Cuando las bestias atacaron, Aynoa había bajado por telas al pueblo. No hubo tiempo para poder prepararse, los monstruos y demonios habían atacado el pueblo del sur antes que ellos, pero esta vez las personas se dirigieron hacia la capital en vez de correr al marquesado.
Un sonido aterrador como una trompeta siniestra sonó con fuerza por Abeul, la gente que estaba en las calles se detuvieron y observaron los muros en dirección a la puerta de entrada. Luego un silencio sombrío cubrió todo el lugar, la gente que había estado dentro de las casas y tiendas también salieron al escuchar aquello, moviéndose lentamente, nadie dijo nada, era como si la valentía de pronunciar una sola palabra se había esfumado.
—Corran...— susurró un campesino.
La gente que había podido vivir y estar fuera de las grandes ciudades protegidas por altos muros conocían aquel extraño ruido. Tardaron unos minutos cuando algunos comenzaron a moverse corriendo al interior de la ciudad.
Aynoa también había salido a la calle, fijando su mirada en esa dirección, una gran sombra paso por encima de todos ocultando por unos segundos el sol. Miró arriba solo para ver la cara de una mujer fusionada con un monstruo volador.
—¡CORRAN POR SUS VIDAS!
—¡CORRAN, CORRAN!
Los gritos comenzaron de la nada y luego de eso el pánico inundó todos los corazones de los habitantes. Un gran mugido dio pasos a un enorme trolls de las montañas, derribando con facilidad la puerta de madera, hizo volar a un centenar de soldados que la custodiaban. La gente gritó aún más al verlo, las campanas de los pueblos cercanos, Terra y Sinova ni siquiera alertaron nada, parecía que el mismo karma había llegado al marquesado.
El trolls era bastante temible y de gran tamaño, hacía retumbar la tierra cada vez que daba un paso en ella. Sus rostros ceñidos en montañas de arrugas casi tapaban los minúsculos ojos que tenía.
Detrás de él venían gigantes cubiertos de pelos de animales, eran más pequeños que un troll, pero mucho más violentos y agresivos. Bajo ellos, los lobos también aparecieron. Era muy extraño que las tres especies atacarán de forma unánime, y la razón para que lo hicieran era solo una, que luego apareció en el borde del muro.
Una gran arpía rio a carcajadas desde lugar donde estaba posada. Con su rostro, como el de una mujer con cabellos largos, cobijó su cuerpo y sus patas de grandes garras bajó sus enormes alas negras, al mismo tiempo que miraba desde las alturas el marquesado de Abeul.
La gente se dispersó por todos lados entre gritos aterradores, corriendo lejos de la entrada. Los soldados del castillo bajaron para contener la situación mientras todo se volvía un caos.
—¡Quemarlos para que no se regeneren! —gritó un soldado.
—¡Mi leidy! —Su dama la jaló rápidamente por las calles.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...