101.-La codicia del poder

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Tarikan no se movió en los diez primeros segundos, aunque su rostro estaba serio, sus ojos mostraron el asombro y como todo el enojo se iba acumulando en ellos. Sebastián tenía razón, Tarikan no sentiría al hombre entrar a Castilville a través de la barrera y esto era porque Ragnur ya estaba aquí.

—Has madurado Thari, te ves bastante bien, todo un hombre, grande, alto, magnífico. Reconocería ese pelo y esos ojos en cualquier lugar.

El duque no dijo nada, su mano derecha se apretó y cuando la abrió una daga negra comenzó a salir de su mano, pequeña y brillante como la piedra ónix.

—Tranquilo, debes querer explicaciones, pero podemos sentarnos a conversar como adult...—Ragnur no alcanzó a decir nada cuando aquella daga cayó cerca de la mejilla derecha causándole un rasguño dónde pequeñas gotas de sangre cayeron por su piel. El muro crujió cuando el filo de esta se incrustó entre la roca.

—Tú...—dijo el duque. Ragnur solo dio unos pasos al costado mostrando la poca importancia que tenía ante el asunto.

—Thari... —dijo para volver a recibir otra daga formada.

—Vuelve a llamarme de esa forma y la próxima será en medio de tus ojos.

—Bien, supongo que algunas cosas han cambiado, pero siempre me has mirado de esa forma, de querer asesinarme algún día. Lamento haberte dejado...—agregó con una leve sonrisa.

Los ojos marrones del hombre eran tal cual el duque recordaba. Aunque su pelo ahora era más canoso y su rostro se había arrugado, tenía nuevas cicatrices que antes no tenía en los brazos y en el cuello. Seguramente donde había estado tampoco había sido tan pacífico. Lo único extraño ahora, era que Ragnur se había achicado, o más bien, Tarikan había crecido tanto que ahora era mucho más alto que él.

—Mientes —dijo el duque entre dientes y enseguida soltó un aura negra y que cubrió todo el pasillo.

Ragnur enseguida puso sus manos al frente y dos patrones aparecieron en sus muñecas listas para defenderse.

—No tienes que hacer esto...—dijo esquivando una daga que cayó por el suelo.

—Voy a divertirme contigo —dijo Tarikan, estaba enfadado.

—¿Tanto odio me tienes? Después de todo fui yo quien te ayudó a ser lo que eres hoy, ¿por qué no trabajamos juntos una vez más?

—¿Dónde has estado todo este tiempo?— Tarikan no se detuvo y continúo caminando hacia el hombre—. Te has ido por mucho tiempo abandonándome y dejándome a merced del rey.

—Eso te hizo crecer.

—No sabes las cosas que he tenido que vivir, ¡Tú me dejaste solo! —dijo volviendo a lanzar otra daga que el hombre esquivó con los patrones de sus manos. El arma sonó dejando un sonido agudo al caer en la cerámica.

—Tocar fondo es la única forma que hace a un hechicero subir a la cima, si hoy eres más fuerte que todos los hechiceros juntos, eso significa que tu parte humana sufrió lo suficiente como para desear morir ¿Que sería de ti si no fuera por Siriham? Te hubieras suicidado hace muchos años, no soy ajeno a lo que el reino te hizo, o lo que el rey y su esposa te hicieron, vendido como un soldado joven...

—Vete a la mierda.

—Eras la mayor mercancía de un proxeneta, niño delicado y silencioso...

Tarikan no aguantó aquello, estirando su mano, la serpiente negra agarró el cuello del hombre y lo golpeó en el muro, el duque con ojos fríos se acercó lo suficientemente a su rostro.

—Esa hermosa oscuridad en tus ojos, es la misma que me cautivo la primera vez que te vi, luchando por sobrevivir en un mundo cruel —dijo Ragnur mientras sonreía a pesar de que su cuello había sido atrapado—. ¡TODO ME LO DEBES A MÍ!

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora