A la mitad de la noche el duque despertó con lentitud, se sentía cada vez más lúcido y poco a poco la fuerza comenzó a llegar a su cuerpo. De forma lenta se sentó en la cama mirando la habitación. Había un silencio eterno, aunque entre todo eso un respirar suave hizo que él se diera cuenta que no estaba solo.
Girándose con la intención de no mover la cama, pudo ver a la mujer que hasta el momento había cuidado de él.
Dormida con ropa de dormir, las sábanas cubrian su cuerpo hasta la cintura. Aynoa estaba acurrucada abrazando una almohada mientras le daba la espalda al hombre.
Tarikan dibujó una sonrisa en su rostro, habían pasado tantos días sin verla, tantos hechos que no se había detenido a contemplarla.
Entonces recordó algo, allí en el medio de la penumbra había acabado con ambos dragones, cayendo de aquella altura considerable. Mientras el poder que Siri le había dado para controlar al animal se estaba desvanciendo, la silueta de aquella mujer lo visitó.
Se había estado volviendo loco, no solo por el dolor, sino porque sabía perfectamente que iba a ocurrir luego de que Siri abandonará su cuerpo. El duque tuvo una alucinación de ella, en ese lugar, en ese momento y en esa condición, ella lo hizo feliz. Perdería la cabeza si se hubiera dejado llevar por toda la muerte que estaba experimentando, pero la silueta de aquella mujer le dió la única fuerza que le quedaba y se arrastró hacia el viejo árbol. Siri lo abandonó después de eso encapsulando su conciencia en un eterno sueño. Sueño que Sebastián y Caleb habían roto.
La observó un largo tiempo sin moverse de allí, parecía incluso un acosador al no apartar su mirada de ella, pero era tan irreal, tan poco creíble, que en unos minutos el creía que aún estaba en ese sueño. ¿Aynoa realmente estaba a su lado?
No tuvo la valentía de tocarla, creía que si lo hacia desaparecería así tal cual lo había hecho en ese lugar y la verdad, solo no quería estar.
Inconcientemente se estaba aferrando a la idea de tener a una compañera a su lado, aunque estaba conciente que todo era un trato de matrimonio, él estaba asumiendo allí que la necesitaba. Necesitaba a alguien que lo acompañara, que confiara, alguien que escuchará todo lo que por años guardó dentro.
—¿Aynoa? —susurró lentamente, pero ella no despertó. Aterrado aún por no separar la realidad de las cosas, tapó su rostro y se refregó el pelo.
¿Que era esa debilidad que tanto sentía?, ¿Qué era esa angustia en su pecho y las ganas de soltar todo?
Definitivamente hoy no había una pizca de magia corriendo en sus venas, solo era un humano cualquiera, un humano que podía sentir todo sin ninguna restricción.
Pero el duque se estaba volviendo loco ahí mismo, sintiéndo lo que una vez sintió consigo mismo, volvió a odiarse, volvió a sentirse tan insuficiente, tan insignicante.
“La gente si siente dolor”
Recordó incluso a su mentor, los años vividos junto a él y el dolor que tuvo que soportar.
Tarikan hundió el rostro entre las rodillas y apretó los dientes mientras intentaba sobrellevar todo de nuevo. Parecía que lo que había guardado muy dentro de su conciencia se había abierto, descubriendo nuevos recuerdos, nuevas vivencias, nuevos tormentos. Odiaba ser completamente humano, completamente débil.
Refregó sus ojos más de una vez y volvió a recostarse. Mirando el cielo la imagen de la reina llegó a su mente, estaba mirando el mismo techo donde había fijado sus ojos para no ceder al cometido de ella.
Soltó un suspiro fuerte mientras empuñó sus manos. La odiaba, la odiaba con toda el alma, deseaba asesinarla de la peor forma, golpearla, ahorcarla, quería hacerle de todo con tal de que ella sufriera lo mismo o peor en comparación a lo que él había tenido que soportar.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasiaSu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...