53.-Atracción

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Aynoa pensó que nunca iba a recibir la ayuda de algún soldado, pero extrañamente Caleb había parecido muy amable con ella, aunque sabía el trasfondo de todo esto, terminó decidiendo ir a ese lugar.

Caleb con astucia, sabía que lo único que había cambiado era algo entre ella y el duque por lo tanto cualquiera que sea el problema entre ambos, debía solucionarse ahora ya o seguirían sufriendo cada día más. Al menos sabía perfectamente que dónde la estaba mandando no le ocurriría nada malo, y por otro lado Aynoa no permitió que el fuera con ella.

El carruaje partió aquella noche hacia uno de los rincones más ricos de Castilville. Asombrada por aquello, Aynoa se mantuvo mirando a través de la ventana imaginando que podía hacer para encontrar al duque.

Los edificios eran hermosos, con azulejos finamente hechos, la arquitectura no se comparaba incluso con el castillo del duque. Habían casas enormes de tres o cuatros pisos, jardines hermosamente decorados y la riqueza estaba en cada detalle esculpido en ellas.

Al bajar, no olvidó ocupar su mascara, aquella le cubría gran parte de la nariz, ojos, frente y parte del pelo. Se sintió extraña e incomoda, pero cuando dió un paso fuera del carruaje, descubrió que todas las personas llevaban lo mismo que ella.

—Diablos —dijo mirando lentamente el lugar. Encontrar a Tarikan sería como buscar una aguja en un pajar.

Había mucha más gente de lo que estaba acostumbrada, el ante jardín era bastante grande y la gente caminaba por todo el lugar mientras conversaban, bebían y reían. Un sinfín de eventos estaban ocurriendo todos a la vez, por un lado vió un teatro donde la gente aplaudía y se reían a carcajadas, juegos de cartas, juegos de lienzas, por un lado incluso había una arena de pelea.

Aynoa se sintió temerosa, no conocía a nadie, tampoco podía reconocer a Sebastián, entre tanta gente, todos parecían ser personas comunes y corrientes. Quizás haber venido sola no había sido una buena idea.

Dentro del edificio, ornamentado elegantemente había un baile de parejas, con una orquesta bien formada. Eso parecía más familiar para ella, por lo tanto pasando entre la gente se puso a observar y tratar de tener suerte. Antes de poder ir más allá, en el hall del edificio habia una mesa con copas servidas y un mujer con un cabello de color amarillo, se acercó a cada uno de los que entraban hablándoles con gran entusiasmo.

—Tenga, debe beberlo completamente antes de ingresar y aquí está su pulcera —dijo amarrándole una pita de cuero roja en su muñeca.

—¿Qué es esto?

—Licor de alta calidad con un poco de arcilla de piedra Glims. Ya sabe, para que no se propaguen las enfermedades.

—¿Enfermedades?

—Bébalo y podrá entrar.

Extrañada, Aynoa no entendió porque aquello evitaría enfermedades, para ella era absurdo, pero para las personas que conocían el lugar, sabían que allí dentro no solo se realizaban bailes.

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Tarikan no estaba allí. Con su rostro manchado de negro carbón, esperaba pacientemente en una orilla, sus pies descalzos podían sentir la arena fría, los gritos de la gente y luego una pequeña campana que anunciaba su entrada.

Con la poca luz y los rostros pintados oscureciendo su identidad, cada hombre se enfrentaba entre todos a combo limpio.

El duque se infiltró entre la muchedumbre junto con Sebastián que también se había perdido entre los juegos de apostar. Contrario a él, Tarikan estaba reviviendo uno de sus recuerdos de niñez.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora