3.- Las serpientes de cola Plateada

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—¿Señor? —dijo su soldado personal tímidamente mientras se acercaba a la cascada.

Tarikan era el comandante de las serpientes de cola plateada, un hombre bastante temido y cruel, ya que también era uno de los hechiceros de alto nivel del reino, pero todo lo malo que tenía, era justificado por la enorme lealtad que le tenía a la corona, gracias a eso también había obtenido el título de duque.

—¿Te he dicho que odio que me molesten?

—Lo lamento, señor, pero ha llegado una carta con el sello real —dijo Caleb.

Su soldado solo aguardó allí mientras lo observaba cómo el agua caía sobre el hombre, ni al mencionar la palabra sello real hizo perturbar su tranquilidad. Ni un solo gesto o sonido salió de él en los próximos cinco minutos.

—No puedo creer que se atrevan a interferir en esta expedición, ¿estás seguro de que el rey dio permiso para esto? —preguntó luego de un rato.

—Sí, señor.

—Dime que dice la carta.

—¿Quiere que la abra por usted?

—Caleb no volveré a repetirlo.

—Sí, señor —dijo el soldado abriendo el papel y produciendo un gran sonido al hacerlo. Mientras lo hacía, una gran bandada de pájaros pasaron sobre ellos.

Tarikan recién abrió sus ojos y miró el cielo a través del agua que caía en su cabeza, escuchando los graznidos de las aves, descubrió lo que ocurría sin que el soldado abriera aún su boca.

—Hay monstruos fuera de las montañas —dijo poniéndose de pie— ¿Qué aldea, o pueblito, quiere que rescatemos?

—Es el marquesado señor.

—¿El marquesado?, ¿Abeul? —dijo volteándose a mirar a su hombre con el ceño fruncido—. Por mí que se mueran antes de ir.

—Son órdenes reales, ¿ignoraremos el llamado?

—Claro que no, pero iremos con calma, no hay nada que me apure. Avísale a los hombres y que se preparen saldremos en media hora.

—Sí, duque.

A pocos kilómetros aquello solo se veía como una minúscula ciudad que poco a poco se iba cubriendo con un manto negro. El humo se disipaba lentamente por el cielo y los soldados lentamente comenzaron su marcha.

—¿Por qué tenemos que ayudar a esa gente? Nunca han hecho nada por los demás más que por ellos mismos.

—La gente no tiene la culpa de que el marqués sea un inepto.

—La antigua marquesa al menos asistía a las reuniones.

La legión comenzó a moverse montados en sus caballos hacia Abeul. No solo el Duque tenía problemas con aquella tierra, sino que sus soldados no se contuvieron en comentar aquel descontento que tenían por la ayuda pedida. Lo que había ocurrido hace casi veinte años marcó al marqués como un hombre cruel y narcisista, logró liberarse de una condena solo porque en ese tiempo pudo dar una cantidad de dinero a la capital y también porque la culpa se la llevó el hechicero que fue enjuiciado y ejecutado públicamente.

Que Terra y Sinova hayan caído nuevamente abriría una investigación sin duda alguna.

Mientras avanzaban tardaron cuatro horas cuando se pudo ver el humo que salía dentro de las murallas con más determinación, las cenizas volaban por el aire y las nubes se teñían negras con rojizo. Los caballos traspasaron el río sin problemas y en cuanto tocaron tierra estaban ya en territorio de Abeul.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora