El carruaje de la duquesa llegó hasta los jardines del castillo y Aynoa bajo de él sin esperar ni un solo aviso, sabía que las cosas no estaban bien. Había visto desde ventanilla a la enorme serpiente de escamas negras tragándose las piernas de un hombre. Tardaría unos meses en acostumbrarse a ver aquel animal aterrador.
Cuando era pequeña parecía inofensiva, pero ahora con el tamaño incluso del mismo castillo, le entró todo el temor, tenía una cabeza tan grande y ancha que le era fácil incluso tragarsela a ella. Con su mentón y barriga amarilla, sus ojos sobresalían de un negro tan oscuro que pensó que jamás había visto aquel color naturalmente.
—Aynoa. —Milla agarró la mano de la mujer y jaló fuertemente hacia el carruaje, su propia dama está vez si mostró tenerle terror a esa cosa esacamosa.
—Las llevaré adentro, estas cosas son problemas de hombres, ustedes no deberían presenciar nada —dijo un soldado tratando de encaminar a ambas hacia el interior del castillo.
Pero cuando Aynoa dió unos pasos, un fuerte ruido se escuchó para el otro lado del jardín, un hombre grande y gordo cayó al suelo y el duque se subió encima de el.
Aynoa quedó en shock por unos minutos, jamás había visto al duque furioso, a tal punto de notar como su rostro se volvía rojo, y apretaba la mandíbula con fuerza.
—Mi señora no debe ver esto —dijo Milla tomando delicadamente su mano derecha.
—No entiendo que está pasando.
—Despues lo sabremos.
Tarikan no se detuvo, cuando volteó a ver a Mormónt sus ojos se habían oscurecido y caminó a él sin decir una sola palabra. Tres pasos dio antes de llegar frente a él y con un movimiento rápido echó el brazo hacia atrás y lo estrelló en toda la cara.
El sonido que hizo fue un golpe seco junto con un quejido que salió del hombre, este rápidamente cayó al suelo mientras aturdido observó cómo el duque se abalanzaba una vez más sobre él.
Aynoa recién sacó la mirada de ellos, sintió cada golpe e inconscientemente sus manos subieron a topar sus oídos, pero los golpes transpasaron incluso su cuerpo que sentía cada vibración en seco. Cada vez que abría los ojos Tarikan se llenaba de más y más sangre, su puño, su rostro habían comenzado a escurrir.
—No puedes matarlo —dijo Caleb a unos pasos de el—.Tarikan.
Al cabo de unos minutos el hombre dejó de moverse, en su inconciencia y con su rostro completamente desfigurado solo hacia un sonido como un silbido cada vez que respiraba. No había nariz que haya quedado e incluso muchos dientes había perdido y para Tarikan su mano derecha se llevó un gran peso.
Aynoa abrió los ojos y rápidamente bajó las manos cuando vio al duque caminar hacia ella, pero él no dijo nada, con su rostro teñido de un rojo vivo sus ojos no se posaron en su esposa. Paso a su lado ignorandola y se fue por el jardín hacia los cuarteles traseros.
Un pequeño grupo ingresó lentamente, Aynoa jamás había estado en ese lugar y le sorprendió lo pobre que se podía observar. Las paredes eran de piedra, no había alfombras ni candelabros. Las cortinas estaban desteñidas y rasgadas, hacia falta una gran limpieza. Si no hubiera visto a la gente que la había recibido antes, hubiera creído que el castillo había sido abandonado hace mucho tiempo atrás. No le entraba la idea de que este castillo pertenecía al gran duque de Castilvell.
—Por aquí por favor —dijo Sebastián guiandolas entre todo el despelote—. Estoy seguro que usted entiende lo que está ocurriendo, no necesito darle explicaciones, pero si debo rogarle paciencia. Nada de esto estaba planeado, por lo tanto, mientras el castillo se repara, usted se quedará en la habitación asignada.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
FantasySu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...