23.-Pesadilla

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Aynoa despertó bruscamente esa noche, abrió los ojos y encontró a un hombre en la oscuridad tapando su boca. Gritó como pudo tratando de alejarse, pero el hombre la tomó de los brazos jalándola hacia él. Desesperada luchó por zafarse golpeándolo más de una vez en la cara, sintió dolor en sus brazos por el fuerte agarre, pero eso no le importó.

—¡SUÉLTAME, NO ME TOQUES!

¡¿Qué hacía un hombre en su habitación?!

Logró zafarse y rodar al otro extremo de la cama, pero el hombre no la dejó tranquila.

—Pague una suma por ti, así que no lo hagas más difícil —dijo él siguiéndola.

Con una barba larga y un respirar agitado se movió tratando de volver a agarrarla, estaba con una camisa semiabierta y se había arremangado las mangas

—¡AYUDA! ¡AYUDA! —gritó tratando de correr hacia la puerta, el hombre la alcanzó a tomar agarrándola de la cintura y cayó al suelo bruscamente mientras era nuevamente aprisionada por él— ¡No!

Su corazón se golpeó fuertemente contra su pecho, el aire incluso le comenzó a faltar al ser aplastada por el gran cuerpo que la comenzaba a ultrajar. Besándole el cuello mientras manoseada sus senos sobre la ropa, Aynoa no tuvo escapatoria, el aliento y el fuerte olor a alcohol llegó a sus narices, pero aquello no le importó, lo único que quería era salir de allí.

El hombre le abrió las piernas sin pensar en la importancia que tenía la mujer debajo de él, sin ni siquiera pensar que era hija del marqués, los chillidos de ella y sus débiles intentos de escapar más le calentaron el bulto entre sus pantalones. Aynoa lloró de impotencia, no tenía la fuerza de salir debajo de él, el asunto que estaba ocurriendo no lo entendía ¿Cómo es que aquello sucediera, bajó el mismo techo que su familia?

En el forcejeo las cosas se habían caído, una mesa dada vuelta y toda la fruta estaba regada por el suelo, ni siquiera aquel ruido o sus llantos advirtieron a alguien del piso.

Su ropa pronto fue rasgada, sintió como la tela se abría en su espalda, dejando al descubierto la piel desnuda de ella, el hombre entonces enterró su rostro en su pecho mientras los apretaba con toda su palma. Entonces, en su último intento, miró a su costado y vio un jarro que estaba en el suelo con todo su líquido esparcido.

Sin dudar un solo segundo más, lo tomó con todas sus fuerzas y golpeó la cabeza del hombre con el borde de este.

La mínima esperanza de escapatoria surgió después de aquello, el hombre se pescó fuertemente la cabeza soltando un quejido de dolor, su frente pronto comenzó a sangrar, pero Aynoa no esperó un segundo. Salió desde abajo del hombre arrastrándose por el suelo y se puso de pie tan rápido como pudieron sus piernas, corrió a la puerta sacándole el seguro y volteó solo para ver al intruso viniendo detrás de ella.

Desesperada salió de allí pidiendo ayuda, pero sorpresivamente ningún guardia estaba en los pasillos, no se detuvo para pensar y preguntarse quién había hecho todo eso. Esto no era algo casual y como había dicho el hombre, alguien la había vendido como prostituta por esa noche.

Los pasos fuertes del hombre se acentuaron cuando ella llegó al borde de la escalera, bajó solo porque creía que si subía él podía alcanzarla y allí no tendría donde seguir escapando.

En el piso inferior tampoco hubo soldados o algún sirviente, la luz tenue de los pasillos hicieron de esta una experiencia mucho más aterradora. Asustada intentó abrir algunas habitaciones sin éxito alguno y continúo corriendo por el pasillo hasta la última habitación donde una puerta le permitió entrar, volteó para cerrarla viendo al hombre acercarse a unos metros de ella.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora