Aynoa estaba nerviosa, a medida que fue pasando la noche el sonido del exterior se extinguió casi por completo. La imagen de los lobos atacando a las personas llegó a su mente y poco a poco sentía que volverían a atacar allí en el campamento.
Sin poder dormir se mantuvo en silencio mientras se cubría el cuerpo con una frazada hasta dejar solo su cabeza fuera. Milla dormía profundamente a su lado, no hacía ruido alguno, pero sin duda no tenía las mismas preocupaciones que tenía Aynoa.
Allí en el carruaje no se sentía del todo segura.
Mientras las horas comenzaron a pasar la joven duquesa se movía constantemente dando vueltas en el carruaje, el sueño y el cansancio estaban presentes, pero cada vez que comenzaba a caer dormida su mente nuevamente le daba malas jugadas.
Se animó lentamente a sentarse y abrir la cortina de la ventana. Fuera del carruaje había una noche bastante hermosa, pequeñas antorchas estaban regadas cómo picos enterradas a la tierra y los soldados dormían distribuidos por todo el lugar.
Aynoa estaba un poco angustiada, ahora no solo el miedo le carcomía la conciencia, sino que debía buscar un sitio donde vaciar su vejiga.
—Duquesa —dijo la voz de un soldado al verla abrir la puerta—. ¿Necesita algo?
—¿No hay monstruos?
—Claro que no señora, todo está bastante tranquilo, es una buena noche.
Aynoa miró al hombre, se veía amigable, pero no tenía la confianza de pedir lo que realmente necesitaba. Solo recordó a una sola persona, por lo tanto, no tardó en pronunciar su nombre.
—¿Dónde está Tarikan?
—Allí —dijo el soldado apuntando a un bulto a lo lejos—. Al duque le gusta estar solo.
Aynoa luego de agradecer y negar la compañía del soldado, se fue directamente donde le habían dicho que estaba Tarikan. Evadiendo a los soldados dormidos llegó lentamente al final.
Sin decir una sola palabra caminó hacia él encontrándolo con los ojos cerrados. Estaba acostado sobre una manta, se había sacado la chaqueta y abierto la camisa. Aynoa no quería fastidiarlo, pero ahora él tenía el deber de cuidarla.
Acercándose lentamente lo observó desde lo alto, estaba durmiendo con un brazo encima de su cabeza y el otro sobre su estómago. La noche era fresca, pero aun así el hombre estaba allí dejando al aire la piel de su pecho y abdomen. Recordando sus palabras, se hinco y arrancó un poco de pasto, luego alzó la mano sobre su rostro.
Tarikan no tardó en sentir su presencia y lentamente abrió los ojos mirando hacia el cielo donde enseguida se encontró con el rostro de ella que lo contemplaba desde las alturas, justo para ver su mano abrirse.
—Hey— reclamó cerrando los ojos y sacándose la hierba de la cara— ¿No deberías estar durmiendo?
—Tu deber es cuidarme y mantenerme a salvó. Levántate y llévame a un lugar donde pueda orinar tranquila.
—No hay baños aquí.
—Lo sé perfectamente, ahora muévete por favor.
Tarikan frunció levemente el ceño, ella no parecía afligida, sino que decidida a lograr lo que pedía.
—Eres cómo una niña pequeña pidiendo ir al baño a mitad de la noche ¿No le han enseñado a ir antes de dormir? —Tarikan no se movió, pero dibujo una sonrisa en su rostro, sus ojos se veían hermosamente brillantes bajo la luna.
—Duque.
—Duquesa... ¿No es extraño llamarte así ahora? —dijo sentándose, llevó su mano a echar su pelo hacia atrás y lentamente se puso de pie.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...