61.- Biblioteca

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Aynoa salió de ese lugar agitada, no podía creer lo que ella misma había dicho, ¿estaba mal desear el cuerpo de su propio esposo?, ¿que diría la iglesia?

—No —se dijo negando con la cabeza. La iglesia era lo último que debía preocuparse. Después de todo lo que el hombre le había enseñado, cerca de las leyes de Dios no iba a estar más y eso le había gustado.

Aynoa se detuvo en el pilar de la gran escalera y llevó su mano a su pecho sintiendo como su corazón latía con fuerza. En todo el trayecto de vuelta ella no volteó a verlo, no sabía si el duque se había quedado en ese lugar o la había seguido a una distancia prudente. Aún así no volteó, y salió de allí con otro tipo de sentimientos.

—Duquesa —dijo una criada al verla llegar al primer piso—. Todos la estábamos buscando, ¿donde estaba?

—No te preocupes, estaba con el duque en su oficina —dijo ella sin detenerse. La mujer enseguida la siguió a paso veloz.

—¿En-en su oficina? No sabía que el señor había llegado.

—Sí, lo hizo.

—Pero se-señora ese lugar... No es un lugar adecuado para usted, ese lugar es...

—¿Es qué?, ¿hay algún problema? —preguntó Aynoa mirando fijamente a la mujer—. Nadie fue capaz de hablarme de las cosas que el duque tenía en ese lugar, ahora no te sorprendas por mi actuar.

—No, mi señora, no hay ni un problema. Solo hemos tratado de cuidarla, sabemos que poco a poco conocerá a nuestro señor.

—¿Hay algo más que me oculten?

—No, señora. No sé nada más.

—Bien, más te vale.

—Sí, señora —dijo la mujer bajando la cabeza—. Le informó que Sir Caleb estaba buscándola, mencionó unos libros que le dejó en la biblioteca y por otro lado su padre envío una carta para usted. Su criada la llevó a su habitación.

—Gracias por avisar, iré a la biblioteca ahora.

—Como es el penúltimo día después de la partida de los hombres, hoy el duque mandó a organizar una cena entre todos los soldados, ¿desea que le diga a su criada que prepare su ropa?

—Avisale, iré allá en unas horas.

—Por supuesto —dijo la mujer bajando su cabeza y dejó de seguirla.

Aynoa volvió a detenerse y sin pensarlo mucho giró su cuerpo hacia la entrada del subterráneo. El duque no la estaba siguiendo así que aquello al menos tranquilizó su inquieto corazón.

Soltando una leve risita para si misma volvió a caminar pensando como habían cambiado las cosas, no pensaba que el duque fuera tan abierto para darle a conocer sus cosas privadas, agradeció el hecho, pero luego su caminar volvió a detenerse.

¿Ella realmente no podría darle un heredero?

La imagen de los bebés llegó otra vez a ella, se imaginó todo lo que sus madres tuvieron que sufrir para tenerlos. ¿Habrán sentido sus pataditas? ¿cómo se movían vivos dentro de ellas para luego perderlos?

—Que dificil —susurró. Tarikan estaba en lo cierto, vivir aquello para alguien que realmente deseaba ser madre, sería devastador.

Volvió a caminar hacia la biblioteca, no podía evitar sentir la necesidad de buscar al duque, pero también se sentía nerviosa pensando lo evidente que había sido al pronunciar aquellas palabras. Ella volvería a estar piel a piel con su esposo.

—Señora —dijo Caleb levantándose e inclinando su rostro en cuanto ella abrió la puerta.

—Caleb, me dijo la criada que estabas buscándome.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora