12.-Una pieza de baile.

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El hombre que había entrado recién al salón de la mano de una mujer se llevó rápidamente todas las miradas y los murmullos. Todos conocían que el comandante de las serpientes era bastante arisco para socializar, había rechazado la mayoría de las invitaciones para el baile y además había llegado solo.

Su actitud sería y fría, se podía pensar que ninguna dama posaría sus ojos en él, pero aquello hacía que el hombre fuera aún un misterio para muchas, y eso atraía más a las jóvenes que querían al menos intercambiar alguna palabra con él.

Vestido con un traje hermoso de color azul marino, junto con bordados plateados que decoraban los bordes de las mangas, parte del pecho y parte del cuello, se fue haciendo paso entre la multitud.

Recién en ese momento los ojos también se posaron en la dama junto a él, parecía que nadie la había visto antes, pero ahora, con su vestido elegante, decorado y llena de valiosas joyas, fue el centro de atención para todos.

Los hermosos candelabros que colgaban en el cielo del salón iluminaban de forma elegante la pista de baile y muchas parejas mostraban su alegría al danzar.

—Así que para usted era la opción dos —dijo Tarikan.

—¿Opción dos?

—Nadie la había invitado a bailar, ¿no?

—No se burle de mí, por favor —dijo ella avergonzada. Ya apenas podía caminar con todos mirándola cómo para soportar los comentarios de él.

Lentamente llegaron dónde todos estaban bailando, Tarikan no le soltó la mano, pero una vez allí volteó mirándola. El hombre se veía alto, sus ojos se mantuvieron sobre ella sin mirar a los demás, de forma delicada tomó su otra mano y la llevó a posarla en su hombro izquierdo para luego poner su mano en la cintura de Aynoa.

—Trate de no pisarme.

—Yo sí sé bailar, señor.

Tarikan dibujando una hermosa sonrisa, acercó su rostro a su oído y lentamente le susurró: — Demuéstramelo.

Así como había dicho, Aynoa se movió siguiendo los pasos del hombre, dando vueltas por el salón junto a otras parejas, no se dejó intimidar. Ella no lo pisó en ningún momento, siguió el ritmo y la música mientras la gente observaba. Tarikan demostró una vez más que, aunque no hacía esta actividad muy a menudo, podía dar un buen espectáculo, su baile era de mucha elegancia y se movía como si la música fuera para él.

Aynoa sintió lo mismo que había sentido en el puente y se preguntó ¿Cómo es que este hombre de apariencia tan bella, era un maldito en todo sentido?

Había escuchado lo ocurrido en Abeul, las serpientes no llegaron a tiempo solo por ese hombre, pero mientras más lo pensaban, más sentía su corazón comenzar a agitarse mientras lo miraba. El tiempo se esfumó, la gente y el ruido parecieron desaparecer mientras ella no apartó su mirada de los orbes grises que la observaban, mientras giraban en un vals que no parecía tener fin.

—No creí que el duque fuera a bailar.

—Una vez más, son órdenes del rey.

—¿Por qué no le gusta bailar si lo hace espléndidamente?

—¿Está disfrutando la atención de la gente? —preguntó Tarikan mientras la hizo dar una vuelta sobre sí misma para luego volver a tenerla frente a él.

—¿Y usted solo hace lo que dice el rey?, ¿hay algo que haga por usted mismo? —preguntó ella fruncido un poco el ceño.

Aquello sin duda hizo que el duque se molestara, guiando su baile, la giró con fuerza y la soltó para que ella perdiera la estabilidad. El cuerpo de Aynoa por pocos centímetros no tocó el suelo, siendo nuevamente jalada con rudeza por él. Dio una vuelta más hasta que su pecho volvió a chocar con el cuerpo del hombre.

—Recuerdo perfectamente que hoy había un pez nuevo en el estanque, no recibí órdenes del rey allí.

—Vuelva a hacer algo como eso y yo...

—¿Usted qué? —dijo él bajando la espalda de Aynoa e inclinando su cuerpo bajo él mientras la miraba atentamente desde su altura— ¿Qué haría una lady como usted, que ya no es primogénita del marqués?

—Sigo siéndolo.

—No ante la ley, lamentablemente sus hermanastras le han quitado esa importancia.

—Todo lo que dicen de usted...

—¿Es cierto?, ¿puedes decirlo con seguridad después de una pieza de baile?

—Duque...

—Lady —dijo separándose de ella cuando la música poco a poco fue terminando.

Cuando la música se detuvo, él simplemente la soltó mientras la gente aplaudía dando fin a una pieza de baile. Tarikan tomó la mano de Aynoa y le besó mientras se inclinaba, no dijo nada más, volteó dejándola allí.

Ella le miró la espalda mientras las mujeres intentaron detenerlo, pero él salió por una de las puertas sin voltear. Luego de eso, Aynoa caminó fuera de la pista de baile y tuvo más de dos propuestas para la siguiente pieza, que bailará con ese hombre hizo que todos la pudieran ver.

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—Eso estuvo bien —dijo Caleb siguiendo a su duque por los pasillos.

—Oh cállate.

—Pensé que nunca más lo vería bailar.

—¿Sabes quién es esa mujer? —dijo Tarikan deteniéndose y volteando a ver a su soldado personal.

—¿De Abeul? No la había visto antes.

—Es la hija del marqués.

—La hija de... ¡¿La hija de Tristán?!, ¿y por qué mierda bailaste con ella?

—No puedo negarme a una orden real.

—Mierda, debiste haberla hecho tropezar o algo.

—También lo creí.

—Todos hablarán de esto, la mujer siguió cada uno de tus pasos de forma espectacular.

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En otro lado del castillo ya se estaba comentando lo que había ocurrido, el problema no era ella, sino él. Tarikan no socializaba, no participaba en fiestas, ceremonias y mucho menos en un baile. Que lo haya hecho sin mostrar una sola pizca de malestar en su rostro, comenzaron los rumores de que ambos se conocían desde antes. Ya se había asumido que Castilville siempre tendría solo un señor y que no compartiría ese hecho con una mujer que tomara el puesto de señora. Había rumores de que sus gustos no eran las mujeres, ya que no se le veía nunca junto a una e incluso se decía que profanaba su cuerpo con animales insultando aún más a Dios.

A pesar de todos los rumores que siempre giraban en torno a él, la gente lo amaba así tal cual era. Era de esperarse que todos fijarían más su atención en la pareja inusual que había bailado en el cumpleaños del rey. Aynoa no fue ajena, su padre discutió fuertemente aquel hecho y Sophia se aprovechó de la situación. Para ella esto era una oportunidad que no podían desperdiciar después de todo, el demonio de Castilville era más rico que el propio rey.

—No vas a poner a mi hija en riesgo.

—Es que no lo entiendes Tristán —dijo Sophia caminando por la habitación—. Ese hombre puede pagar todos los arreglos de Abeul por sí solo. Sabes perfectamente lo que ha hecho y ha ganado un buen dineral por cazar esas bestias.

—¿A costa de qué? Mi hija tendrá que arriesgar su vida...

—Tú viste cómo la trató, él no le hará nada y ¿Si es algo mutuo?, ¿cómo sabes? Él puede pagar la dote.

—Estupideces —dijo Tristán sentándose en el borde de la cama. Recordó ver a su hija bailar con ese demonio y aquello no le causaba más que repugnancia.

—Déjame que me encargue de eso. Haré que el joven comandante de las serpientes venga frente de ti a pedir la mano de tu hija.

—¿Por qué no le das una de las tuyas?

—Mis hijas no fueron quienes bailaron con él.

—Deja que lo intenten también, tus hijas son más bendecidas que la mía. Unos buenos senos pueden llamar la atención de cualquier hombre, parte por allí, Mariam puede ser la indicada.

—Lo haré mi señor, lo haré.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora