68.- Consentimiento

254 46 29
                                    

Tarikan se la pasó los primeros tres días en ese estado, llegó a tal punto que ni siquiera un solo sonido podía salir de su boca. Los gritos se detuvieron, de vez en cuando soltaba leves gemidos cuando los huesos de su brazos crujían como si un moustro lo estuviera tironeando hacia atrás.

Nadie pudo intervenir, el salón se cerró completamente por orden del rey y una gran barrera mágica encerró todo el lugar. Solo una vez al día era visitado, pero su aspecto y ubicación no cambió por los siguientes siete días. Luego comenzó a alucinar perdiéndose en una realidad alterna.

Aynoa llegó el día acordado, pero no sabía más de lo que sus propios soldados sabían. Entendía muy bien lo que había ocurrido ya que lo había visualizado entre sus recuerdos, pero una vez en ese lugar no podía mantenerse tranquila.

Su mente era un caos, sabía lo que él duque estaba viviendo, deseaba estar con él en esos momentos donde sabía perfectamente que él la necesitaba, pero no podía. Otra parte de ella no quería saber más de él, porque no podía imaginarte todo lo que debía aún ocurrir. Deseaba solo escuchar las palabras de Sebastián o de Caleb anunciando que el duque por fin había logrado volver a asimilar a Siriham.

**************************

-Tarikan, despierta...

-Yo... -Sus palabras no salían o simplemente lo estaba pensando, no sabía que era real o si otra vez estaba alucinando. Los días se habían vuelto largos y eternos dónde ahora solo deseaba dormir.

No podía abrir los ojos y mantener sus conciencia estable, iba y venía encadenado a un estado completamente agotado, pero a este punto ya no estaba en ese salón. Sentía el silencio en el ambiente, sentía finas y cálidas sábanas debajo de él, pero aquella voz no era exactamente la que quería escuchar.

-Oh Tarikan -.La voz de una mujer le llamaba, por unos minutos no la reconoció, pero si sentía incomodidad, peso y un poco de dolor que lo inquietaba.

Recordó algo de su infancia, algo perturbador que había ocultado dentro de su interior y que nadie sabía. Cómo niño de la corona solo Caleb sabía de aquello.

Un gemido salió de su boca, sus oídos pudieron percibirlo claramente y eso le ayudó a tomar control de su conciencia. Abriendo lentamente los ojos su mirada enfocó un rostro que odiaba con el alma.

-Oh... Si ya has despertado, ¿no es rico despertar así?

-Eu...Liza... -Su voz a penas se escuchaba, estaba gastada y casi afónica-. No te di consentimiento...

-Pobre Tarikan, a penas puedes hablar, pero te entiendo perfectamente -dijo la mujer inclinándose sobre él y besándole el pectoral derecho-. Yo no necesito el consentimiento de nadie.

La reina se había presentado en aquella habitación, su hechicero había sido acomodado en este lugar luego del día diez y con el poder que se le había conferido, estar allí no era un impedimento para ella.

Tarikan por otro lado no podía moverse bien, después de la asimilación, su cuerpo que había sufrido grandemente, era incapaz de moverse a su voluntad y menos podía tener fuerza incluso de levantar uno de sus brazos. Desnudo sobre la cama solo observó a la mujer que abusaba de su poder.

-Sal...

-No puedes negarme Tarikan, ¿me dirás que estabas soñando con tu dulce esposa que te mantuvo así de duro? Lo lamento, no pude contenerme -dijo soltando una risa mientras movió su cadera.

Tarikan ni siquiera pensó que aquello era exactamente una infidelidad hacia su esposa, sino que pensó que la única capaz de sacarlo de ese lugar era ella, Aynoa.

Tarikan - Las cadenas de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora