“El duque es aterrador”
No había duda de aquello, las mujeres miraron a Aynoa buscando que ella al menos las defendiera o dijera algo, pero cuando Tarikan soltó a la sirvienta y caminó hacia su esposa ella no les quitó la mirada a las mujeres. Con un rostro serio y cejas fruncidas ella no lo desautorizó, se tomó un minuto para mirarlas y luego llevó su mirada al hombre a su lado. Con un leve cariño en su mejilla, ella tomó su brazo y ambos caminaron por el pasillo.
Él sin duda alguna había hecho cambiar a la duquesa.
Aynoa alzó la vista mientras se alejaban de allí, en su mirada estaba el hombre que conoció, con esa mirada penetrante, con su pelo callendo elegantemente por su frente, parecía el mismo duque que una vez se vio tan lejano e inalcanzable para ella.
A veces parecía todo irreal, caminando por lugares que ella había conocido, que hasts los rincones eran familiares, pero está vez del brazo de un hombre que no dudaba en hacerse respetar.
—Eres magnifico —susurró mirando al frente.
—Magnifico no es una palabra que haya escuchado para definirme.
—Lo eres, dijiste que yo era valiente, pero sin duda tu lo eres más.
—Aynoa, si continúas hablando de esa forma, daré media vuelta y te arrastrarte denuevo a la recamara—dijo sin mirarla.
Ella solo sonrió y cerró la boca, siguió caminando hasta que frente a ella dos puertas se abrieron dando la pasada al salón de los banquetes.
Aynoa enseguida miró todo el lugar, estaba hermosamente decorado, había un gran candelabro de cristal sobre sus cabezas y las ventanas hacían entrar una luz gratificante.
Tristán, Sophia y Gabriela de pusieron de pie junto a un hombre que estaban ya a cada lado de la mesa. También estaba un sacerdote y un consejero que tardaron en hechar sus sillas hacia atrás y levantarse.
—Duque de Castilvell, es un gusto verlo por estás tierras —dijo el sacerdote bajando levemente su rostro—. Duquesa.
—Él es el sacerdote Raquiel, vino de Miminch para poder velar por la vida de Mariam —dijo Tristán con una sonrisa—. José es nuestro doctor, el ha estado con ella todo el tiempo que ha pasado, debes recordarlo, Aynoa.
—Por su puesto que lo hago —dijo Aynoa regalando una sonrisa.
Tarikan siguió a Aynoa alrededor de la mesa hasta los dos asientos vacíos, sorpresa para ella fue cuando sintió al duque detrás quien empujó la silla hasta que ella quedará cómodamente en la mesa.
—Gracias —dijo ella levantando su mirada hacia el, pero en cuanto el duque se fue a sentar el sacerdote se puso de pie y habló.
—Una pareja que lleva menos de un año no puede sentarse junta, por favor duquesa cambie su puesto con el doctor.
Aynoa oculto su sorpresa, apretó levemente los labios mirando al hombre y puso las palmas en la mesa para levantarse.
—No —dijo el duque deteniendola—. Yo lo haré —agregó sin cambiar la expresión de su rostro, pero antes de salir de su lado le dejó un sutil guiño de ojo.
Aynoa siguió con la mirada a su esposo hasta que desapareció en su espalda y luego miró a su papá. Tristán le regaló una sonrisa forzada, parecía que el marqués tampoco podía negarse a algo que el sacerdote dijera.
El doctor entonces se levantó del lado del sacerdote y caminó alrededor de la mesa dirigiéndose de forma contraria a dónde el duque había caminado. Tarikan se sentó frente a su esposa sin sacar sus ojos de ella, una vez más no se podía saber algo de él ya que solo se mantuvo serio. Aynoa que poco a poco lo había conocido sabía perfectamente que todo lo que giraba entorno a la iglesia le aborrecía enormemente.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...