62.-Cena

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Las puertas del salón se abrieron y el golpe de bullicio dejó un poco aturdida a la duquesa. Un montón de soldados estaban dentro, parecía una fiesta más que una cena dónde rápidamente podía perderse con facilidad.

Hombres adultos de diferentes edades y también jóvenes con caras de niños pequeños estaban sentados en las mesas junto a otros que hablaban puestos de pie. Una comida descomunal se regaba de forma desordenada e incluso más de alguna mesa estaba el vino escurriendo de ellas hacia el suelo. Muchos soldados estaban comenzando a actuar de forma ebria y con una alegría extrema, comportamiento natural para días antes de marchar.

Ella no sabía donde ir, un poco nerviosa apretó las manos empuñandolas mientras miraba todo el lugar.

—Duquesa. —La voz del Caleb se llevó su atención. En la esquina derecha y casi al final del salón el hombre levantó la mano esperando que ella lo viera y el ruido rápidamente bajó.

Los ojos de los presentes se fijaron en ella. Muchos soldados eran ya del ejército de las serpientes que más de una vez la habían visto, pero los nuevos reclutas no habían tenido la oportunidad de verla de cerca. Muchos de ellos habían llegado hace unos días del templo sagrado dónde se habían convertido en hechiceros de buena categoría, el rumor que giraba entorno a los duques ya había llegado a ellos.

Aynoa dió unos pasos cuando un soldado joven tropezó con los pies de ella y cayó de cara al suelo. Muchos de los presentes al verlo se rieron y comenzaron a burlarse, mientras que el ruido se incrementó.

—Lo lamento —dijo ella acercándose mientras el joven se sentaba en el suelo—. Déjame ayudarte —agregó estirando su mano hacia él, pero enseguida el hombre golpeó su brazo empujándolo hacia un costado.

—Prefiero quedarme en el fango antes de recibir la ayuda de una Georgely.

Aynoa no había esperado aquello, el soldado parecía aún un joven de diecisiete años, con pelo revuelto y con unos ojos marrones claro.

Apretó las manos y se puso de pie mientras que su ceño se fue frunciendo.

—Perdonaré tu falta de educacion...

—No la necesito —dijo el joven poniendose de pie.

—Oye basta ya —dijo otro soldado agarrando su brazo y jalándolo hacia un costado—. Ella es la señora del ducado.

Aynoa lo ignoró dándose la vuelta, por unos momentos pensó que aquel apellido había dejado atrás y que no la molestaría nadie, pero no fue asi. Dió unos pasos antes de volver a escuchar la voz del hombre.

—Despues de la excursión, espero que surja una nueva duquesa digna del puesto.

Cabreada apretó los dientes y giró a mirar al soldado con el ceño fruncido. Su voz fuerte salió rápidamente de sus labios mientras empuñó las manos.

—No voy a permitirte que...

En cuando su voz se escuchó, una sombra grande paso a su lado haciendo mover su cabello hacia adelante. El soldado rápidamente fue tomado del cuello y levantado en el aire.

—¿Cómo te atreves a hablarle a mi esposa con tal impertinencia? —Fuerte, potente y firme el duque no estimó en problemas.

—Du-duque —susurró ella, no esperaba que él la haya visto entre tanta gente—. Tarikan, espera. —Aynoa alzó la voz y delante de todos, el duque bajó al hombre, pero no lo soltó. Él enseguida la observó sobre su hombro izquierdo.

Ella no dijo nada, viendo los ojos de su esposo tragó una saliva espesa. Podía notar su gran enojo ya que mostraba parte de los dientes apretados y su mano izquierda estaba firmemente empuñada lista para golpear al joven.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora