Había una fiesta que se celebraba todos los años en el castillo, los nobles viajaban a la capital para ofrecer regalos en conmemoración al cumpleaños del rey. Era una fecha llena de alegría a pesar de lo que Abeul había vivido. Poco a poco la gente que habitaba en ese lugar volvió allí para no descuidar la tierra y las cosechas. El rey le asignó un tributo a cada hogar y con eso, poder sustentarse hasta que todo vuelva a la normalidad, el cual ya se estaba trabajando en eso.
Cómo era de esperarse, el castillo se decoró de forma elegante con flores y lienzos de colores. Los guardias usaron trajes más ligeras tonalidades y cuando el atardecer comenzó, los invitados empezaron a llegar. Miles de carruajes se turnaron en la entrada para dejar a los nobles.
Aynoa trató de controlar su emoción al ver tanta gente bien vestida. Junto a su familia bajaron las escaleras, siendo anunciada por uno de los guardias. Muchos ojos se posaron en ellos, Sophia era una mujer hermosa al igual que sus hijas, Aynoa lo era, pero la mayor de sus hermanastras, Mariam podía decirse que se llevó todas las miradas. A pesar de que era gemela de Gabriela, una tenía más atractivo que la otra.
Con unos ojos color verdes que sobresalían de su blanca tés, su pelo café finamente recogido, dejando solo pequeños mechones cayendo y tocando sus hombros, los hombres enseguida posaron sus ojos en ella para pedirle una pieza de baile. Su hermana, Gabriela, se coló a la atención de los invitados, quedándose cerca y se mantuvo con ella hasta que más de un hombre pidió su mano para bailar
La suerte no llegó esta vez hacia Aynoa, miró con una leve sonrisa todo, ningún hombre se le acercó, las mujeres se agrupaban en pequeños grupos conversando fluidamente, pero al parecer la joven mujer no llamó la atención de ellas. Incómoda, prefirió mantenerse cerca de una de las mesas con comidas, cogió un vaso de vino mientras observaba algunos bailes para disimular sus manos temblorosas.
No era fea, pero Aynoa carecía de grandes pechos comparadas con sus hermanastras, era baja de altura, delgada y con caderas anchas. Su madre siempre le dijo que cuando creciera y tuviera un hijo, sus caderas no crecerían cómo las demás.
Cuando parecía que estaría sola toda la noche, un hombre joven caminó hacia ella, Aynoa al verle se sintió nerviosa y no dudo en sonreírle, pero su poca esperanza se aplastó cuando el hombre solo sacó una copa de la mesa que estaba a su lado y desapareció entre la gente. Mientras más minutos pasaban, más percibía que las mujeres la veían a ella y murmuraba sobre el rechazo que había tenido con todos, se sentía estúpida y decepcionada, la alegría con la que había llegado pronto se esfumó.
Sus hermanas fueron incapaces de controlar sus lenguas y haciéndose parte en la sociedad de mujeres de la capital, dejaron en claro que Aynoa no era más que la hija de una mujer enterrada bajo la tierra. En cuanto el marqués concedió los títulos a sus hijas adoptivas hizo que la posición de Aynoa bajara y hoy era Mariam la que tenía el mayor título de lady del marquesado.
Su padre, por otro lado, también desapareció entre tanta gente, seguramente estaría buscando quien podía prestarle el oro que necesitaba para la reconstrucción de Abeul.
Luego de un tiempo viendo cómo la gente se divertía y bailaba en el medio del salón, Aynoa dejó la copa en la mesa y caminó al balcón, ya no quería seguir viendo cómo todos reían y compartían entre sí sin ser incluida. Se había puesto un hermoso vestido, llevaba joyas y un poco de maquillaje en los labios, además de usar un corsé apretado e incómodo como para que después nadie la notara. Pensando en eso llegó al balcón y respiró de forma pesada.
Su postura que tanto había controlado enseguida se aflojó, su espalda se dobló mientras apoyaba los antebrazos en el borde y soltó un gran suspiro.
—Esto apesta —dijo en voz alta y al mismo tiempo observaba el jardín dándose cuenta de que realmente todo allí era hermoso y más cuando había una luna enorme sobre su cabeza.
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Tarikan - Las cadenas de la Corona
ФэнтезиSu gente, su pueblo, sus sueños, todo lo que era importante acabó aquella tarde. Los monstruos gobernados por un demonio atacaron el marquesado aniquilando todo a su paso y la ayuda llegó bastante tarde. Llevada a la capital junto a su familia, Ayno...