55.-El lago

247 40 3
                                    

Era difícil saber los sentimientos del duque, generalmente parecía ignorarlos, Aynoa bajó su rostro pensando en aquello. Quizas ella no era tan importante para él como había pensado o simplemente el hombre no era muy bueno para hablar sobre aquello.

Aún así, ella recordó sus palabras, su confianza y como hasta el momento la había tratado, quizás el duque si mostraba lo que sentía, pero no era capaz de decirlo.

Tardaron media hora en llegar al lugar donde él duque había querido llevarla. Aynoa se quedó sin palabras al ver todo.

El lago era hermoso, estaba dentro de todos los dominios del duque y no habían personas cerca. Tenía una pequeña cascada rodeada de vegetación, flores hermosas y olor a hierba mojada junto a unos pocos árboles.

Aynoa jamás había visto un lugar tan bello y tranquilo, parecía una pintura hecha realidad. Se podía escuchar el agua chapoteando, el sonido de los pájaros y los árboles meciéndose, pensó que allí perduraba la paz de todo el reino.

—¿Los monstruos no pasar por aquí?

—El escudo protector llega mucho más atrás de la cascada —dijo Tarikan bajando de su caballo—. Ven —agregó estirando sus brazos hacia ella.

Aynoa al verlo, sacó los pies de los estribos y apoyó sus manos en sus hombros. Él enseguida la tomó de la cintura para bajarla, en cuanto los pies de ella tocaron el suelo, salió rápidamente corriendo al borde del lago.

—Puedes ir a ver el lugar, yo sacaré las monturas de los caballos para que descansen —dijo asumiendo que ella no lo iba a escuchar.

—¿No necesitas que te ayude? —dijo Aynoa dando un brinco de vuelta.

Era imposible no mostrar entusiasmo por aquel hermoso lugar, Aynoa quería ir a tocar el agua, ver la cascada de cerca, las flores de colores a sus alrededores, aquello lo notó Tarikan y enseguida negó con su cabeza mientras le sonreía.

—Ve.

Suficiente para que ella no dudará en volver a correr al lugar.

Esbozando una sonrisa Aynoa llegó a la orilla y rápidamente se hincó en el pasto, su mano bajó a tocar el agua y no le importó mojar una parte de la manga de su ropa. El lago tenía aguas frías, pero eso no le impediría meterse en ellas.

Giró a mirar a Tarikan y le vió cargando una de las monturas para luego dejarlo al costado de un árbol. Los caballos lentamente comenzaron a moverse pastando por el lugar, lamentó un momento no haberle ayudado, pero al volver a mirar el agua, su lamento se esfumó con el viento.

Aynoa desabrochó rápidamente su vestido, luego lo sacó por arriba de su cabeza dejándolo caer en la orilla, el corce le dió un poco más de batalla, pero cuando se liberó de él se sintió libre.

Vestida solo con su enagua que le llegaba un poco más abajo de la rodilla y una blusa de ceda no dudó un solo segundo en meter sus pies desnudos al lago.

Tarikan volteó cuando la escuchó pegar un pequeño grito encontrandola ya a unos pasos dentro. El agua le llegaba a las rodillas, pero nunca se imaginó que ella pudiera mojarse por completa. Ignorándola, se hincó frente a los bolsos y comenzó a sacar la comida que le habían preparado. Era la primera vez que venia a ese lugar con otra persona. Siempre había venido solo cuando se aburría de estudiar bajo cuatro paredes.

Hundido en sus pensamientos detuvo su mano cuando tomó una manta roja, preguntándose si lo que estaban haciendo ambos era común en familias. Teniendo recuerdos borrosos de su infancia no sabía si aquello era normal, pensó por unos momentos si podía encontrar esa respuesta en Aynoa, ya que ella había crecido bajo la sombra del marqués y de la antigua marquesa.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora