25.-Un buen teatro

247 41 6
                                    

A la mañana siguiente la voz de Sophia llegó detrás de la puerta, tocando suavemente la madera, habló detrás de ella.

—Duque, espero que haya descansado sin problemas, ¿puedo invitarlo a caminar por los jardines? Mi hija lo espera para tomar el té, las sirvientas entrarán para dejarle una bañera con agua tibia.

Aynoa se despertó de un salto sentándose en la cama mientras observaba la puerta. Tardó unos segundos en darse cuenta de que aquella habitación no era la suya y poco a poco recordó lo que había ocurrido la noche anterior.

—Ay dioses —susurró asustada.

La habitación se veía vacía, llevó sus ojos por todos los rincones hasta que llegó al lado izquierdo donde estaba el velador y allí en una silla el duque la miraba con calma.

—¿Me estaba mirando dormir? —preguntó ella cubriendo su cuerpo con las sábanas de la cama.

—Usted tiene el sueño pesado, no despierta ni hasta cuando moví la cama.

—¿De verdad lo hizo?

—Duque, ¿está despierto? —preguntó Sophia tocando nuevamente la puerta.

—¿Está lista para hacer un espectáculo?

—¿Qué?

Aynoa salió de la cama jalada de la mano del duque y enseguida él la puso frente a la puerta para luego esconderse detrás de ella.

—Abra —le dijo el duque mientras se desabrochaba los primeros cuatro botones de la camisa.

Sophia volvió a golpear y esta vez Aynoa tratando de confiar en las palabras antes dichas del duque, abrió la puerta lentamente y frente a ella la cara de Sophia se deformó, si su mandíbula no estuviera agarrada a la cabeza se hubiera caído al suelo. Sus ojos sorprendidos al ver a la joven muchacha con poca ropa le dieron a entender que lo que había planeado la noche anterior quizás no resultó como esperaba y era porque su hijastra se había colado en la habitación del invitado.

—Eres una sucia perr... —dijo alzando la mano fuertemente para darle de lleno en la mejilla, Aynoa se cubrió, pero Tarikan tomó el brazo de la mujer y la empujó al pasillo.

—Marquesa, tengo una invitada esta mañana, por favor, vuelva en una hora más —dijo cerrando la puerta con lentitud frente a los ojos de aquella mujer.

Las maldiciones que ella soltó se escucharon fuertemente y no se detuvieron mientras golpeó una y otra vez la puerta.

—¿Qué acto es tan fatal para que un padre este obligado a desposar a su hija? —preguntó Tarikan volteando a mirar a la mujer.

—¿Qué?

—¿Sabe actuar? Yo creo que sí —dijo el agarrando su brazo y la empujó contra la puerta.

Aynoa sabía la respuesta, levantó la mirada solo para recibir al duque. Las manos de él enseguida llegaron a su cintura y su cuerpo se apagó al de ella.

—Gime, gime como si lo hiciéramos —le dijo en su oído juntando mejilla contra mejilla.

—¡Duque de Castilville, tiene que abrir la puerta ahora mismo! —dijo la voz de un hombre.

—Vamos Aynoa tienes que poner de tu parte.

—No sé qué quieres... Yo...

Los brazos de Tarikan se deslizaron por debajo de los muslos de ella levantándola en el aire, Aynoa pegó un leve grito sorprendido y se agarró firmemente de su cuello.

—Hazlo mi lady, lo suficientemente fuerte para que todos allí afuera escuchen.

—No-no puedo... Yo... —Aynoa con el corazón corriendo como loco, no sabía qué hacer ni decir. A diferencia de lo que había sentido con el hombre desconocido, ella al menos sí conocía al duque.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora