24.-Un trato.

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La sonrisa que recibió del hombre no la tranquilizó, junto con aquellos ojos color grises que parecían brillar en la noche, tragó una pesada saliva mientras su corazón comenzaba a correr lejos de allí.

—Quiero que el rey deje de molestarme, pero no quiero una esposa que se interese en mí —dijo apuntando hacia el sillón para que Aynoa se sentará—. No tengo opción más que casarme con alguna. Tu hermana...

—Ella puede ser una buena opción —dijo mentiras sin sacar su mirada de él, se sentó esperando escuchar lo que el duque había planeado.

—Te conozco un poco más a ti que a ella, además ella parece como si le hayan clavado un puñal cada vez que habla, con esa voz tan aguda y estúpida como...

—Lo entiendo —dijo Aynoa interrumpiéndolo sentada en el sillón, mientras que él no se movió del marco de la ventana.

—Tendrás lo que quieras, yo no interferiré en tu vida.

—Escuché que el Rey le quitó los ingresos de batalla.

—¿Te preocupa que no tenga dinero suficiente para ti?

—No, me preocupa que a causa de los acuerdos que haremos...

—Matrimonio —le corrigió él.

Aquello se escuchaba tan estúpido para Tarikan, pero ella no lo estaba tomando de mala manera, lo único que le preocupaba era exactamente la persona frente a ella.

—Matrimonio —repitió—. Me preocupa que el rey vuelva a castigarte.

—Aynoa no es y no será la primera vez que el hombre frente a ti se meta en problemas.

—¿Lo asumes con tanta confianza?, ¿cómo puedes decir eso? —dijo sorprendida, el duque no tenía miedo a ser castigado o entrar en disputa con la realeza.

—Soy un hombre complicado —sonrió mientras levantaba los hombros—. Pero mi ducado se maneja y se mueve con el dinero exclusivamente del mismo ducado, sus impuestos son altos, vivir allí es costoso, pero eso es porque no tiene problemas con monstruos. Hoy el rey me ha quitado solo el dinero que tengo de reserva, lo ganado por cada monstruo muerto. Que ahora no lo tenga no influye en absoluto en la forma en la que vivo.

—¿No te influye?

—No Aynoa, al menos que quieras decorar dos castillos completos y tengas gustos extravagantes.

El rey había ordenado aquello pensando que realmente le dolería a Tarikan estar apretado de dinero, pero no podía estar más equivocado, era un castigo que nuevamente al duque no le importó ni un poco.

—Quiero que me enseñe a cabalgar, si pudiera aprender magia también me gustaría que lo considere. Me gusta ayudar a las personas, por favor destine un poco de su dinero para eso.

—¿Esas son tus condiciones? —dijo Tarikan.

—Tendré otras, pero por el momento esas son...

—¿Por qué está interesada en la magia? —preguntó acercándose lentamente, parecía curioso de las cosas que ella pedía—. Por lo que sé, el marqués no viene de una familia que haya demostrado asimilación con la magia —agregó llevando sus ojos al cielo e intentó hacer memoria de los ancestros y el apellido de Aynoa.

—¿Puede al menos intentarlo?

—No te puedo prometer que puedas usar magia. Muchas personas desean ser hechiceros, pero no nacen con las cualidades necesarias...

—¿Y las piedras?

Tarikan la miró sorprendido, levantando las cejas y curvando los labios, le mostró una sonrisa genuina. No esperaba que ella tuviera conocimiento de las piedras mágicas.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora