Una cuerda bajo el abismo de traición

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La tierra se había calmado, los encuentros en el sur no dejaron de atacarse durante tres días completos, hasta la llegada del duque.

En el viaje que hicieron hacia las planicie, Tarikan llevó a sus soldados por encima de la montaña para rodear aquel campo de batalla. Pasaron cerca de Rumani, llegando a Sinova dónde encontraron banderas negras que las personas ponían cerca de sus hogares. Los habitantes asomaron sus rostros por los dinteles de las puertas y las ventanas, no era muy habitual ver a las serpientes pasar tan cerca de su hogar. Sinova al igual que Abeul había sido reconstruida y nuevamente habitada.

—El negro no es un buen presagio —dijo Sebastián mientras miraba aquello.

—Claro que no —contestó Tarikan con una leve sonrisa mientras continuaron moviéndose por un costado del pueblo.

Sebastián no entendía que había pasado, guardó silencio unos minutos mientras miraba las caras de las personas. No había alegría, no había esperanza, ¿Acaso sabían de la guerra que había iniciado?

—¡Hey chico! —grito Sebastián llamando la atención de un niño que iba con una cabra amarrada— ¿Sabes por qué las banderas negras?

—¿Ustedes señor, son de Castilville? —preguntó el chico mientras apuraba el paso y jalaba a su mascota.

—Lo somos, ¿puedes darme respuesta?

El muchacho miró a Sebastián y lentamente despegó sus labios en cuanto llevó su mirada hacia el hombre que montaba más adelante. El chico cambio rápidamente su mirada e incluso su cabra soltó un balido fuerte mientras hizo fuerza con la cuerda que enrollaba su cuello.

—Tarikan —dijo Sebastián llamándole la atención al girarse y ver cómo el hombre miraba al muchacho—. No lo asustes.

El duque solo mostró una leve sonrisa y golpeó el costado de su caballo para que apurara el paso.

—Es...es la reina, señor —dijo el muchacho sin sacar los ojos del hombre que se alejaba junto a los soldados de allí.

—¿La reina?

—Sí, dicen que tuvo a su hijo, pero este nació muerto —dijo el chico llevando su mirada al hombre—. Dicen que no era un niño, que parecía un monstruo, solo una bruja puede dar a luz a esa cosa mi buen señor.

Sebastián abrió la boca y lo miró sorprendido, el chico solo levantó la mano agitándola para despedirlo en los límites de su pueblo y el soldado tardó en dejar de mirarlo.

“Escamas y cuernos”

Recordó las palabras del duque y llevó su mirada hacia el hombre que se perdía entre los soldados, ¿Acaso Tarikan tuvo algo que ver con aquello?

Sebastián ya había comenzado a notar algo extraño en el duque, no preguntó cuando vió que al hombre le faltaba un dedo. Al no fijarse antes, creyó que podía haber ocurrido en cualquier momento y con la facilidad de curación que tenía el duque, no le extrañaba que hubiera ocurrido algo que sin duda ocultó.

—Así que está cumpliendo la profecía —dijo en voz baja. Entonces se imaginó el hechizo de la escama del dragón, si bien nunca lo había leído, si estaba en conocimiento de como debía hacerse—. Eres valiente, muy valiente —agregó fijando sus ojos en el hombre.

Sebastián tardó unos minutos en alcanzar las primeras filas y en cuanto llegó al frente, el duque solo miró hacia un costado mostrando una sonrisa.

—¿Tu curiosidad ha sido complacida?

—Eres un monstruo, solo eso te diré.

—Los reyes no tardarán en intentar llamarme, tenemos que ser hábiles y terminar esto rápidamente. Que el ejército real se una a la guerra, será difícil y posiblemente estaremos acabados.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora