13.-Siri

219 40 1
                                    


En las siguientes semanas, Tarikan se refugió en la torre del ala sur del castillo junto a sus hombres, las puertas hacia ese lugar se mantuvieron con sus soldados haciendo guardia para que así, los soldados reales no tuvieran que meterse con las serpientes, hasta que la torre donde se quedaban como era habitual fuera dada por el rey.

Las sirvientas asignadas se les dieron órdenes muy exactas para tratar al comandante de las serpientes. Tarikan era muy estricto para algunas cosas, los que lo conocían podían encontrar un poco de simpatía con él, pero había momentos donde odiaba ser interrumpido. En especial las horas que él usaba para leer y estudiar.

–¿Señor? – dijo la criada entrando a la habitación del duque.

Tarikan suspiró al escucharla, era la secta vez que tocaban su puerta y entraban sin permiso. Las criadas no habían dejado de molestarle trayendo consigo cartas e invitaciones a otros eventos sociales luego de su repentina pieza de baile. En su mansión aquello nunca ocurría, ya que su personal había aprendido a tratarlo y a respetar sus rutinas.

–¿Desea que tire estás también?

–Por supuesto– dijo sin levantar la mirada del libro que tenía en la mano.

Echado en una silla con los pies sobre la mesa, las criadas no se le acercaron y eso era porque Siri estaba enrollada en sus hombros. Su hermosa serpiente pequeña y negra, pero tan negra que parecía perlada cuando los rayos de luz tocaban su escamosa piel, podía parecer inofensiva, pero era un moustruo peor de los que se encontraban en las profundidades de los bosques.

–¿No le echará un vistazo a esta? – dijo mostrando una carta con el sello de Abeul.

La mujer se quedó unos segundos con la carta en la mano esperando alguna respuesta de Tarikan, pero cuando él llevó sus ojos hacia ella frunció rápidamente el ceño.

–Quémalas todas en especial esa– acentuó cada palabra.

–Yo pensé que usted y la señorita se estaban llevando bien. Le hará bien la compañía de una mujer...

–¿Sabes por qué las criadas de Castilvell no entran a mi despacho cuando estudio?– dijo cerrando el libro y bajando los pies de la mesa. La serpiente con el movimiento de él comenzó a moverse bajando hacia el suelo y deslizándose con rapidez por la madera– Ellas saben que, si lo hacen, yo no detendré a Siri si se llegará a molestar, y está molesta.

–Espere Señor– dijo la mujer dándose cuenta de aquella amenaza y dio rápidamente unos pasos hacia atrás– yo solo...

Los sobres y la bandeja que traía en la mano se cayeron al suelo mientras la mujer aterrada fijó sus ojos en la serpiente que se arrastraba hacia ella. Su tamaño comenzó a aumentar y cuando volteó para abrir la puerta ya era tarde.

El golpe que hizo la puerta al ser golpeada sobresaltó a los soldados que estaban en los pasillos. La serpiente no dudó un segundo en atacar a la mujer mordiéndole el hombro, era lo suficientemente grande como para abrir su boca y tomarla completa del cuerpo. Su tamaño podía alcanzar a ser una gran Titanoboa cómo también una delicada y pequeña culebra.

La mujer luchó mientras que soltaba un grito aterrador. Tomando parte del cuerpo al animal trató de jalarlo lejos de ella, sus manos apenas podían rodear su contorno, pero su piel y escamas solo se estiraron resbalándose sin éxito.

Otro golpe hizo eco por el lugar, los soldados y otras sirvientas se acercaron, claro que para los hombres que habían vivido en Castilvell sabían que era lo que podía estar ocurriendo, no así las mujeres que eran del propio castillo real y que no habían convivido con Tarikan.

–¡Es Emilia! – gritó una sirvienta tratando de abrir la puerta– ¡Por favor tenga piedad con ella!

–¡Abra la puerta! ¡Duque!

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora