54.- Inseguros deseos

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En la mañana siguiente, Aynoa entusiasmada se vistió rápidamente luego de tomar un baño. El sol había salido hace poco, pero aún así, no tenía sueño y tiempo para perder. Deseaba ver al duque después de la noche que habían tenido, pensaba que podía volver a esperar algo de él.

Antes de salir de su habitación, se detuvo en la puerta y respiró profundamente. No quería mostrar interés o entusiasmo delante de las personas, y que pensaran que ella estaba locamente enamorada del duque, aunque algo de eso fuera verdad.

Caminó por el pasillo, observó la puerta de la habitación de él, pero no fue hacia ella. Bajando al primer piso se encontró con Reimy que enseguida se acercó a saludarla.

—Buenos días mi señora, me alegra verla contenta.

—Hola Reimy, ¿todo bien? —preguntó ella con una anciedad disfrazada de una impecable tranquilidad en su rostro.

—Perfectamente, ¿desea tomar el desayuno en el salón pequeño?

—Sí, ¿sabes si el duque ya comió?

—El duque salió temprano del castillo.

—¿Ya salió?, ¿salió a caballo? —Aynoa volteó a ver al anciano, una parte de ella enseguida se tensó imaginando que el duque ya se había ido sin ella.

—No señora, está con los caballeros en el campo de entrenamiento, debe estar por terminar, si es importante ¿desea que la acompañe hacia allá?

—¿Crees que si lo hago, el duque se molestará conmigo?

—El duque no, pero sus soldados...

—No me importan sus soldados.

—Señora, vamos —dijo Reimy guiandolas a través del castillo hacia los patios traseros—. Con todo respeto mi señora, usted debe trabajar en la relación con los soldados. El duque no siempre estará aquí, la corona constantemente tiene trabajos para él y es usted quien se quedará acargo del castillo, debe llevarse bien con todos, contando a los soldados.

—Lo se Reimy, pero ellos tampoco ponen de su parte.

—Lo harán si usted le da la oportunidad, la otra noche ví que se estaba llevando mejor con sir Caleb. El es un buen maestro para los estudiantes, estoy segura que supo cómo convencerlo de enseñarle.

—Sí, pero solo era por un interés mutuo.

—Sir Caleb y el conde, son buenos hombres, estoy seguro que ellos la protegerían si algo llegará a pasar.

Aynoa sonrió pensando en aquello, era poco lo que había compartido con los soldados personales del duque, sinceramente si veía esperanzas en formar algún tipo de vínculos con esos hombres. Claro está, que no era lo mismo cuando pensaba en el desgraciado de Merlín, él sin duda jamás sería algo para ella.

Cuando llegaron a los campos de entrenamientos, Aynoa pudo ver por primera vez a los niños entrenar. En sus manos habían espadas de madera con las que las golpeaban a un tronco frente a ellos. Algunos eran muy jóvenes, con sus rostros aún de pequeños niños, apretaban la mandíbula esforzándose en completar los ir le pedían. Gritos, quejidos y estruendos de la madera sonaban por el lugar, fundiéndose también con el sonido del agua ya que a un costado las sirvientas lavaban las ropas.

—¿Duquesa, le gustan los niños?

—Sí Reimy, son adorables, aunque en el marquesado todos eran adultos, así que no veía niños muy a menudo, al menos cuando bajaba al pueblo.

—Ellos aprenden rápido, son buenos estudiantes —dijo Reimy mientras caminaban por un sendero que dividía las arenas—. Admiran a su esposo y cada uno de ellos sueña con unirse a las serpientes. Muchos han logrado eso.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora