10.- Una flor marchita

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No había un sol más hermoso que el que estaba hoy en día aferrándose en lo más alto del cielo.

Llegando lentamente a una zona en particular, Tarikan desabrochó su chaqueta botón por botón, estaba mojada y poco a poco podía sentir como traspasaba humedeciendo parte de su camisa. Sobre un tronco caído de un árbol dejó sus prendas para que se secasen con el sol y se recostó en una banca cubierta entre árboles.

El lugar era bastante hermoso, había una pequeña pileta rodeada por enormes árboles y bancas entre ellos, un lugar perfecto para relajarse y echar una siesta. Aun así, el duque no pudo encontrar aquella paz, la mejilla le ardía y la imagen de la mujer inundaba sus pensamientos. Hacía tiempo que una mujer no se atrevía a golpearlo, su rostro enfadado y sus ojos decididos era sin duda poco creíble para una joven de alta cuna.

De repente, mientras sus pensamientos se mezclaban en confusos sentimientos, una presencia se acercó desde atrás y habló sin esperar que llegarán a su lado.

—Ya me estaba preguntando cuando vendría a verme —dijo aún acostado en la pequeña banca mientras miraba el cielo—. Pero que una reina venga a este lugar ¿no es un poco extraño? — Él ni siquiera volteó a verle, el aroma de la reina llegó antes que ella llegara a su lado.

—Tarikan, ¿por qué estás desnudo? —preguntó la reina mirándolo extrañada.

Las mujeres que la acompañaban soltaron rápidamente risas por encontrarlo solo con pantalón mientras tomaba el sol.

—Vístete quieres.

—Estaba esperando que el sol pudiera secar un poco mi ropa.

—No me digas, ¿estuviste jugando también en el estanque?

—¿Puedo saber por qué me busca esta vez? —dijo poniéndose de pie y yendo por la camisa. Ignoró rápidamente la pregunta de la misma reina.

—Gerald me contó lo que sucedió con Abeul y contigo.

—¿Sabe mi reina que en Abeul encontramos una arpía?

—¿Estás tratando de cambiar el tema? —soltó la ella sentándose en la banca mientras le sonreía.

Tarikan le dio la espalda hasta que terminó de abrochar su camisa y recién volteó a verla. La situación era bastante tranquila para ambos, él lentamente dio unos pasos y se sentó a su lado.

—Sí, lo estoy haciendo —dijo formando en su mano una flor Dalia de color amarilla y se lo ofreció. La reina negó con la cabeza mientras sonreía al tomar la flor entre sus dedos—. Debería también preocuparse, que una arpía salga en esta temporada solo significa que hay algo más que el espantó de su guarida.

—Puede que tengas razón —dijo ella mirándolo, luego miró el cielo. Era tan hermoso y celeste que parecía estar en el medio del verano—. Son tiempos hermosos y tranquilos, creo que nadie esperaba lo que ocurrió en Abeul y sería una lástima que todo empeorará después de tanta paz.

—Si usted...

—No me ofendas Tarikan, no hablaré con mi marido para que te deje salir. Me sorprendes que no hayas tenido piedad con esa gente.

—Ellos no lo tuvieron conmigo —dijo poniéndose de pie.

—Eso pasó hace mucho tiempo. Mírate ahora, eres todo un hombre, no puedes quedarte en el pasado, debes buscar el perdón. Recuerda que Dios perdonó a sus...

—No me hable de Dios ahora.

—Dios te está observando, todo lo que haces.

—Usted no es la indicada para hablarme de Dios, después de todo lo que hace e hizo.

—Cuida tu lengua Tarikan, no olvides a quién tienes enfrente y lo que puedo hacer.

—Bien, no te faltaré el respeto, así que me retiraré en este momento —dijo tomando su chaqueta y caminando hacia el castillo, pero rápidamente fue detenido.

—Tarikan sería una lástima, no verte en la fiesta de mi esposo.

—¿Es una invitación o me obligará a asistir? —dijo volteando, la expresión en su rostro no cambió, no podía mostrarse enfadado o enojado delante de ella, así que solo atinó a respirar profundamente.

—Ambas. Después puedes quedarte como los viejos tiempos.

—Adiós, reina Eulisa.

—Tarikan —dijo la reina levantando la voz, el hombre enseguida volvió a detenerse y volteó a verla—. Envía dos escuadras para que investiguen el asunto de la arpía. Cuando lo hayas hecho, habla con el rey.

—Yo jamás me equivoco y eso lo sabe usted.

—Esperemos que esta vez sí te equivoques.

El duque volvió a marcharse dejando a la reina junto con sus mujeres, un suspiro de ella hizo que sus damas se acercarán y le hablarán.

—No se sienta mal mi reina.

—Desaparecerá cuando el rey le dejé partir.

—De eso no hay duda —dijo la reina levantándose y mirando la flor en su mano, que poco a poco se fue marchitando.

"Nada permanece, todo muere, nada puede perdurar, todo llega a morir. Si uno cae, otros se levantarán"

—Todo lo que es jurado ante Dios, al menos permanecerá por un tiempo —dijo la reina recordando el lema de las serpientes.

Era habitual para la reina recibir este tipo de obsequios, para ella significaba una muestra de amor de parte de su joven duque. No tenía culpa en su conciencia que en el pasado junto con su esposo había cometido grandes crímenes, acciones que habían involucrado a Tarikan y a otras personas, pero para él, la flor marchita solo significaba una cosa. Una muestra y un recordatorio que anhelaba en su interior.

Algún día ella moriría como lo hacía la flor. Una ira retenida, una venganza oculta y un dolor que poco a poco se fundía en rencor.

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—¿La fiesta del rey? —preguntó Aynoa mientras se ponía ropa seca.

Las sirvientas no dudaron en conversar sobre el asunto que las tenía con bastante trabajo, en tres días el cumpleaños del rey se iba a llevar a cabo y el castillo abriría las puertas a mucha gente.

Se esperaba una fiesta magnífica, con bailes y orquesta, cómoda, de buena calidad y muchísimos invitados.

Aynoa nunca había asistido a algo como esto, solo su padre venía de vez en cuando para rendir homenaje al rey, pero muchas veces solo enviaba un presente y una carta.

Siendo aún una mujer joven no pudo evitar entusiasmarse en gran medida, ese mismo día eligió su vestido y sus joyas esperando que más de un hombre pudiera sacarla a bailar. Deseaba conocer a las hijas de los nobles y encontrar amistad en personas que no conocía.

Su altercado con el duque había quedado allí y desde ese momento no volvió a encontrarse con aquel espécimen tan frío y vulgar. Pensaba que era el primer hombre que la había tratado de esa manera, en su ducado todos tenían bastantes modales y eran muy educados con todos, inclusive la gente de la ciudad.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora