92.- El pozo de las almas

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Aynoa despertó lentamente, no habían pasado más de quince minutos, su cuerpo fue detenido con rapidez yendo a una velocidad alta y aquello produjo su desmayo justo antes de tocar el suelo.

Su mejilla pegada a la tierra dura pudo fijar solo un oscuro túnel que no tenía luz, aún así su rostro aún era iluminado por las pequeñas luces que yacían desde donde habían caído. Letárgica y con el cuerpo pesado cerró los ojos deseando dormir, pero había un sonido que la molestó por pocos segundos antes de volver a caer inconsciente.

Una gotera.

Las horas pasaron, el tiempo se volvió efímero mientras aquellas dos almas se habían perdido en el medio de la oscuridad.

Aynoa abrió los ojos tiempo después, su cuerpo adolorido parecía que había sido golpeado, pero era solo porque había estado durmiendo en un suelo duro como una roca y no en una posición que pudiera complacerla.

Tardó dos minutos en despertarse completamente y se arrodilló para mirarse el estómago, preocupada por su embarazo fue lo primero que se le vino a la mente en cuanto pudo.

—Estas aquí aún ¿no? —se dijo abrazándose a sí misma. Había recién comenzado a sentir dura parte del abdomen bajo evidenciando su pequeño duque o duquesa formándose en ella.

Sonrió tranquilizándose, pero cuando levantó la mirada recién se dio cuenta de que el duque también estaba allí. Recordó todo lo que había pasado y el como habían llegado hasta allí.

La gotera que había escuchado no era más que la cabeza del duque goteando constantemente sangre dejando un charco en el suelo.

—Tarikan —Aynoa se acercó a él nerviosa, pero él no despertó.

Con los brazos abiertos a cada costado de su rostro, su pie había quedado amarrado a la cuerda que caía aún desde el gran agujero. Su ropa había quedado tensada y parte de la camisa se había salido del pantalón mostrando parte de la piel del costado.

Inconsciente su cuerpo se tambaleaba lentamente, ambos brazos estaban a casi un metro del suelo. Aynoa pensó que seguramente al haber quedado amarrado del pie y al haber sido detenido de forma brusco su cabeza debió haber golpeado una de las rocas.

—Tarikan.

Lo movió con cuidado tratando de hacerlo despertar, pero ninguno de sus intentos funcionaba. El rostro del hombre se había comenzado a tornar rojo y la sangre parecía no detenerse.

No le sorprendió la suerte de su esposo, siempre se metía en problemas y siempre le ocurrían penosas cosas.

Preocupada sentía que no podía quedarse allí sin hacer nada, una de las torturas de la iglesia que había visto era poner a la persona de cabeza, no se imaginaba cuánto había transcurrido para saber el tiempo que Tarikan llevaba así.

—¿Por qué? —dijo en voz alta cuando comenzó a buscar algún arma que pudiera ayudar a cortar la cuerda, pero ni siquiera su espada estaba. Tocó su cadera, sus piernas, su torso, pero nada, frustrada no le quedó más que agarrar su cabeza para tratar de levantarlo.

—Ah... —soltó él frunciendo un poco el ceño.

—Despierta —dijo ella luchando para sostener su cabeza, pero en cuanto más lo hacía sus manos más se manchaban de sangre.

En la parte posterior donde comenzaba la trenza tenía una herida abierta. De casi cuatro centímetros.

—¡Despierta, maldita sea! —dijo entre dientes.

—En-en el tobillo —susurró suavemente.

Aynoa al escucharlo soltó rápidamente al hombre, Tarikan aún no estaba despierto del todo, de hecho estaba lo suficientemente mareado como para incluso pensar que ella era la que estaba de cabeza al visualizarla. Solo las pequeñas luces como estrellas hicieron que tomara un poco de conciencia.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora