Aynoa volvió a dormir mientras esperaba al duque, era evidente que la noche había caído, pero no sabía si estaría amaneciendo pronto. Dentro solo la luz de la fogata se mantuvo iluminando todo.
Se arrepintió más de una vez haber abierto la boca, pero había sido el momento correcto, dónde solo estaba él y ella para escuchar la verdad que tanto había ocultado. Sobre sus hombros la carga aún era pesada, pero al menos ya no estaba sola.
—Papá volverá, ya verás que sí —dijo ella secándose unas lágrimas atrevidas mientras acariciaba su estómago.
Fue difícil, fue aterrador, pero lo había hecho y aunque sentía arrepentimiento, sabía que había decidido hacer lo correcto.
************************
Fuera de ese lugar el sol comenzó a salir, la mañana era helada y ventosa, pero dentro de ese lugar aún parecía ser de noche.
Aynoa abrió los ojos encontrándose con el duque sentado en el suelo, su espalda se apoyaba en un muro y tenía un pedazo de carne seca en los dedos que mordía de a pocos pedazos. Sus ojos solo se mantuvieron observando las llamas perdido en su propia mente.
—¿Estás bien? —preguntó ella sin siquiera levantarse.
—Estoy mejor.
—¿Sigo siendo tu esposa?
—Sí.
—Hay algo que tienes que saber, Tarikan.
—¿Más sorpresas?
—Yo no debí escribir ese libro, lo sé perfectamente y no sabes cuánto tiempo me he arrepentido de lo estúpida que fui, pero en ese libro no narra mi vida pasada sino está, todo lo que recuerdo de esta.
Tarikan no pareció preocupado, detuvo el movimiento de su mano que desgarraba lentamente la carne, y la tiró al suelo como si hubiera sido un cigarro consumido.
—Eres muy tonta, Aynoa —soltó él sin mirarla—. Ya ni siquiera es inocencia lo tuyo, porque recuerdo muy bien haberte advertido sobre lo peligroso que era eso.
—Regáñame después, ahora deberíamos irnos y recuperar esa cosa —dijo ella y lentamente se sentó sin despegar sus ojos de él—. Así como mucho ha cambiado en la historia, estoy completamente segura que si no quemamos ese libro, la guerra no será una sorpresa para nadie.
Tarikan se puso de pie y con ese caminar tan letárgico y despreocupado se acercó a dónde estaba Aynoa.
—El rey leerá sobre ella y sabrá que serás tú... tus planes y todo se irá a la mierda por mi culpa. Tienes que impedirlo, es egoísta lo que te pido, pero eres el único que puede ayudarme.
Aynoa levantó la cabeza, el duque se detuvo justo frente a ella, tan cerca que ella alzó el rostro hasta que su cuello se estiró completamente hacia arriba.
Estaba tan serio e indiferente, pero no fue eso lo que a ella la preocupaba sino que no dijo nada más que mirarla.
—Deja de subestimarme, ¿quién crees que soy?—susurró él mientras su celo se fue apretando.
Los ojos de la mujer se movieron constantemente esperando una explicación, pero hundiéndose en la mirada de aquel hombre sintió como la juzgaba por todo lo que había hecho. Con su cabeza aún hacia atrás, Aynoa sintió nuevamente el arrepentimiento de todo, la sola mirada del hombre le hizo sentir presionada y pequeña.
Se sintió arrepentida, como si volviera a ser esa niña pequeña que era regalada fuertemente por su padre.
—Perdoname —soltó cuando una lágrima salió de sus ojos—. Perdóname por todo.
ESTÁS LEYENDO
Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...