Para el día once Tarikan sintió los sonidos de las puertas y en cosa de segundos su celda fue abierta, ni una sola luz lo despertaba. Entraban como fantasmas de la oscuridad.
—Ven conmigo, daremos un paseo —dijo Richard entrando mientras sus soldados tomaban al duque de los brazos. El no dijo nada, solo los miró unos pocos segundos antes de que su rostro fuera tapado con una manta negra.
Era poco probable que Richard llegara a atreverse a asesinarlo, Tarikan no era poca cosa y sin duda el rey le dolería perder a uno de sus más grandes hechiceros, por ese hecho el duque no temía por su vida. Si perdiera todo lo que hoy era, no le importaba comenzar de cero, mientras pudiera deshacerse de las órdenes de los reyes.
—Sabes que por más que cubras mis ojos sabré a dónde me llevas.
—Quédate callado pedazo de mierda.
Tarikan fue zamarreado de un lado a otro de forma brusca hasta que lo metieron a una habitación y su espalda golpeó fuertemente una muralla.
La capucha negra se le fue retirada y un golpe de luz llegó a sus ojos, los cerró enseguida y apretó un poco los dientes, había estado muchos días en la oscuridad para que sus orbes grises se sintieran cegados por unos minutos. Cuando la luz comenzó a bajar su intensidad y sus ojos a acostumbrarse a su brillo pudo ver la habitación en la que estaba, ya la conocía bastante.
—Gerald —susurró al ver la silueta del rey sentado frente a él, pero sus ojos aún no podían definir su imagen— ¿Ya has decidido castigarme?
—¿Te parece poco lo que has hecho?
—Oh, vamos, ¿qué castigo podrías darme que no me hayas hecho ya?
—¿Quieres que te recuerde que puedo hacerte?
—Al menos tu mujer tiene más huevos y vino a disculparse. —El general no aguantó aquello y volvió a golpearlo.
Un sonido seco y duro sonó en la habitación antes que Tarikan soltará un gemido afligido al caer hacia un lado.
—¡Ten más respeto infeliz!
—Solo-solo un cobarde... golpea a un hombre esposado. —La voz de Tarikan salió entrecortada mientras expulsaba de su boca un poco de sangre.
—Richard es suficiente —dijo el rey sentándose.
El soldado se acercó al duque y del borde de la ropa lo jalo para levantarlo. Un hilo de baba y sangre dejó en la cerámica, pero una vez que estuvo de pie, miró a Richard y escupió el suelo justo en las botas del soldado.
—Eres un...
—Richard —dijo el rey deteniendo una vez más el brazo del hombre que estaba listo para volver a golpear a Tarikan—. Sal de aquí.
—Mi rey y si él...
—¿Qué puede hacer un hombre como el, esposado, golpeado y sin energía mágica?
—Sí, mi rey.
Richard salió sin antes de arreglarle la ropa a Tarikan mientras que su sola mirada le daba una sutil advertencia. La puerta lentamente se cerró, dejando al duque junto con el rey dentro.
—Se le está pasando la mano a tu soldadito.
—Cállate Tarikan, no tienes ni el mínimo arrepentimiento de lo que has hecho.
—¿Y qué harás al respecto?
—No me subestimes —le dijo entre dientes—. Se te ha pasado la mano y se te está pasando la mano con la forma en la que me hablas, ¿sabes cuantos años tenía la torre que has destruido? Has amenazado a mi reina, aun así, estás allí puesto de pie y con vida.
ESTÁS LEYENDO
Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...